La mejor rúbrica del Nava que se va

El Cuenca es el activo que más ha perdido en bolsa esta temporada. El subcampeón, que empezó la penúltima jornada sin la permanencia asegurada, tendrá que esperar a la última porque Cangas ganó su partido. Los manchegos apostaron por la versatilidad de un dibujo táctico dinámico, como esos equipos de baloncesto que sacan al hombre alto de la zona para permitir las penetraciones. El plan que ejecutaba Fede Pizarro, quien asumió los primeros tiros, desde un lanzamiento muy escorado que detuvo Patotski hasta su primer gol, en el que engañó al portero con la mirada.

Mientras, el navero Isaías Guardiola lideraba sin tanto protagonismo el ataque local en unos primeros minutos erráticos de ambos. Los porteros tocaban balón sin hazañas, las circulaciones estáticas eran plomizas y el marcador necesitaba de las transiciones para engordar. Andrés Vila, otro de los que hará las maletas, culminó el primer gran gol tras una sucesión de pases rápidos. Era solamente el sexto tanto en nueve minutos. El extremo también vivió la primera parada protagonizada por el portugués Espinha –nominado a mejor portero de Asobal junto a los dos gigantes del Barça–, que sacó el brazo izquierdo arriba para negar su contragolpe. Patotski paraba más, sin tantos fuegos artificiales porque su defensa le ayudaba más.

En un partido atascado, eran paradas y media: el gol que evitaba y el que lanzaba en transición. Así fueron intercambiándose los aciertos, sin ningún conato de parcial. Dos ciclistas que se daban relevos, sacando de la chistera perlas como la rosca invertida de Dani Pérez o el imán de Espinha, que no solo paró el tiro de Smetanka, sino que se quedó la pelota, como ese adulto que le quita el balón a los niños.

Llegó la segunda unidad y el Nava se puso al timón del partido con el dúo Moyano-Prokop, la extraña pareja de laterales que dominó la División de Honor Plata y gestó en 2021 la mejor primera vuelta del Nava en Asobal. El nivel de Espinha obligaba a hilar fino en el lanzamiento y el argentino sacaba el compás para ponerla en la escuadra. Es eslovaco alternaba sus internadas como tren de mercancías con transiciones. El dominio no se traducía en el marcador por culpa de Hackbarth, pero llegaron dos contras y un golazo en seis metros de Pablo Herranz, que la cogió a una mano con el defensor tan encima que habría merecido una orden de alejamiento.

Lidio Jiménez paró el partido con su equipo tres abajo y Rubén Río limitó daños con dos goles antes del descanso (18-16), neutralizando un tanto de Smetanka que resumiría sus tres años en el club; ganando por aceleración a gigantes para llegar a seis metros y fusilar. El Cuenca necesitaba un desencadenante y lo encontró.

Apenas pasaron segundos desde que Prokop fallara el tiro que pudo poner una ventaja de cuatro goles hasta que Espinha conectó un pase de fútbol americano para Hackbarth, que se zambulló, se encontró con Patotski, pero se salvó porque los colegiados señalaron siete metros. Óscar Marugán juró su inocencia –con razones de peso–, pero el defensor tiene la presunción de culpabilidad en estas acciones y el navero tuvo hasta que alegrarse de su exclusión y de que no le sacaran tarjeta roja. Rubén Río aprovechó la superioridad para liderar un parcial de 1-4 que empataba el duelo a 21.

El Nava replicó con su defensa: líneas de pase cortadas y transiciones felices. Pero enfrente estaba Espinha, que le negó a Méndez la brecha, esos cuatro tantos de ventaja que nunca llegó. El brasileño se crecía y volvía a equilibrar la contienda tras negar a Dani Pérez y lanzar a Tchitombi, que puso el 26-26 y pudo completar la remontada segundos después, pero llegó una parada clave de Patotski.

El último relevo fue para el trío de la despedida, que resolvió la papeleta. Smetanka marcó un gol clave que no solo ponía el 29-27, sino que lograba la exclusión de Tchitombi. El Cuenca seguía anotando, pero no encontraba nada en defensa. Moyano aprovechaba la superioridad para anotar y asistir a Vila, que firmó su mejor encuentro como navero. Prokop sumaba una rosca deliciosa y fusilaba para poner tres goles de por medio. El último clavo lo puso Vila, el que alejaba cualquier nubarrón. Y Smetanka se dio el gustazo de acelerar una última vez para cerrar la cuenta antes de recibir una placa, como sus compañeros, y cantar que sigue siendo el rey. Aunque su trono quede vacante.