

Secciones
Servicios
Destacamos
El concejal del área de Sostenibilidad Ambiental del Ayuntamiento de Segovia, Gabriel Cobos, advierte del peligro que entraña la procesionaria cae de las copas de los árboles donde anida. La fase larvaria pasa y desciende al suelo para enterrarse en zonas blandas. Es ahí donde esta oruga genera su amenaza. Las pelusas de este lepidóptero, capaz de devorar pinos, cedros y abetos en su recorrido, también ocasiona reacciones en las personas que entran en contacto con ella.
Las afecciones que desencadena son de índole alérgico y fuertes urticarias. En los casos más graves, que son los que aquejan a niños, la procesionaria puede llegar a producir complicaciones de salud más severas como la inflamación de las vías respiratorias.
Si bien esas reacciones en las personas «son menos dañinas», matiza el concejal, en los perros la procesionaria es una amenaza vital. En lo que respecta a los animales de compañía que juguetean en el campo y se topan con estas orugas a ras de suelo, sus pelillos pueden ocasionar la necrosis de tejidos e incluso la muerte si no se trata a tiempo.
Ni siquiera es perentorio que haya un contacto físico directo para padecer las consecuencias. Cuando se arrastran en hilera por el terreno es para defenderse. Además, si se sienten amenazadas, expulsan sus pelos sedosos, una especie de pelusa que se queda en el aire y que puede provocar irritaciones y alergias tanto en las personas como en los animales.
Cuando un dueño saca a pasear a su perro por las zonas de pinares, ha de extremar el cuidado. Los veterinarios advierten de que si al can se le cae encima una de estas orugas, le puede causar una dermatitis. De los males que pueden padecer, la irritación es el menor. Mucho más grave y peligroso es si el animal la chupa, la muerde o la engulle directamente. Los especialistas explican que la procesionaria suelta entonces a través de los pelillos un líquido venenoso que puede derivar en la muerte del perro.
Los síntomas pueden variar. Si la lesión se produce en la piel, lo más frecuente es que la mascota comience a notar picor y, por tanto, se revuelque y se rasque. «Si se la come o roza con la boca, la lengua experimenta un proceso inflamatorio y se pone azul llegando a necrosar, además, suelen babear», informan fuentes del Colegio de Veterinarios. En cualquier caso, a la hora de controlar y responder a la procesionaria, es recomendable acudir a estos profesionales lo más rápido posible para evitar la asfixia del animal si la inflamación se localiza en la laringe.
Este colectivo sanitario aconseja a los propietarios colocar un bozal a los canes para que no se coman la procesionaria cuando baja de los árboles y realiza sus incursiones a ras de suelo, ya que puede pasar desapercibida bajo la hojarasca. Precisamente, su forma de arrastrarse por el suelo en busca de brotes tiernos y formando esas llamativas filas indias es lo que llama peligrosamente la atención de niños y mascotas, que se acercan para tocarlas.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Óscar Beltrán de Otálora e Isabel Toledo
Fermín Apezteguia y Josemi Benítez (ilustraciones)
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.