La alergias crecen un 25% por la contaminación, el cambio climático y el estrés

La meteorología de las semanas previas ha llevado a las plantas a polinizar más. El polen que más problemas alérgicos provoca en la zona castellana son las gramíneas, cuyo periodo de máximo apogeo cubre mayo y junio. «Aunque también es verdad que hay otros pólenes que polinizan cada vez más en otras fechas», matiza Fuentes. Las cupresáceas y las oleáceas madrugan en los meses de febrero y marzo.

Pese a ser una temporada complicada, el área de Alergología no cambia en exceso su rutina. Los pacientes cuando empiezan a tener síntomas han de ir al médico de cabecera, apunta la doctora del complejo hospitalario. El empeoramiento de esos cuadros por los factores externos hace que algunos vayan «un poquito más» a su consulta para ajustar los tratamientos.

Bien sea porque hay más diagnósticos o porque el paso de los años ha producido más alérgicos, el número de pacientes va en auge y ha aumentado en torno un 25% en los últimos quince años, una estimación que hace Fuentes ante la ausencia de una estadística precisa sobre cuántos pacientes tiene su área en el Hospital General de Segovia.

«Probablemente haya aumentado la incidencia de estas enfermedades. La contaminación, las variaciones del clima, la exposición que tenemos a los alérgenos, el estrés, todo lo que pueda provocar cambios en el sistema inmunológico. Eso hace que sea una de las enfermedades más prevalentes que hay en la actualidad», afirma la alergóloga. Una tendencia que, previsiblemente, aumentará. Ya afecta a una de cada cuatro personas. «Y ese aumento se ve cada vez más en niños», añade la doctora. Su consulta tiene en estos momentos lista de espera, algo que no ocurría años atrás.

También son cada vez más los pacientes que se han servido de la inmunoterapia. «La gente está muy contenta. Controla mucho mejor sus síntomas y no les impide hacer sus excursiones o sus meriendas en el campo, aunque tengan que tomar algo de medicación en algún momento puntual», explica Mercedes Fuentes. Estas vacunas de la alergia se pueden administrar a nivel sublingual o pinchadas, es decir, subcutáneas. La duración de los tratamientos oscila entre los tres y los cinco años.

Los indicadores básicos de una alergia a las gramíneas son congestión nasal, picor de nariz y de ojos, estornudos o lo que se conoce comúnmente como 'agüilla' nasal. Síntomas comunes con el asma, como la sensación de ahogamiento durante la práctica deportiva. Hay casos que el médico de Atención Primaria trata con un antihistamínico sin derivar al paciente a Alergología al considerar los síntomas como leves. Fuentes aboga por incluir en el historial al mayor número de pacientes posible: faltan diagnósticos.

«Hay gente que se toma el antihistamínico y lo controla, pero hay que poner el diagnóstico porque si sabemos que es a la primavera o a los ácaros hay unas normas diarias de evitación y tenemos tratamientos más específicos», aclara la especialista.

El objetivo de un alergólogo es neutralizar al agente causante de la alergia. «Que no altere tu calidad de vida», resume. Una lucha para la que la inmunoterapia ha permitido ganar mucho terreno, convirtiendo con años de vacunas casos de gran impacto en asintomáticos o en pacientes muy leves. «Son tratamientos en constante evolución para mejorar su calidad, su seguridad y ser cada vez más específicos. Eso facilita que podamos mejorar en la eficacia», pone de manifiesto Fuentes.

También se han sumado los fármacos biológicos, que no están elaborados con productos químicos y permiten controlar el asma –Fuentes habla de él como el cuadro más grave en cuestiones de alergias respiratorias– en pacientes con síntomas más avanzados.

Pese a los esfuerzos de los tratamientos, una primavera hostil altera inevitablemente el modo de vida de un alérgico. «Muchas veces no puedes salir a la calle o hacer excursiones. Sobre todo, en los niños, no pueden hacer todas sus actividades con calidad de vida», expone la doctora. Son hábitos extendidos como salir a correr. «Si hay mucho polen puede tener síntomas, fatiga, no puede correr como sus compañeros».

Las gramíneas tienen una víctima doble en los estudiantes, pues pasan su periodo de más estrés, los exámenes finales, con el pañuelos siempre a mano. «Algunos fármacos como los antihistamínicos producen sueño y muchas veces no les dejan estudiar bien», apunta la alergóloga. Y un eterno dilema que afronta cada cual a su manera: hasta qué punto compensa asumir las incomodidades de exponerse al alérgeno. «Lo que nosotros intentamos es tratar los síntomas para que puedan seguir haciendo todo lo que quieran», afirma Fuentes.

La medicación es importante porque una alergia mal tratada puede desembocar en asma. La especialista esgrime estudios en los que el tratamiento con inmunoterapia a pacientes en edades tempranas evita en la gran mayoría de los casos el desarrollo de patologías respiratorias más graves. «La alergia puede aparecer en cualquier momento; seguramente vengas cuando a ti te molesta».

Con todo, el diagnóstico no cubre todo el espectro, como la manta que deja siempre una parte del cuerpo sin tapar. Pacientes que ven alergia, equivocadamente, al más mínimo síntoma; y otros casos con una afectación más evidente que no van al médico.

Los alergólogos tienen un decálogo de consejos para que los pacientes aprendan a convivir con el polen, desde evitar paseos por el campo a ventilar la casa a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde, pues son las horas menos activas en cuanto a polinización.