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«Hay huellas imborrables, vuestro testimonio de vida permanecerá siempre en nuestra memoria. En homenaje a los fallecidos por la pandemia covid-19». Es la leyenda que reza en la placa del monolito descubierto en Segovia durante la ceremonia en recuerdo de las víctimas ... del coronavirus en Castilla y León. Hasta este lunes, 3.793 vidas cobradas por la enfermedad en la comunidad que han estado representadas por algunas familias llegadas de distintas provincias para honrar sueños, historias protagonizadas por nombres y apellidos. Y es que las víctimas «no son números», recordó Eduardo Estévez.
El salmantino fue la voz de esos hogares resquebrajados por la pandemia, de quienes han padecido la cruel pérdida de padres, madres, hermanos, hijos, abuelos. En sus palabras pesaba la deuda adquirida con los allegados fallecidos. Con Dionisio Sanz, de Montemayor de Pinilla; o con Generoso García, trabajador y pionero del jamón ibérico, o con Alejandro del Amo, emprendedor soriano. En su caso, con sus padres, Isabel y Manolo, que murieron en apenas tres días como si «quisieran continuar su vida juntos en otra vida».
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Sus progenitores, al igual que los castellanos y leoneses caídos en esta lucha sin cuartel contra el virus, «se dejaron la piel por esta tierra». Sus padres «construyeron una empresa familiar y nos enseñaron a levantarse cuando venían mal dadas». Tras su muerte, pueden los recuerdos en Pelabravo cuando Eduardo y su hermano eran niños, los aprendizajes en verano, los partidos del Atleti o los paseos por Salamanca.
«Trabajo, honradez, austeridad y humildad fueron sus pilares inquebrantables y la mejor enseñanza», presumió de herencia el portavoz de las familias; y ello a pesar del dolor que aflige la «inmensa pérdida de gente valiosa que ha contribuido al desarrollo de esta tierra», subrayó en su testimonio ante los doscientos asistentes que honraron, en el Jardín de los Zuloaga de Segovia, la memoria de los caídos por la covid-19.
A pesar del vacío y la tristeza, Estévez animó a mirar hacia adelante «desde el recuerdo y la esperanza». Las huellas imborrables de cada legado guiarán el camino largo que queda por andar. «Queda mucho por hacer en sus nombres», afirmó al mismo tiempo que apeló a la unidad y solidaridad de los castellanos y leoneses y agradeció la generosidad y el sacrificio de sanitarios, empresas y trabajadores. «Tenemos que aprender de los errores y no bajar la guardia, tenemos que seguir cuidándonos y luchando contra el virus para que no haya más pérdidas», concluyó Eduardo Estévez.
La segunda voz que se subió al atril fue la de la médico internista del Hospital de Segovia, Eva Ferreira, quien compartió su testimonio en representación de los profesionales sanitarios. En su mensaje, extendió aquellos aplausos que resonaban cada día a las ocho de la tarde a otros compañeros que también han estado en la primera línea de la batalla contra la covid, como cocineros, auxiliares, celadores, enfermeros, personal de los servicios esenciales, trabajadoras de limpieza, Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las empresas del sector alimentario... «Imposible enumerar a todos y cada uno de los colectivos que han dado lo mejor de sí», dijo al agradecer la solidaridad que afloró en el confinamiento.
La internista segoviana no quiere que se pierda ese espíritu de lucha, de cooperación y de unidad que prendió cuando la pandemia arreciaba. Cada gesto «nos ha dado fuerzas para no rendirnos y no dejarnos vencer por el miedo», confesó. Los sanitarios han sido tratados como héroes, pero la portavoz de esas trincheras hospitalarias, residenciales y de los centros de salud precisó con tristeza que en esta lid «no todas las historias de héroes han acabado bien» y con vos entrecortada recordó a los compañeros fallecidos en acto de servicio.
«Nuestra vocación de atender a los demás se ha hecho patente en esta situación de especial vulnerabilidad», ratificó así el compromiso de los sanitarios pese a la dureza de las experiencias vividas. «Todos tenemos cicatrices en el cuerpo y en el alma»; pero Ferreira se queda con las miradas de cercanía de los pacientes que se debatían entre la vida y la muerte, y sobre todo con la «valentía y la generosidad, la comprensión y constancia a pesar del agotamiento».
Al igual que la voz de las víctimas, la de los sanitarios llamó a remar en la misma dirección. «El largo camino hacia la meta lo tenemos que hacer juntos», conminó la internista. Los poderes públicos, mediante el servicio al ciudadano; los profesionales sanitarios, a través de ese firme compromiso de trabajo, y la población en general, con «respeto y el buen uso de los recursos». «Esto no ha pasado todavía -insistió-, no olvidemos el pasado y las lecciones aprendidas», advirtió al final de su intervención
La tercera y última voz del homenaje fue la del exjefe de la Comandancia de la Guardia Civil en Segovia, Fernando Gil. Él encarnó la esperanza y las segundas oportunidades que da la vida al ser uno de los 27.000 ciudadanos de la comunidad que han superado la enfermedad. Cuando estuvo hospitalizado, «al dolor físico se unía la incertidumbre y la preocupación, el cansancio y el temor hasta que te dicen que has vencido al virus». El superviviente incidió en la enseñanza que le ha aportado esta experiencia «tan penosa». «Nos ha hecho aprender mucho, valorar la vida y las pequeñas cosas como el frescor en la boca al dar un mordisco a una manzana», confesó.
Además, felicitó a cuantos se esfuerzan en doblegar al coronavirus por «su extraordinaria dedicación», tanto en los hospitales como en la Atención Primaria. No se olvidó de las Fuerzas de Seguridad, de los equipos de Protección Civil ni de las Fuerzas Armadas que también han luchado contra el coronavirus. Para terminar, un aviso: «El virus está aquí, cada imprudencia la sufrimos todos», por lo que concluyó con un llamamiento a la responsabilidad.
Antes de que las palabras acumulasen emociones y gestos de respeto y asentimiento, el acto empezó con la interpretación por parte del cuarteto de cuerda de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León del 'Adagio de Albinoni', previo al himno de España.
Un vez acabadas las tres intervenciones, cuatro representantes de las instituciones, acompañados cada uno por familiares de víctimas de la covid-19 en la región, colocaron calas blancas en el monolito con la placa del homenaje, cuya ubicación final está por decidirse. Primero, el presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, junto a la leonesa Sara Doce, que perdió a su marido, Manuel Pereira, y que asistió al tributo con su hijo José Manuel. Luego, el delegado del Gobierno, Javier Izquierdo, y José Manuel de la Fuente, repitieron la solemne y austera ofrenda de flores. Después, el presidente de las Cortes, Luis Fuentes, y la soriana Esther Santamaría, a quien el virus arrebató a su marido, funcionario de prisiones. Le siguió la alcaldesa de Segovia, Clara Luquero, quien depositó las calas junto al nieto de Francisco de Paula, fallecido en Ávila. Y terminó el presidente de la Diputación Provincial, Miguel Ángel de Vicente, que cumplió con la ofrenda junto al Manuel Estévez, hermano de la voz de la víctimas en el acto.
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