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Laura de Juan se despertó a las cuatro de la mañana del sábado para ir al baño y volvió a la cama con una sonrisa. «Mira, está lloviendo y no se nos está mojando nada, qué bien». Tres horas después, su madre se despertó y gritó cuando se encontró con una balsa. Su bloque de la calle Alberti está sin tejado por las obras de remodelación de estas viviendas de protección oficial de la Junta y esta mujer de 28 años tuvo que salir de allí el sábado con sus dos hijos rumbo a un hotel que su precaria economía no puede costear ni una noche más.
La huida no fue inmediata; el sábado lo soportaron con una decena de cubos y toallas en el suelo. Pidieron soluciones a los obreros, pero no fueron inmediatas. «La lluvia estaba prevista desde hace días y se ponen a taparlo ahora», lamenta. Su hijo de cinco años resumía lo vivido: «Mamá, nunca he visto que llueva en una casa». Su habitación, con goteras, como toda la vivienda, es la que mejor estado presenta. En la de su madre caían gotas en la mañana de este lunes sobre la cuna de su hija pequeña, de 11 meses.
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El sábado avanzó entre angustias. «Rallados de la cabeza. No comes bien, pensando qué hacer con los niños y hay que levantarse a cambiar los cubos cada diez minutos». Hasta que empezó a caer agua por la lámpara del salón y llamaron a la policía. «Nos dijeron que no tendríamos que estar aquí, que era peligroso, pero no nos dieron soluciones». Así que a eso de las 8:30 horas fueron a un hotel, pagado de su bolsillo. Cada noche, 86 euros. Más la comida, claro. La cuenta por tres noches supera los 300 euros para una familia que cuenta con una ayuda de 400 euros de la abuela y la media jornada de la madre como camarera de pisos. «Mañana (por este martes) me toca volver al trabajo con este panorama de vida. Con estos niños no puedo dormir aquí, pero no puedo pagar más noches de hotel porque nos quedamos sin dinero para comer».
La familia visita el hogar que lleva habitando más de 20 años. «Hay que venir cada mañana a ver cómo está la cosa». El domingo estaba mejor, pero ayer la cosa había empeorado. Escuchan gotas y buscan el origen: la cocina es la culpable; ahí sigue, ya empapado, el pan del sábado y la vitro cerámica es una piscina. «Está la casa para tirarla, literal». No hacen falta obras para que el agua cause estragos, como prueba una gotera del salón que lleva ahí años. «Cuando llueve siempre pasa algo. Pero esta vez, con el tejado abierto, peor».
Si ellos se marcharon el viernes, la familia del portal vecino aguantó hasta el domingo con diez personas en la casa, incluidos una mujer embarazada y niños pequeños. Tras dos días entre cubos, la situación se convirtió en insostenible. El agua conquistó la vivienda hasta el punto de que saltaron los plomos. Llegó entonces la policía y les realojaron en el Sol Cristina. Ahí empiezan los pormenores de una evacuación. Solo tenían cubierto el alojamiento, no así la comida. El domingo cenaron porque los agentes gestionaron una solución de urgencia: diez bocadillos en un bar. Ayer desayunaron en el hotel y rechazaron la oferta de la Junta de ir a un comedor social porque creen que no es una emergencia sobrevenida, sino una negligencia de la empresa.
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Ante el aviso de la DANA, la Junta asegura que reclamó a la empresa que está haciendo la obra en las cubiertas del edificio, «adoptar medidas para intentar que no tuviese consecuencias sobre las viviendas». El sábado se tendieron toldos y colocaron materiales para evitar filtraciones en las viviendas, pero, a su juicio, «ha sido inevitable por el episodio tan fuerte de lluvias». El ente regional asegura que el sábado ofreció el realojo a las tres viviendas a las que afectaban y el domingo a la vivienda finalmente realojada en el Sol Cristina, con siete adultos y tres menores, después de que la Policía Local, que intervino de oficio, visitara otras tres viviendas, unas actuaciones que no desembocaron en realojos porque los inquilinos prefirieron quedarse o marcharse a otros lugares, informa el Ayuntamiento de Segovia.
Ayer evaluaron otras dos viviendas con tres personas en total, una en una de ellas, y otras dos personas en la otra, para «ver si es necesario realojarles o no». La de Laura no estaba entre ellas, por más que los vecinos relataban sus penurias a uno de los representantes. «Se está manteniendo contacto permanente con la empresa para solventar el problema cuanto antes».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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