Óscar Marugán: «La gente no celebra igual los goles de alguien de la casa»

–¿Qué hay detrás de este buen momento?

–Mucho trabajo, mucho sudor, muchas horas de entreno y gimnasio. Muchas ganas de intentar ser un poco mejor cada día. Al final, tu trabajo tiene su recompensa. Por eso logré marcar diez goles el otro día. Y con un poquito de suerte. Yo juego en una posición en la que a lo mejor no estoy tanto tiempo en contacto con el balón; en ese partido, los compañeros me hicieron llegar a mí más balones.

–¿Cómo consigue estar listo cuando le llega el balón pese a tocarlo tan poco?

–En un partido siempre estás caliente, pensando en que te va a llegar. Es complicado, pero es una cosa con la que convivo todos los días, para ello entreno.

–¿Cómo se compara con el chaval que debutó a las órdenes de Dani Gordo en 2019?

–Me noto más maduro, con mucha más confianza a la hora de jugar, con menos miedo a recibir el balón y a lanzar a portería. Han sido cuatro o cinco años en los que he entrenado muy duro todos los días y cada vez he conseguido más minutos.

–La continuidad le ha permitido mejorar. ¿Cómo se cuida?

–Al fin y al cabo, estás compitiendo todos los días frente a los mejores y yo físicamente no soy una persona de una talla grande. Tengo que trabajarlo en el gimnasio, cosas que le hacen menos falta a un tío que mide dos metros de ancho y de alto.

–¿Cómo suple la falta de físico?

–Con mi velocidad, con mi desparpajo, con calidad. Yo soy más de que me llegue y lanzar; la verdad es que ser extremo no tiene mucho más.

–¿Cómo se ha quitado el miedo a recibir el balón?

–El miedo se quita generando confianza. Y la confianza se consigue con minutos, que el entrenador la deposite en ti. Antes, yo a lo mejor no tenía esa confianza porque jugaba menos minutos y sabía que tenía que meter gol sí o sí para seguir en la pista. Tenía más presión encima. Ahora, con más minutos sobre la pista, es más fácil.

–¿Cómo olvida sus errores?

–Hay veces que no te da tiempo a pensar en el fallo. En el partido de Huesca, fallo una, me llega el balón en la siguiente acción y marco. Con mi edad es difícil olvidarse porque yo siempre he tenido el miedo de fallar y que me cambie el entrenador. Es cuestión de experiencia y minutos.

–¿Qué siente cuando un portero saca el puño?

–Me dan ganas de ir a la siguiente con todo y marcarle gol, pero tampoco me frustro; al fin y al cabo, él está haciendo su trabajo y yo el mío. En el partido con Huesca, me pasa: me hace Tercariol una parada en un contragolpe y voy el siguiente, le aguanto y consigo marcar gol.

–¿En esos momentos siente que se está adueñando del partido?

–No sabía muy bien lo que sentía, para mí era todo como muy nuevo. Solo pensaba en marcar gol, no era consciente de que me llegaban muchos balones. Eso para mí era un sueño, pero un sueño que me he trabajado yo con el paso de los días y años. Iban llegando los goles y coincidió que me tocaba lanzar penaltis, que eso ayuda también a la estadística. Marcar diez goles fue un sueño hecho realidad.

–¿El Nava está salvado con 22 puntos?

–Ya lo he dicho muchas veces, hasta que no estemos matemáticamente salvados… Estamos haciendo muy buen papel, está claro que es muy difícil que descendamos. Pero me traumó mucho lo que vivimos en 2022 porque descendimos teniendo 16 puntos en la primera vuelta.

–¿Le ha mejorado ese peaje de pasar por Plata?

–Yo creo que sí, a la hora de optar a minutos. Antes no jugaba tanto porque no estaba al nivel de la Liga Asobal; al descender, viene Álvaro Senovilla, que ha confiado en mí en Plata. Ya digo, jugar te da confianza. Dani Pérez y yo estamos haciendo la misma temporada que el año pasado. Y teníamos unos números bastante buenos.

–¿Uno empieza a mirar la clasificación hacia arriba?

–Tener los puestos europeos ahí, a un punto, siempre te genera ilusión. Hacia abajo miramos con muchísima tranquilidad. ¿Por qué no seguir optando a mirar para arriba?

–¿Siente la responsabilidad de ser el jugador de la casa?

–Más que responsabilidad, es orgullo. Jugador de la casa me he sentido siempre, por el cariño de la gente del pueblo. Se nota, no celebran igual los goles de alguien de la casa que han visto crecer de pequeño que otro, por ejemplo, como Jakub Prokop, que vino de hace tres años y nadie sabía quién era.