Alertan a los senderistas del peligro de la procesionaria en el norte de Palencia
Los veterinarios alertan también del riesgo para las mascotas en las zonas invadidas por la oruga
PILAR GIMENO
Viernes, 18 de marzo 2022, 07:56
Quienes practican con frecuencia senderismo y otros deportes de naturaleza se han topado en más de una ocasión con la plaga de la procesionaria y con esas hileras de orugas o los bolsones blancos que penden de las ramas de los pinos. Es de hecho una estampa que distingue a muchos bosques de la región y la provincia. El pasado 10 de marzo, el Consejo de Colegios Veterinarios de Castilla y León advertía a los ciudadanos que extremaran sus precauciones si acudían, en compañía de niños o mascotas, a ciertas zonas naturales. El motivo, la presencia de la oruga procesionaria del pino, responsable de urticarias y reacciones alérgicas cuando entra en contacto con el ser humano. Por si fuera poco, puede provocar graves inflamaciones en mascotas e incluso su fallecimiento.
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«Es una plaga cíclica, que tenemos aquí desde hace muchos años y que guarda mucha relación con el cambio climático. Hace una década no superaba la latitud de los Pirineos, pero ahora está por encima de ciudades como París», explica Julio Diez Casero, coordinador del grupo de investigación de Patología Forestal de la Universidad de Valladolid. Las condiciones ambientales más extremas frenan la proliferación de esta plaga, cuyas larvas conviven mal con las heladas extremas o las temperaturas muy elevadas. Las plagas, añade, «son dinámicas y cualquier alteración, como el clima, tienen un efecto inmediato».
Su distribución está muy focalizada en plantaciones de pino; algunos como el pino laricio o el silvestre con gran extensión entre el área de Saldaña y la Montaña Palentina se muestran especialmente susceptibles; y, también, sobre el pino carrasco, que es el más cercano a la capital. «Estamos acostumbrados a un clima muy variable, pero hay lugares en el norte de la provincia donde el clima era muy estable. Eso, ahora mismo, ya está cambiando. El cambio climático trae una mayor intensidad en la alteración de los fenómenos meteorológicos», advierte. Las consecuencias son muchas veces inesperadas, reconoce: «Una mala elección de hace años puede ser una buena elección ahora. El caso es el pino carrasco. En su momento se dijo que era una mala elección para la provincia, ya que es un pino mediterráneo que precisa temperaturas muy diferentes a las que tenemos donde estamos. ¿Qué ocurre ahora? Pues que es buena elección porque las temperaturas están subiendo y se parece más al clima mediterráneo que hace décadas».
El profesor de la UVA considera, sin embargo, que «no se trata de una de las plagas más peligrosas» de los bosques. «La procesionaria es un defoliador de invierno. Por lo tanto, el árbol cuenta aún con tiempo para regenerarse, hacer la fotosíntesis y crecer de una forma adecuada, salvo en ciertos casos en los que está más debilitado. Con la actual legislación europea, es complicado combatir la plaga, ya que están prohibidos los tratamientos aéreos», señala.
La endoterapia, empleada para evitar la pulverización general de los bosques y la contaminación de otras zonas vegetales, las trampas de feromonas y ciertos insecticidas constituyen hasta la fecha las fórmulas más empleadas para hacer frente a un problema cuyo efecto genera mucha alarma en zonas de recreo o especialmente concurridas por familias o excursionistas.
Aguilar probó un tratamiento de endoterapia en lugar de fumigar con avionetas
La presencia de la oruga procesionaria (Thaumetopoea pityocampa) en los pinares se ha vuelto a adelantar este año respecto a las fechas habituales como consecuencia de las altas temperaturas que se están registrando. Lo ha confirmado Carlos Sierra, teniente de alcalde de Aguilar de Campoo. «En Aguilar tenemos algunas zonas de pinar bajo –afecta más a los ejemplares más jóvenes– cercanas al municipio y sí apreciamos que hay algunas bolsas de procesionaria más o menos igual que otros años, o quizás un pelín más», asegura.
Recuerda que hace varios años «el Ayuntamiento de Aguilar se sumó a un proyecto piloto de la Dirección General del Medio Natural de la Junta de Castilla y León, que consistió en aplicar un tratamiento experimental de endoterapia que se hizo en los pinares en el entorno de áreas habitadas», es decir, en un radio de unos 15 metros de zonas urbanas o normalmente transitadas. Aguilar, junto con Fuentes Blancas (Burgos capital), se unió a este nuevo tratamiento preventivo que sustituye a la tradicional fumigación con avionetas, prohibida por una directiva de la Unión Europea. Mientras que en otras localidades castellanas y leonesas se están retirando los bolsones, el Ayuntamiento de Aguilar no tiene previsto actuar de momento y, de hacerlo, irán de la mano de los técnicos del Servicio Territorial de Medio Ambiente porque «casi todos los pinos forman parte de montes de titularidad pública».
Los estudios, sin embargo, caminan en la buena dirección. Hace algunos años, la Cátedra de Micología de la Universidad de Valladolid descubrió un hongo de la comarca palentina del Cerrato capaz de controlar la plaga de forma natural. Se trata del Cordyceps militaris. El director de esta Cátedra, Juan Andrés Oria de Rueda, presentó en 2019 los primeros resultados de unos estudios que probaban que este hongo «podría llegar a acabar con más del 80 % de las orugas de la procesionaria enterradas». La investigación científica parecer ser el mejor remedio.
Para Julio Diez, la salud de los bosques de la provincia no es muy distinta al estado de conservación de las masas forestales que pueblan otras regiones europeas. «Desde principios del siglo XX, y contra lo que pudiera parecer, se ha recuperado mucha superficie forestal. Es consecuencia del empleo de fuentes de calor alternativas a la madera», destaca. Sin embargo, añade, el cambio climático y la globalización ponen a nuestros montes frente a una encrucijada. «En Europa, excepto en Polonia y Rusia, no se conserva una hectárea de bosque en su estado natural. Los bosques naturales están llenos de árboles muertos, pudriéndose y regenerándose en el suelo. Son una fuente de biodiversidad», señala. Aquellas especies que estaban en su 'clímax' hace décadas o siglos «han dejado de estarlo. Lo que estamos viendo ahora es solo la parte mala, estamos viendo cómo algunos bosques mueren, pero también se reproducen, habrá que esperar. Cierta vegetación se está muriendo en algunas zonas, pero no se está regenerando en otras». El riesgo, advierte, es la globalización, que incrementa la llegada de nuevas especies vegetales y la posibilidad de que algunas plagas no encuentren remedios naturales que frenen su expansión.
«Tengo un amigo canadiense que siempre dice: si tú no haces la silvicultura, los patógenos y las plagas lo harán por ti». Y lo harán a su manera, además. Esto significa que un monte muy denso lo que está provocando es un estrés de la vegetación», comenta Diez, quien defiende la apuesta por la investigación –«más necesaria que nunca»– y el trabajo que hacen centros como la Escuela Agraria de Palencia.
El grupo que dirige Juan Andrés Oria también destaca «que numerosos bosques y repoblaciones forestales muy cerrados de varias regiones de España están perdiendo vitalidad y quedan puntisecos, es decir, los árboles aparecen con la copa parcialmente muerta. Esto se ha hecho más notorio en los últimos cinco años. Las sequías más severas y recientes, como la que padecemos actualmente, exacerban los efectos de plagas de insectos y ataques de hongos descomponedores». Las claras de los bosques, defiende Oria, «son imprescindibles para el correcto desarrollo de los hongos simbiontes, es decir, de aquellos que ayudan a resistir la sequía y alimentarse a los árboles», una labor de conservación que es complementaria al efecto beneficioso de la ganadería extensiva.
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