¡Goleada y en Primera!

Sin necesidad de que rodara el balón, la fiesta era casi perfecta. Recibimiento de las grandes ocasiones, campo lleno como en los últimos partidos en Primera, optimismo por toneladas en las gradas,... y el once de gala en el campo, además de un motivador nato en el banquillo. Nada podía fallar. Al menos sobre la alfombra de Zorrilla. Otro gallo cantaría en Santo Domingo y Butarque, porque el que debía cantar en Valladolid lleva semanas afinado.

Desde que jugara contra las cuerdas en Eibar, el equipo de Pacheta es otro. Probablemente menos brillante pero más fiable. Menos alegro pero más serio. Menos llegador pero más seguro. Menos contundente y más disciplinado.

Solo faltaba por saber si respondería igual en una situación extrema de verdad. Con el nervio a flor de piel. Con la presión sobrevolando cada acción. Con la tensión inflando la yugular.

En ese escenario, y con el espejo de Ipurua como referencia, la puesta en escena fue correcta. No en tromba como se podría suponer, y sí con un espíritu conservador. Dominador, sí, pero poco incisivo. Esperando que fuera otro quien diera el primer golpe sobre la mesa. Que fuera otro campo el que inaugurara el carrusel radiofónico. Y en esa partida encubierta que jugó el Real Valladolid en tres mesas a la vez, fue Butarque quien abrió fuego primero. Fue el Leganés quien abrió la caja de los truenos. Quien desató las hostilidades en Almería y los aplausos en Valladolid.

El gol de Borja Garcés (minuto 9) se celebró como propio en Zorrilla, muy a pesar de que por entonces el escenario no se movía y dejaba al Pucela en puesto de 'play-off'. A un gol de Primera, pero en idéntico sitio de donde partió minutos antes. Necesitaba marcar, y el tanto del empate de Ely para el Almería espoleó por momentos a los locales, que en la media hora final antes de llegar al descanso se rifó los balones parados para estrenar el marcador. Hubo, entonces, cierto punto de egoísmo. Todos querían salir en la foto como el autor de gol del posible ascenso, y primero Plata por dos veces (córner y falta) y después Nacho amenazaron la portería de Andrés a balón parado.

No era esa la vía, y el segundo del 'Lega' avivó la llama con un minuto eléctrico en el que el Huesca pudo adelantarse con un balón al larguero de Gaich y a continuación fue Weissman el que, a servicio de Toni, remató de cabeza al palo.

Al descanso, el orden de los factores no alteraba la quiniela. Empataba el Eibar y perdía el Almería, pero no ganaba el Real Valladolid, con lo cual el ascenso seguía siendo para los dos primeros.

Se habían jugado envites, munición de fogueo, pero faltaba el órdago.

No hubo que esperar porque a la salida de vestuarios, los dos primeros cartuchos llevaron carga de profundidad. Uno por izquierda y el otro por derecha.

A los dos minutos una combinación deja a Nacho mano a mano con Andrés Fernández, que despeja el primer remate, también el segundo de Toni y en el tercero se anticipa Weissman para manar al fondo de la red. Gol en revisión, y casi cinco minutos después, el tanto del israelí (vigésimo de la temporada) sube al marcador. Entonces sí el Pucela era de Primera. Más aún después de una espectacular acción individual de El Yamiq, reconvertido en Beckenbauer, que cruzó todo el campo desde la banda izquierda para habilitar en carrera a Gonzalo Plata y facilitarle el 2-0.

Con el equipo enchufado y la grada desatada -además de un marcador tranquilizador-, quedaban cuarenta minutos por delante para subir el volumen del pinganillo y actualizar la pantalla del móvil. Con la pausa activada en Zorrilla, el balón corrió más en Butarque y Santo Domingo... Y el reloj pareció detenerse.

La tensión se trasladó a la grada, con 22.397 corazones en un puño.

Los minutos se hicieron entonces de noventa segundos. Y ninguno parecía suficiente para aliviar la angustia que atrapó a los aficionados blanquivioletas. Por momentos, el silencio. ¿El grito? Flojo. Hueco. Vacío. Incluso los resoplidos se escuchaban por encima de los cánticos.

Hasta el tercer tanto, con caracoleo de Plata y pase de la muerte para que cruzara Aguado al palo contrario, pasó casi inadvertido. La cifra era ya lo de menos. Lo sustancial se cocía lejos de Zorrilla y lo escenificó Joaquín en plena celebración acercándose al fondo para preguntar los otros dos resultados.

Aquel '¡que sí, joder, que vamos a ascender!' se susurraba... consciente como era todo el estadio de que un gol eibarrés en Alcorcón traía al Real Valladolid de Primera División para devolverle al 'play-off'. Se vivieron entonces los cinco minutos más agónicos de la temporada. Nadie pensaba ya en el Almería. Los 'uy' pertenecían al Alcorcón... hasta que el minuto 91 Zarfino -el mismo jugador que marcó una semana antes en Almería- acabó con un sufrimiento que ya era extremo.

Hubo que esperar solo unos segundos después de pitar el final para que jugadores y público explotaran de júbilo. La consecución del ascenso dio paso a la fiesta, al confeti, a la ola mexicana en la grada,... ¡al abrazo infinito!