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Si usted se planta delante de esta página sin más noticia que el resultado, el subconsciente le puede trasladar directamente tres meses atrás y lamentar un empate en campo ajeno, desde la trinchera y de un sufrimiento extremo. Si le pone aquellas imágenes a este ... empate estará equivocándose, por mucho que la conclusión final en el fútbol se circunscriba al resultado final.
Hay empates y empates, al igual que hay puntos que saben a gloria bendita y otros a derrota. El sumado ayer en Las Palmas es de estos últimos aunque el proceso para llegar hasta él no tenga nada que ver con el de hace un año. Es cierto que deja algunas similitudes con aquella colección de récord que dejó en herencia Sergio González, pero seguramente en un análisis más profundo y sesudo el equipo de Pacheta sí hubiera ganado ayer a los puntos.
No por ocasiones claras ni por fútbol rotundo y sí por protagonismo con y sin balón. El empate pone al Valladolid en camino, pero también le deja un buen número de lecciones y asignaturas que debe superar con el paso de los meses.
UD Las Palmas
Raúl Fernández; Lemos, Raúl Navas, Ferigra, Benito; Pejiño (Pinchi (minuto 58), Maikel Mesa, Peñaranda (Curbelo, minuto 72); Sergio Ruiz, Kirian (Loiodice (minuto 73) y Sadiku (Jesé, minuto 58).
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Real Valladolid
Roberto; Luis Pérez (Janko, minuto 82), Joaquín (Alcaraz, minuto 82), Kiko Olivas, Javi Sánchez (Bruno, minuto 76), Olaza; Óscar Plano, Roque Mesa (San Emeterio, minuto 63), Toni Villa (Aguado, minuto 63); Marcos André y Weissman.
Goles: 0-1 (minuto 53): Marcos André. 1-1 (minuto 64): Jesé.
Árbitro: Arcediano Monescillo, de Castilla La Mancha. Amonestó a Marcos André, Plano, Aguado, Plano, y Javi Sánchez por los locales, y a Pinchi y Benito, expulsado por roja directa en el minuto 94, por los visitantes. Víctor Areces en la sala VOR.
Incidencias: Estadoi de Gran Canaria. 7.100 espectadores en la vuelta del público a las gradas.
Hay ganas por distanciarse lo antes posible de todo lo que huele a la última temporada, y de ahí se colige una llamativa curiosidad por conocer la alineación. Casi tanto como saber del sistema y la disposición del equipo en las islas. Sergio empezó a cavar la tumba del Valladolid antes de los partidos, en el vestuario, a la hora de escribir sus onces en la pizarra. Suele apuntarse que es el entrenador quien mejor conoce el estado de forma de sus futbolistas, pero en este caso ha bastado un solo partido para poner de acuerdo a todos los aficionados. Las veleidades de la competición dirán otra cosa, pero de momento Pacheta ha empezado con los mejores en el campo.
Sorprendió la presencia en portería de Roberto –más por los rumores de salida que porque no tenga más cualidades que Masip–, y en el resto coincidió casi al cien por cien con los deseos del aficionado. Podía albergar alguna duda la presencia de San Emeterio en el centro del campo en detrimento de Roque Mesa, pero la titularidad del canario, en todo caso, no desentonaba en una idea de juego más ambiciosa como la que pretende inculcar el técnico burgalés.
Pero eso es la teoría y lo que dicta la pizarra necesita un rodaje para plasmarse en el campo. Con mucho camino aún por delante, y por lo tanto un margen de mejora infinito, el Valladolid se plantó en el estadio de Gran Canaria con la intención de ser protagonista, profundo y acertado en los metros finales. Consiguió lo primero, por momentos también lo segundo –con unos metros todavía por ganar por parte de Olaza para llegar a la línea de fondo–, y se quedó a medio camino del tercero de sus objetivos.
La primera parte dejó pendiente esa asignatura. Dispuso el equipo blanquivioleta del balón, lo manejó con mayor criterio que Las Palmas, tuvo en Luis Pérez a su jugador más incisivo, pero todo ese proceso naufragó al pisar área. Sin ocasiones claras ni posibilidad de crear peligro por el centro, fueron las bandas las que dieron el único rédito. Dos atinados centros de un Luis Pérez pegado a la cal encontraron a Marcos André bien posicionado pero romo en la definición de cabeza.
En el primero remató forzado por encima del larguero, mientras que en el segundo, en un balón mucho más franco, peinó flojo a las manos de Raúl Fernández. Hasta ese instante centraba quien debía centrar, pero no remataba quien debía rematar.
Weissman se mostró voluntarioso en la recuperación de balones en el centro del campo pero no apareció cerca del área. Para llegar al notable solo faltaba ese matiz. Y sin ese matiz solo se llegaba al aprobado al paso por vestuarios.
Enfrente, poca oposición. Más intención que amenaza en un equipo, el de Pepe Mel, que se fue desinflando con el paso de los minutos sometido por la superioridad visitante. Exceptuando alguna aventura en solitario de Peñaranda, los canarios se quedaron en un mero amago. En conato. Y tanto fue así que prácticamente desde que se cumplió la primera media hora de juego, al planteamiento de Pacheta le sobraron centrales. Joaquín, Kiko Olivas y Javi Sánchez solo debían preocuparse de un jugador, Sadiku, que apenas sí tocó dos balones en una hora de partido. Tampoco la compañía inquietaba, ya que ni Pejiño ni Sergio Ruiz lograron entrar en partido para sacar a los centrales de sitio.
Asentado su dominio y controlado el partido, faltaba la guinda. En este caso, el remate a uno de esos centros envenenados que llovían desde la banda derecha. Y llegó. En un saque de banda aparentemente inofensivo que Plano filtra para Luis Pérez y el andaluz sirve al segundo palo para que Marcos André, aprovechando una salida en falso (error garrafal ) del meta local, marque a portería vacía.
El gol acabó por cerrar el círculo después de cincuenta minutos de dominio y protagonismo, y curiosamente cuando debió aportar mayor tranquilidad y seguridad al juego, mandó al Valladolid al diván. En un visto y no visto, y sin demasiados motivos que lo argumentaran, el partido se puso patas arriba para el Valladolid. Solo mediaron dos cambios, por lo que se infiere que la mano de Pacheta ayudó más a Pepe Mel que a su equipo.
Se pareció entonces el técnico a su antecesor, retirando a Toni Villa y a Roque Mesa a la hora de juego para sostener el resultado con San Emeterio y Aguado.
El plan, muy respetable, tardó solo unos segundos en hundirse en el fango. Los que empleó Las Palmas en trazar su única ocasión, eso sí de tiralíneas, para llevar el empate al marcador. Kirian Filtra un balón por la banda izquierda a Benito, cuyo centro salva a los centrales –¡hasta tres!– antes de conectar con Jesé quien, en su primer toque de balón, se anticipa a Javi Sánchez para rematar al fondo de la red.
El gol sacó de sitio al equipo de Pacheta, que por unos minutos estuvo a merced de su rival, aturdido por el golpe pero también desubicado en su reestructuración tras los cambios.
Con el partido en la centrifugadora, pudo pasar cualquier cosa, aunque esa incógnita rondara más la portería del Valladolid que la de los anfitriones.
Dispuso de una última ocasión Olaza en una falta directa esquinada, pero Raúl Fernández la despejó de puños. El partido murió tras una entrada salvaje de Benito que pudo mandar a Aguado al quirófano.
El punto no se aleja mucho de lo visto meses atrás, sí la intención de ir a por el rival, y sabe a muy poco a un Valladolid que tiene aún algo más que una maratón por recorrer.
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