Los efectos de la pandemia disparan las clínicas médicas de estética en Segovia

También en Segovia, que no es una excepción en esta tendencia y que cuenta ya con nueve centros acreditados por la Junta de Castilla y León, una competencia que preocupa a algunos locales más veteranos ante la incertidumbre de si hay suficientes retoques para repartirse la tarta.

Yolanda Egido es una de las profesionales que atesora más experiencia en sector segoviano. Empezó hace once años como encargada de uno de los primeros tratamientos de láser, que abrió en el centro comercial Luz de Castilla. Valoró la oportunidad de abrir un establecimiento en Reino Unido o seguir en la franquicia.

«Según somos los segovianos, lo quería más personal. Allí tenías que hacer las axilas en quince minutos y no podía hacer lo que yo quisiese», recuerda. Así que montó su propio negocio con una compañera de trabajo del mismo centro. «Entonces no había mucho centro médico-estético. Ahora hay a patadas», asevera. Lo llamaron Sin Más, una expresión que se ha popularizado con el paso de los años porque empezaron a enumerar cosas que quitar: sin más pelo, sin más arrugas...

Aquel centro empezó con la medicina desde el primer día: bótox o ácido hialurónico o solárium –bronceado de piel mediante radiación ultravioleta– y láser. También introdujeron cirugías y mandan a pacientes a operarse en Madrid. Egido lamenta que en Segovia no haya una clínica apta. «El Hospital de la Misericordia no está preparado, en caso de que pase algo, a nuestro cirujano se le queda corto, y es una pena, saldrían muchas más cirugías».

Una oferta múltiple para un mercado con pocas clínicas que debían abarcarlo todo para sumar clientes. «Luego esto ha sido como los dentistas, hemos tenido chicas que hemos formado aquí que han puesto sus negocios», comenta Egido. Y el 'boom' después de la covid. «Nosotros cerrábamos en verano por las tardes, pero los dos años después de la pandemia la gente no se iba de vacaciones y se gastaba el dinero. Te hablo de trabajar, trabajar».

La proliferación de locales les ha llevado a concretar su oferta en la parte médica. Su estrategia es publicitar más las cirugías, quizás el gran nicho por explotar, pero la mayoría de su negocio es láser y su clientela es personal. «Al final el boca a boca es lo que funciona en Segovia y no nos quejamos; pero lo que estamos haciendo es meter la medicina en vez de la estética». Bronceado solar en invierno para tratar la soriasis o la dermatitis. «No sé quién es el dermatólogo que me está mandando gente del hospital con foliculitis –una infección de la piel, generalmente por bacterias– o pelos enquistados para cirugías. El bótox no solo es para la pata de gallo, también trata en bruxismo –el rechinar o crujir de los dientes–, el exceso de sudor o las migrañas. Pasan de una cabina a otra o vienen una vez al año a mantenimiento».

El primer mensaje de una clínica es que los cambios en el cuerpo los generan los hábitos, no hay milagros. Yolanda Egido pone un ejemplo reciente de una mujer con 20 kilos de más que no quería hacer dieta ni ejercicio. «Pero es que eso ni en Lourdes. Si vienes con obesidad, lo primero que tienes que hacer es comer bien; si no, no tires el dinero porque luego va a decir que mi tratamiento no funciona», argumenta la especialista. El acné es otro nicho importante porque acorta plazos, como el dentista. «Para que el médico de cabecera te mande al dermatólogo puedes tardar nueve meses», añade.

Diana Otero ejemplifica los inicios de la estética segoviana, la voluntad arriesgada de un pequeño empresario vocacional. Se marchó con 18 años a trabajar a Madrid como esteticista y volvió al cumplir la treintena. Empezó como autónoma itinerante por centros de Segovia, Valladolid o Salamanca y aprovechó la oportunidad cuando sus padres cerraron el bar que tenían en Navalmanzano. «Ahí me organicé mi chiringuito. Empecé con unos biombos y puse unas camillas», recuerda.

Cuando iba a volver al pueblo a vivir, uno de los currículos que había repartido por Segovia derivó en una cita en un local de la calle Santo Tomás. Pensaba que era una entrevista de trabajo, pero era una oferta de traspaso. Tras dar vueltas al asunto, dijo que sí.

La primera tarea de su negocio fue cambiar la imagen de un centro con citas canceladas y quemaduras por láser. «Había un desastre ahí montado», apunta Otero. Además, se encontró un local con humedades y al que le habían cortado la luz. Abrió el 5 de marzo de 2019 con el nombre de Dione, una diosa griega, madre de Afrodita. «Había gente que venía a gastar los bonos de láser o tarjetas regalo, yo no ganaba un duro; pero al final fui fidelizando a gente», señala.

Los lunes cerraba para atender a sus clientas de Navalmanzano, que terminó por derivar a Segovia. El aumento de la demanda estética tras la pandemia del coronavirus le permitió contratar a su primera trabajadora y a ganar aparataje. Con el tiempo, el negocio prosperó y compró el local actual, situado en la calle Ramón y Cajal.

El relato de Otero es que la crisis sanitaria desatada por la covid-19 hizo que la demanda creciera en todos los centros de estética del país. «La gente había estado en casa, se dejó un poquito, había engordado, no se había quitado los pelos». Tras un pico en 2022, el volumen se estabili