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claudia carrascal
Segovia
Domingo, 13 de marzo 2022, 17:49
Las temperaturas por encima de la media y la ausencia de lluvias que ha habido en las semanas precedentes han adelantado la presencia de la oruga procesionaria, un insecto que genera riesgos para la salud de las personas, los perros e incluso para los árboles ... en los que anidan. Cuando comienza el ascenso térmico finalizan su etapa como larvas y convertidas en orugas abandonan los bolsones ubicados en los árboles, lugar en el que se refugian durante el invierno. Son muy características porque se desplazan por el tronco hasta llegar al suelo a modo de procesión, de ahí su nombre.
Después buscan zonas adecuadas para enterrarse hasta el verano, momento en el que eclosionan como mariposas, aunque pueden permanecer hasta el año siguiente enterradas. El principal peligro es que su cuerpo está recubierto por cerca de 500.000 vellosidades llamadas tricomas, que actúan como dardos envenenados con el contacto, ya que liberan una toxina que produce una reacción alérgica en personas y animales. Además, si se sienten amenazadas pueden lanzar estos pelos urticantes, que quedan flotando en el aire y provocan reacciones o irritación en la garganta, la nariz y los oídos.
Este año, la incidencia en Segovia está siendo inferior a la de temporadas pasadas. «En algún caso han podido llegar al suelo, pero es puntual», indica el concejal de Medio Ambiente, Ángel Galindo. La mayoría de los avisos se han concentrado en el parque del Cementerio. Otra de las zonas más problemáticas suele ser el parque de la Dehesa, aunque las labores de prevención se realizan en todos los espacios verdes de la ciudad en los que hay pinos, que es donde anidan.
Si la procesionaria no está causando demasiados problemas ni se ha disparado su población es, en opinión del edil, gracias a estas tareas preventivas. «Con el aumento de las temperaturas se aceleró y adelantó los ciclos, ya que lo normal es que tenga una presencia más notoria en marzo, aunque hay años en los que, si el tiempo acompaña, ya se las puede ver bajando por los árboles en enero», explica el concejal. En Segovia se utilizan dos mecanismos. Uno consiste en retirar los bolsones en los que anidan en los árboles mediante una pértiga antes de que las orugas comiencen su descenso. No obstante, cuando el árbol alcanza grandes alturas se instalan trampas en el tronco, a modo de red, para que queden atrapadas.
Por otro lado, los fitosanitarios solo se emplean en la ciudad cuando «el riesgo de plaga es muy alto». Galindo especifica que «el uso de estos productos no es recomendable en zonas urbanas por su toxicidad». A su vez, avanza que estudiarán mecanismos aplicados en otras ciudades como potenciar determinadas especies de aves que se alimenten de estas orugas para reducir su presencia. «Tenemos varios programas de fomento de la biodiversidad en la ciudad y es una alternativa que se puede estudiar», pone de manifiesto el concejal.
En cada nido hay entre 100 y 300 orugas que al contacto con la piel pueden provocar fuertes urticarias y reacciones alérgicas en las personas. En los casos más graves producen inflamación de las vías respiratorias. Sin embargo, en las mascotas estos tricomas pueden ocasionar la necrosis de tejidos e incluso la muerte si no se trata a tiempo.
En este sentido, el presidente del Colegio de Veterinarios de Segovia, José Miguel Gil, explica que los perros son los más afectados porque es frecuente sacarles a pasear por zonas de pinar. «Si a un perro le cae encima una oruga y entra en contacto con su piel le provocará una reacción tipo dermatitis, el problema más serio surge si se la come o la chupa, entonces el líquido tóxico que expulsan los pelillos puede causarle la muerte», detalla. Los síntomas pueden variar. Si la lesión se produce en la piel, lo más frecuente es que el animal comience a notar picor y, por tanto, se revuelque y se rasque. «Si se la come o roza con la boca, la lengua experimenta un proceso inflamatorio y se pone azul, además, suelen babear», informa Gil.
En cualquier caso, la recomendación es clara, acudir al veterinario lo antes posible para evitar que muera por asfixia. El experto aconseja llevar a los canes con bozal para que no se coman la procesionaria, que puede pasar desapercibida bajo la hojarasca.
El presidente de Unión de Campesinos de Castilla y León (UCCL) en Segovia, Alfonso Pescador, advierte de que, durante su ciclo vital, esta oruga también es un importante defoliador de pinos. Si el ejemplar se encuentra fuerte y en buenas condiciones no tiene por qué morir como consecuencia de estas orugas que se alimentan de sus hojas. Eso sí, «al acabar con la parte verde, generan un gran estrés al árbol». Los daños más graves surgen si el árbol ya está enfermo. «Entonces lo más probable es que muera», avisa el responsable de la organización agraria.
En cuanto a las condiciones idóneas para su proliferación, Pescador destaca que la clave está en las temperaturas de febrero. Un tiempo seco y no muy frío como el que ha hecho este año es el idóneo para que la procesionaria inicie su peregrinaje, ya que con el frío extremo se queda aletargada. Además, funcionan de forma similar a los topillos, con explosiones de población cada cierto tiempo.
Aunque se acabe con los nidos de los árboles, «siempre hay reservorios en el suelo de los pinares o jardines y una vez que eclosionan como mariposas vuelven a poner huevos», arguye responsable de la Unión de Campesinos. En su opinión, el control más eficaz de su población en espacios acotados es mediante los cebos de feromonas que atraen al individuo reproductor haciendo que muera atrapado. No obstante, matiza que esta es «una medida que solo se puede utilizar en parques o jardines y no en grandes pinares».
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