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Usuarios segovianos del Avant se replantean mudarse a Madrid por los retrasos y supresión de frecuenciasLas obras para la renovación integral de la estación madrileña de Chamartín, que cumplen casi dos meses, obligaron a modificar las frecuencias de los trenes de alta velocidad en el conjunto del país. Los cambios han afectado de lleno a la población segoviana, ya que se estima que más de 3.000 residentes se desplazan entre la provincia y Madrid o Valladolid. En su mayoría, son trabajadores y estudiantes que han tenido que adaptar sus rutinas a los nuevos horarios, lo que no siempre es fácil. A ello se suma el aumento de la demanda, que supera con creces la oferta de plazas disponible, lo que lleva a los viajeros a organizar con antelación de varias semanas sus traslados, reuniones y rutinas.
Las bonificaciones gubernamentales de los billetes se consideran un aspecto positivo, pero las penalizaciones dirigidas a evitar el fraude en su uso han colocado incluso a muchos segovianos en lo que denominan 'la lista negra', lo que les impide renovar el abono del Avant por un tiempo. Estas últimas modificaciones, junto a los problemas de aparcamiento en la estación, han provocado que muchos usuarios se replanteen este método de transporte. Hay pasajeros que, después de más de una década como usuarios recurrentes del AVE, han apostado por buscar alternativas para viajar, desde el uso del autobús al coche. Otros, han preferido solicitar a la empresa el teletrabajo definitivo e, incluso, han iniciado los trámites para abandonar sus actuales hogares en Segovia y mudarse cerca de sus centros laborales.
La preocupación por las modificaciones horarias se agravan en el caso de los trabajadores cuyo horario es nocturno, sin posibilidad de cambios ni reposo. El perjuicio empeora cuando, una vez en casa, hay que conciliar el descanso con la vida familiar. «Nos han quitado el AVE de primera hora de la mañana; nos hacen salir de noche del trabajo y hasta las 11:00 horas no llegamos a casa: es una paliza, me están quitando el sueño», asegura Elena Postigo, enfermera en un hospital madrileño.
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Es una medida que «no me afecta en llegar tarde a trabajar, sino en dormir». Esto se debe a que, al tener que coger un tren que sale más tarde de lo habitual, «cuando llego no descanso nada». Tiene un hijo pequeño al que tiene que llevar al colegio. «Cuando tengo que recogerle, ya directamente no me acuesto; es una especie de tortura psicológica», lamenta. Todo ello cuando su labor implica una gran responsabilidad, por lo que no puede cometer un mínimo error.
La llegada del tren de alta velocidad a Segovia permitió que, hace ocho años, pudiese elegir vivir en su ciudad natal. «Me quedé aquí», sostiene. Sin embargo, la supresión de frecuencias le hace replantearse esta decisión. «No quiero dejar mi trabajo, me gusta mucho», declara. Pero si esta situación se prolonga, no tendrá otra alternativa. La estación de autobús, en Moncloa, está muy lejos del hospital en el que trabaja. «Tampoco puedo coger el coche porque no duermo y pienso: seguro que tengo un accidente», advierte.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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