Antonio Domínguez, junto al Seminario Mayor de Palencia, ahora clausurado. MANUEL BRÁGIMO
Antonio Domínguez, se ordenará sacerdote el 12 de octubre en Palencia

«Entristece ser el único seminarista, parezco 'El último mohicano'»

Nació en Madrid hace 47 años, ha sido vigilante del metro, le gustaba la 'marcha' hasta que se ennovió y ahora vuelve al «primer amor»

MARIO ROMÁN VALLESPÍ

Palencia

Lunes, 26 de septiembre 2022, 00:06

Antonio Domínguez nació en Madrid, aunque su vida siempre ha estado muy ligada a Palencia, más ahora que se va a ordenar sacerdote el 12 de octubre en Villasirga. Con 47 años y habiendo sido vigilante del metro en Madrid, decidió iniciar su camino ... religioso en 2011. Diácono desde el pasado mes de junio, la de Antonio Domínguez será la única ordenación sacerdotal que se produce en Palencia desde hace cuatro años, lo que denota la falta de renovación generacional en la Diócesis de Palencia, una tendencia generalizada que se extiende en todo el país.

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–¿Desde pequeño fue usted una persona devota?

–Sí, me bautizaron muy pronto y recibí la llamada de la fe por ósmosis, por mis mayores. La gente que tenía alrededor, mi abuela, mis tíos... eran creyentes. Nací en Madrid y recuerdo ir a la iglesia de pequeño e intuir que allí había algo importante. Ya desde joven me planteé la vocación, ya que buscaba en la comunidad religiosa lo que no me habían podido dar en mi familia. Pero decidí primero descubrir el mundo y conseguir lo que tenía la mayoría de la gente, como una casa o un trabajo.

–¿En qué momento decidió responder a su vocación?

–Fue en 2011, con las Jornadas Mundiales de la Juventud, cuando trabajaba como vigilante del metro de Madrid. Entonces me lo volví a plantear. Estaba en el equipo de seguridad para la entrada de todo el norte de España a Madrid para las jornadas mundiales. Al haber tenido siempre fe, mis jefes me mandaron a hablar con los obispos, curas y frailes para organizar las entradas al metro. El 19 de agosto de ese año, después de mucho trabajo y en plena oración, comencé a discernir y me volví a plantear la vocación seriamente. Yhace cuatro años, contacté con Aurelio Báscones, rector del Seminario Mayor de Palencia.

–¿Se arrepiente de haber tomado la decisión de ordenarse?

–No, estoy muy contento. Ahora soy diácono en Carrión y he empezado el ministerio muy satisfecho. Ya he casado y bautizado. Me ordenaré sacerdote el 12 de octubre en Villalcázar de Sirga.

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«Madrid es un monstruo grande y pisa fuerte. Es una ciudad con una gran oferta lúdica. Eres joven, tienes un trabajo, y dinero... Pues a uno le gusta la vida nocturna»

Antonio Domínguez

–¿Alguien le animó o influyó para dar el paso?

–Yo lo achaco a que el momento se presentó otra vez ante mí. En Madrid, llevaba una vida desde la interioridad y mis prioridades de vida eran diferentes. Hablé con un amigo de la infancia que era cura en los Hermanos de la Salle, discerní con él y me invitó a pasar unos días con los monjes en un monasterio. Allí vi cómo vivían y di clases de Historia del Arte. Volví al primer amor. Cuando preguntaban en clase qué queríamos ser de mayor, unos decían bombero, maquinista, médico… Y yo quería ser cura.

-¿Le gustaba la vida en Madrid?

–Demasiado. Madrid es un monstruo grande y pisa fuerte. Es una ciudad con una gran oferta lúdica. Eres joven, tienes un trabajo, y dinero... Pues a uno le gusta la vida nocturna.

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-Es decir, ¿le gustaba la marcha?

–Sí, hasta me ennovié. Madrid es muy golosa en ese sentido. Pero también es una ciudad con mucha oferta cultural. Aunque trabajaba en el Metro, era historiador de arte y me gustaba mucho recorrer los museos, hasta el más pequeño, jardines y parques, el Madrid de los Austrias. Me gustaba mucho Madrid, pero mi identidad era más castellana, más de Palencia.

-¿Siente que había una dualidad dentro de usted?

–Sí, una parte de mí era más sobria, de rutina, muy sencillo, y sí, vamos, una dualidad. Yo creo que esto les pasa a muchas personas, que muchas partes de uno mismo son antitéticas, ya estés en Madrid o un pueblo pequeño. Igual en Madrid o ciudades grandes te das cuenta más fácilmente. La sociedad y el mundo te dicta el consumismo. Y después hay otra parte de ti más sencilla. Uno de los beneficios de la vocación es que te unifica como persona. Lo que sientes es lo que haces, y viceversa. A veces mucha gente trabaja en cosas que no le gusta, pero con la vocación, trabajas en lo que más te gusta.

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Déficit de vocaciones

–La falta de relevo generacional en la Iglesia es una realidad...

-Si tuviese la solución al problema, ya la estaría poniendo en marcha. Es cierto que cada vez hay menos sacerdotes y curas. Pero no hay que verlo con pena, sino como una realidad social. La sociedad ha cambiado mucho. Igual que ahora las personas cada vez se casan y forman una familia más tarde, lo mismo pasa con el sacerdocio y la vida religiosa. Respecto a la falta de vocación, yo creo que Dios sigue llamando, pero la distancia generacional y cultural que hay es enorme. La Iglesia no ha actuado del todo bien en determinadas ocasiones en cuanto a promocionar la vocación pastoral. Se han juntado muchas cosas. Palencia es un caso excepcional. Hace cuatro años que no se ordena nadie, y después de mí, no viene nadie. Cuando me preguntan por cómo me siento al ser el último seminarista no me hace gracia, me entristece, parezco 'El último mohicano'. Aún así, creo que hay esperanza, y mucha gente joven. Igual el futuro es diferente, porque hay mucha gente que tiene una vida laica, pero está comprometida con la Iglesia, de una manera u otra, que es bastante más complicado que ser solamente cura. Porque llevar una familia, tener una relación, un trabajo y estar comprometido con la Iglesia, es complicado.

–Tenemos muchas responsabilidades, y cada vez más estamos pegados a una pantalla...

–Yo creo que eso es un reto. La Iglesia se intenta adaptar a duras penas a las redes sociales y medios de comunicación actuales. Los jóvenes ahora ni siquiera ven la televisión. Todo cambia muy deprisa y la Iglesia tiene unos valores tan fundamentales y básicos que quizá no siempre se ha buscado adaptarlos ni con los medios adecuados. Y creo que es algo que no pasa solamente con la Iglesia. El hombre se está deshumanizando. Más con la pandemia, hay muchas personas conectadas, pero solas. Todo se comparte por internet, pero físicamente están solos. Y el hombre no está hecho para estar solo, es un ser social por naturaleza. Entonces, creo que la Iglesia católica se enfrenta primero a un reto cultural, y en segunda instancia, a un reto religioso. Si no se entiende la cultura, la religión es todavía más complicada de entender y de desarrollar. Pero bueno, yo tengo esperanza. Como me dijo un amigo el otro día: 'Cuando tocas fondo, ya no puedes tocar más abajo'. Y si ahora mismo no hay ningún seminarista en Palencia y no lo va a haber por un tiempo, creo que hemos tocado fondo. A partir de aquí solo se puede ir hacia arriba.

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–¿Cuál es su opinión respecto a temas como el aborto o el matrimonio homosexual?

–El Papa Francisco dijo que no era nadie para juzgar a la gente ni lo que hagan las personas. El cuanto al matrimonio homosexual, el problema no es la unión entre personas del mismo sexo, aunque moralmente la Iglesia tiene su posición y ahí está, sino el concepto de la palabra 'matrimonio'. En la definición actual de matrimonio según la Iglesia, el fin principal es una comunidad de amor entre dos personas, hombre y mujer. Dos personas del mismo sexo evidentemente no pueden tener hijos naturales, aunque por eso no deberían ser despreciadas como matrimonio.

«La Iglesia no puede cerrarle la puerta a nadie; de hecho, no se la cierra. Pero habría que discernir muchos casos y personas»

Antonio Domínguez

–Entonces, ¿el matrimonio por la Iglesia tiene que ser entre un hombre y una mujer?

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–Esa es la doctrina, sí. También existe el amor fraternal, familiar...

–Pero el amor de pareja...

–Pues es que no lo sé, yo me remito a la posición de la Iglesia, no puedo estar fuera de ella. Tampoco puedo hablar por esas personas, ya que yo no soy homosexual y no puedo juzgar algo que no conozco, como decía el Papa Francisco. Es un tema complicado y delicado. La Iglesia no puede cerrarle la puerta a nadie; de hecho, no se la cierra. Pero habría que discernir muchos casos y personas. Luego está el género e identidad. Igual me voy de tema, pero en la ideología de género que hay ahora se tiende a decir como que no hay ni hombre ni mujer, solo hay amor, que tú naces y de mayor ya decides lo que tú eres. El decir que todos somos iguales da un problema porque de alguna manera hay que diferenciarse de otro, saber de dónde parte la identidad antropológica de cada uno. En cuanto al aborto, la Iglesia dice que la vida es vida y la muerte es muerte. Ni hay vida por morir, ni hay muerte por nacer. ¿En qué momento un cigoto está completamente formado y pasa a ser persona? Ahí ya no voy a entrar y que sean los científicos los que lo digan… Pero la vida es vida.

–¿No cree que quien tiene que decidir no son los científicos, sino la mujer, si quiere tener o no al bebé?

–Para empezar, los consensos no son realidad. Lo explico con un ejemplo. En un pueblo se vota si la Tierra es plana o redonda. Imagine que sale por mayoría en la votación que la Tierra es plana. Claro, pero la Tierra no es plana. Entonces, aunque hayamos decidido entre todo el pueblo que eso es lo bueno y lo correcto, no quiere decir que lo sea. Hay cosas que son inamovibles y están por encima de nosotros y nuestro pensamiento. Nuestros tipos de cromosomas, X o Y, vienen con nosotros, no los decidimos cada uno.

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–Cuando se ordene, ¿va a quedarse en Carrión o tienen algún sitio pensado al que mandarle? ¿Le gustaría estar en Palencia?

–Estoy contento con lo que hago, y dónde me mande el sacerdocio seré feliz. Según me han dicho, me voy a quedar en Carrión y 27 pueblos de alrededor. Estoy contento. Me gusta la vida en los pueblos y su sencillez, la naturaleza y vivir cerca de ella. Despertarte por la mañana y acostarte por la noche. En Madrid, a veces no sabes si es de día o de noche, sobre todo trabajando en el metro.

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