«Íbamos a domicilios de posibles contagiados sin equipos de protección»

Desde una habitación en aislamiento en el Hospital Río Carrión. Así atendió ayer la llamada de El Norte Montserrat Hijarrubia, una enfermera del centro de salud de Venta de Baños que ha pasado de ver los síntomas del coronavirus en sus pacientes a tener que sufrirlos en carne propia. «Me he tenido que quedar en el hospital porque se me ha complicado la neumonía un poco y soy personal de riesgo por edad y antecedentes», afirmaba.

La falta de medios que se vivió en la capital cuando estalló la pandemia también ha sido un grave problema en la provincia, tal y como explicaba ayer esta enfermera. «Me infecté al principio de todo. Llevo tres semanas y cuando empezó todo no teníamos nada con lo que protegernos de esto. No había EPIS, los materiales no llegaban, la gente se puso muy nerviosa y los pacientes tenían la costumbre de acudir al centro de salud cuando estábamos desprotegidos. Íbamos a domicilios de posibles contagiados sin equipos de protección», detallaba.

Tras esta serie de problemas, Montserrat comenzó a sentirse mal. «Después de siete días con síntomas, se me hizo un test rápido que dio negativo. Seguí con fiebre y mis compañeros dijeron que no podía continuar así y que me iban a hacer otras pruebas, pero porque era yo», apunta para reconocer después que su estado ha ido empeorando hasta verse en una habitación del hospital Río Carrión.

El aislamiento obligado al que se ven abocados los enfermos en el hospital es duro y esta enfermera lo adimite. «La soledad que sientes es muy grande. En mi habitación entran estrictamente para lo necesario. La comida te la dan en unos recipientes de plástico que tú misma tiras porque ellos no entran ni a recogerlo», explicaba Montserrat que, pese a todo, se queda con lo positivo que recibe. «Con la merienda me han dejado una nota que decía :' Sonríe. Hoy eres más fuerte que ayer'. Me ha hecho muchísima ilusión y me ha dado fuerzas para decirme a mí misma que puedo con esto y con más», apunta.

Esta enfermera, antigua practicante titular, lleva 35 años dedicada a la salud y asegura que ha visto cómo los recortes han hecho mella en la sanidad pública. «Se la han ido cargando poco a poco», explica esta enamorada de su profesión que, pese a que su trabajo le ha llevado a una cama de un hospital, asegura que no se arrepiente de nada de lo que ha hecho.