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Una vecina de Torquemada pasa por delante de la terraza del hostal Carazo.

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Una vecina de Torquemada pasa por delante de la terraza del hostal Carazo. Marta Moras

La zona de salud de Torquemada inicia la fase 1 «con ilusión y cautela»

Los casi 1.900 vecinos que avanzan en la desescalada en la provincia se muestran comedidos y tan solo un bar instala la terraza

Álvaro Muñoz

Torquemada

Lunes, 11 de mayo 2020, 22:16

No eran las sonrisas que se ven durante la Feria del Pimiento, ni las del triatlón del verano. Eran otras muecas las que se disfrutaban este lunes por las calles de Torquemada. La única zona básica de salud de la provincia (1.900 vecinos) que entró en la fase 1 vivió momentos de alegría, entremezclados con picos de cautela. La misma que les había llevado a alcanzar la primera parte de la desescalada. Y quieren seguir por ese camino. Por eso reinó la calma entre los vecinos de estos diez municipios que disfrutan ya de pequeñas reuniones o de un café en un terraza.

Pero de todo eso nuevo que podían hacer, la principal diferencia se veía en el Hostal Carazo. Allí Enrique Vidal había reubicado la terraza exterior, reduciendo hasta siete el número total de mesas. Con un distanciamiento prudencial, los vecinos de Torquemada se tomaron las primeras rondas de la jornada. Sin abusar. Alrededor de una de las mesas, después de varias semanas, se volvieron a juntar Ángel Gaisán, Julián Rodríguez y Ramiro Manzanas. No había otro tema de conversación que la covid-19 y hasta se empezaban a familiarizar con los medios de comunicación. «Nos vamos a ver en la tele y en los periódicos gracias a la fase 1», apuntaban los tres amigos.

También existían las risas, pero siempre con los pies en el suelo. «Teníamos ganas de salir, pero con precaución», señalaba Ramiro. «Encima ahora nos llega el mal tiempo», «nos seguiremos moviendo con cautela», continuaban el resto de parroquianos, que más que la consumición, necesitaban entablar conversación. Allí, en el hostal, se repartían trocitos de normalidad.

Precisamente ese es el objetivo que persigue Enrique Vidal, el propietario. «Quiero prestar un servicio para volver a la normalidad», afirmaba. De esta forma, en su primera jornada con las puertas abiertas su ocupación hotelera rondaba el 50% y alrededor de diez comidas pudo dar. «Es un establecimiento que para alcanzar la rentabilidad tiene que funcionar con su capacidad casi al 100%. Económicamente vamos a tardar en recuperarnos», detallaba Vidal, que espera que su servicio de venta de loterías se reanude en los próximos días. De momento ya ha habilitado una terraza interior para dar las comidas y en ella se emplea material desechable para funcionar con la prevención necesaria. «Después del gran esfuerzo que ha hecho el pueblo, no podemos tirar todo ese trabajo por la borda», concluye a la par que sirve una ronda más a Gaisán, Rodríguez y Manzanas.

Vidal fue el único hostelero que instaló su terraza. Los otros bares de la localidad decidieron esperar. El buen tiempo no iba a acompañar, por lo que decidieron aguardar a un mejor momento. Aún así, María Luisa de los Mozos, del hostal Catalina de Austria, abrió este lunes también sus habitaciones. Han sido muchos días sin hacer las camas y muchos los clientes, sobre todo los que trabajan en los molinos eólicos, los que buscaban un punto para pernoctar. Eso propició que las habitaciones de Luisa de los Mozos se completaran, además de ampliar su servicio de reparto a domicilio. Con esta modalidad empezaron en la fase 0 y hoy ya dieron hasta 30 menús. «Hemos mantenido el servicio para dos personas mayores del pueblo durante la cuarentena. En la fase 0 se repartieron muchas pizzas y ahora ya hemos empezado con los menús», manifiesta ilusionada la propietaria.

A escasos metros de Luisa, también volvió a la acción laboral Carmen Liras, la única peluquería del municipio. Durante este parón obligado, la joven ha aprovechado para ampliar sus instalaciones, lo que ha derivado en un aumento de las listas de espera hasta dos semanas. Trabajo ahora no falta, aunque de una forma muy escalonada. Por las mañanas, los mayores, y por la tarde, el resto de la clientela. «Se nota un poco el miedo de la gente», afirmaba la peluquera antes de volver con una vecina.

Ese atisbo de realidad se acrecentaba en la residencia de mayores Alberto Acítores. En una de las puertas de acceso se encuentran varias trabajadoras a la espera de su segundo test desde que arrancaran la crisis sanitaria. Todas, menos la directora, son de Torquemada y se respira tranquilidad. Entre todas han cuidado de los 24 usuarios y siguen con la misma precaución y dedicación, a pesar de que sus instalaciones no han sido azotadas por el virus. Este lunes, tras realizar las pruebas, los negativos llegaron a todas las empleadas. Más tranquilidad.

A pesar de que los vecinos se podían mover por las calles, muchos optaron por seguir con su día a día. Es el caso de Juan Fernández, que este lunes continuaba con su pequeña obra en el garaje de su vivienda. «Estoy tapando agujeros», describe este palentino paleta en mano. A Torquemada llegó días antes de que se decretara el estado de alarma y, junto a su mujer, ha ido consumiendo días. «Se ve poco movimiento porque hay muchas personas que aún no se pueden acercar. Tal vez hoy se hayan visto más coches, pero más o menos como todos los días», incide Fernández antes de dar las gracias a los vecinos. «La gente se ha portado muy bien», concluye.

Tan bien que en el centro de salud la jornada transcurría con normalidad. Se pasaba consulta y por urgencias no se atisbaban vestimentas anticovid. Aún así, la guardia no la bajan por si algún vecino presentara algún síntoma.

Y es que a falta de bares, todo apunta a que las bodegas de Torquemada se convertirán a partir de esta semana en el principal punto de reunión de familias y grupos de amigos, ha afirmado el alcalde, Jorge Martínez. «Tenemos el barrio de bodegas subterráneas más grande de toda España», recuerda orgulloso. En total 477 bodegas horadas bajo el municipio, con 25 kilómetros de galerías y una superficie total de 120.000 metros, lo que equivale a 12 campos de fútbol, y que desde este lunes albergan reuniones de hasta diez personas. Así que muchos vecinos ya están poniendo a punto sus bodegas y echando leña a la lumbre para anunciar, con el humo de sus chimeneas, la llegada de tan deseadas reuniones.

Lo que de momento no se va a autorizar es el mercadillo, que se celebra todos los viernes en la localidad, para «minimizar los riesgos» porque «aunque podamos avanzar, el riesgo de contagio sigue existiendo» ha subrayado el alcalde, que ha llamado a la prudencia y a la sensatez. El resto de municipios de la zona básica de salud de Torquemada reflejaron una realidad similar. Con la mayoría de los establecimientos cerrados y los vecinos en sus casas, esperarán a próximos días para salir a la calle. Les queda un día menos para llegar a la fase 2.

Marga Primo sirve un café a Sergio Ortega en Villodrigo. Marta Moras

Villodrigo, enclave burgalés, arranca también la desescalada

El municipio palentino de Villodrigo alcanzó también la fase 1 de la desescalada. El enclave burgalés, perteneciente a la zona básica de salud de Pampliega, también disfruta de restricciones más ligeras, lo que supuso la salida de varios vecinos a sus calles. En contadas ocasiones, pues al igual que la zona de Torquemada, muchos esperarán que avance la normalidad. Por su parte, el hotel Suco abrió sus puertas, en el que se hospedaron ya los primeros clientes. A él también empezaron a llegar los clientes habituales, como Sergio Ortega, que trabaja en un taller agrícola y suele quedar sobre las 15:00 horas con un grupo de amigos. «Les he escrito un mensaje, pero no sé quién vendrá. Apetece ya cambiar esta rutina», apunta el joven de Villodrigo.

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