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La fina línea de las personas sin hogar: del coche a la calleLa ciudad de Segovia ha duplicado en los dos últimos años el número de personas sin hogar que ha recibido atención por parte del sistema. Los datos del convenio entre el Ayuntamiento de la capital segoviana y Cáritas para la atención de transeúntes hablan de ... 286 personas atendidas en 2023, un dato similar al del año pasado (283) pero que supone más del doble de los de 2021. Una parte lo explica la precariedad de los últimos tiempos y otra viene por la extensión del propio programa. «A partir de la pandemia, ha habido un aumento en todos los programas de Cáritas, desde una familia que no puede pagar la calefacción a esto, que es más acuciante. El perfil que antes no era sin hogar porque podía mantenerse está cayendo», subraya el técnico encargado del programa en Cáritas, Álvaro Pérez, que alude a trabajos de baja calificación o empleos parciales ante la subida de los alquileres. Casi una persona al día pasa por sus manos.
La línea para definir a una persona sin hogar es muy fina. «Yo me imaginaba desde que era pequeño al que está en la Gran Vía con un saco de dormir, pero el perfil es muy distinto. En el caso de Segovia es raro ver a personas que duermen en la calle, así que el fenómeno pasa muy desapercibido», explica Pérez. Se manifiesta con casos como una familia rumana que durmió el mes pasado en los soportales de Santa Eulalia –es relativamente frecuente que vengan grupos de Europa del este a pedir– pero lo habitual es que haya algo antes de caer hasta ahí. Desde casas ocupadas a dormir en el coche.
¿Cuánta gente hay durmiendo en la calle? «Si yo pago un alquiler a un chico, ¿cuenta o no? Porque estaba durmiendo en la calle. Más de 20 están en vehículo, una casa ocupada, sin suministros. La casuística es muy complicada de matizar». Lo habitual es que los que duermen al raso se cuenten por unidades. La línea fina. La primera tarea de los profesionales es precisamente evitar pasar ese umbral costeando alquileres u ofreciendo alojamientos de emergencia porque después es complicado volver a una vida normalizada. «Remontar es muy complicado. Búscate un trabajo durmiendo en la calle, con falta de higiene. Y a nivel anímico te afecta muchísimo. Aunque hay casos que han conseguido salir». Por eso la tendencia, en lugar de buscar un trabajo desde la calle, algo que «no es muy realista», se les otorga primero una vivienda –tutelada por un trabajador social– para reducir ese estrés y trabajar pautas de higiene, mejorar horarios y evitar problemas como el consumo de alcohol.
La memoria de Cáritas registra los datos de enero a noviembre, el periodo que cubre su convenio con el Ayuntamiento, pero no diciembre, pues ese mes lo asume la ONG a fondos propios. Su trabajo empieza con la mínima intervención, como la llamada de un vecino para informar de que un grupo de personas está durmiendo en tal sitio o en el coche. «Hay mucha gente que no llega a nosotros por vergüenza o desconocimiento. Así que, si no se acercan a la sede, vamos nosotros a hablar con ellos».
A veces se limita a simple información sobre dónde dormir o qué ayudas hay, aunque muchos lo rechazan y van a otra ciudad. Por eso la base de datos es clave a nivel nacional. «A mí me permite ver cómo han trabajado con esa persona en Valladolid o Salamanca». Desde derivaciones a comedor social o médicos a lo que llaman «trabajo intenso», que incluye pagos de alquiler o actividades de ocio. Muchos no llegan al sistema porque la relación no llega al intercambio de datos. «Es muy complicado que alguien que lleva tiempo en la calle decida quedarse. O son de paso o es gente que tiene alguna relación con la ciudad».
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Luis Javier González
Ana María Criado
Mónica Sastre (Ical)
Cáritas atendió en 2023 a 214 hombres y 69 mujeres, que representaron un 24% del total por el 11,6% de 2021. Es decir, se duplica el porcentaje, bien porque hay más mujeres en la calle o porque son más las que piden ayuda. El 12,5% de los usuarios del último año son menores de edad (36) y solamente seis tenían más de 65 años. El 41% (118) son españoles. Las nacionalidades con más usuarios son Perú (25), Colombia (25), Venezuela (23), Georgia (13; Rumanía (11) y Bulgaria (11). Han llegado personas procedentes de 23 países: Marruecos, Honduras, Malí, Cuba, Argelia, Senegal, Kazajistán, Argentina, Portugal, Gambia, Turquía, Brasil, Panamá, Bélgica, Lituania o República Checa.
El trabajo incluye a la Policía Local. Cuando los agentes detectan a alguien en la calle, es frecuente que le costeen una noche de pensión, cubierta por los fondos del convenio. La época de más presión es el invierno. «Es cuando la gente necesita más ayudas. En verano, mucha gente llega a Segovia, duerme en calle, se va al día siguiente y no nos percatamos de ello. Porque aquí no hay albergue, un recurso de estancia larga. Establecerte aquí es muy complicado, por eso mucha está de paso». Algo que complica atajar el problema de fondo «Un solo día es insuficiente para iniciar un proyecto de vida, buscar trabajo, hacer seguimiento médico…».
Por eso Pérez alude a otro problema social. «Muchos vecinos no conciben que una persona rechace las ayudas y nos dicen que no hemos ayudado a alguien». La primera piedra de su atención es precisamente contemplar ese escenario. «Si en su libertad quiere dormir en la calle, yo lo respeto. Yo estoy para ayudar, aunque a veces me cueste entenderlo». Como que haya transeúntes que prefieran pedir a ir un comedor social, un recurso sencillo en una ciudad en la que funciona la relación entre administraciones, subraya, pues este recurso es de la Junta.
El porqué es complejo. Pérez habla de gente «quemada» con recursos que ha intentado y no han funcionado. «Es alguien con muchos problemas, es polifacético. Han perdido toda su red social, han caído en un punto muy bajo y lo mejor llevan muchísimos años en un circuito en el que se les ha prometido que se les va a cuidar y no ven la salida». Por diferentes causas, desde el consumo de drogas a la salud mental. La falta de paciencia es un problema clave –hay prestaciones como el Ingreso Mínimo Vital al que podrían acceder, pero requiere de documentación y tiempo– por eso los profesionales tienen que mover la montaña antes que esperar a Mahoma en ella porque no quieren procesos: contar su vida una y otra vez.
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