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PILAR GIMENO
Lunes, 24 de enero 2022, 00:13
La crisis de vocaciones aboca a buena parte de la Iglesia católica española a una encrucijada compleja, incapaz de garantizar su relevo generacional. Si en 1995 eran 308 los sacerdotes adscritos a la Diócesis de Palencia, en la actualidad suman 161. Casi un 48% menos ... de religiosos. Las cifras, sin embargo, esconden una realidad que todavía es mucho más cruda. De estos 161, un total de 86 permanecen en activo, aunque 53 ya han superado los 65 años. Es decir, solo 33 sacerdotes de la Diócesis se hallan por debajo de la edad de jubilación. Sin embargo, la jubilación canónica no llega hasta cumplidos los 75 años, de modo que aún son bastantes los párrocos que, a pesar de estar jubilados de forma civil, seguirán prestando sus servicios a la Iglesia palentina durante una década, cuando tendrán que formalizar su renuncia.
Fuentes de la Diócesis reconocen que no es un problema «exclusivamente nuestro» y que esta situación es «compartida por buena parte de la Iglesia española y europea». «El envejecimiento de nuestros sacerdotes y la ausencia de vocaciones es un problema grave que preocupa a nuestra Iglesia palentina», destacan.
Las perspectivas, a corto plazo, no parecen demasiado halagüeñas. Este 2022, ocho sacerdotes cumplirán los 75 años y en una década la situación podría ser aún más alarmante. No son pocas las diócesis de la región que han comenzado a reagrupar sus unidades pastorales. Hace poco tiempo lo hacía la capital vallisoletana y en la provincia palentina la reestructuración de las unidades pastorales se está llevando a cabo paulatinamente desde hace años, tanto en las zonas pastorales rurales como en la capital. «Se han dado pasos de cara a que un mismo equipo de sacerdotes acompañe dos parroquias, como es el caso de las parroquias de San Ignacio y Santa Inés y la de María Estela… o el de Nuestra Señora de la Calle y San Miguel», afirman. De momento, la nueva configuración de la capital palentina se conforma a través de seis unidades pastorales que pretenden garantizar un trabajo «más conjunto y coordinado».
Curiosamente, el 12 de enero, el obispo Manuel Herrero Fernández anunciaba su renuncia en una carta enviada al Papa Francisco porque cinco días más tarde, el lunes 17, cumplía los 75 años. Cabe destacar que otro de los ocho sacerdotes que se jubilarán este año es el palentino Manuel Sánchez Monge, obispo de la Diócesis de Santander desde 2015.
La realidad de las pequeñas parroquias de la provincia no es, por supuesto, mejor. Muchos párrocos rurales pasan jornadas haciendo kilómetros en la carretera, con 10 o más comunidades a su cargo y un trabajo que sobrepasa muchas veces su capacidad de gestión. Según datos de 2018, en nuestro país hay 6.117 sacerdotes menos que parroquias.
La zona norte es, probablemente, una de las comarcas de la provincia más afectadas por esta realidad. «En lo que se refiere a la celebración de la fe y, sobre todo, pensando en las eucaristías dominicales, se va solventando con la presencia de sacerdotes ya jubilados y Animadores de la Palabra», reconocen fuentes del Obispado, al tiempo que destacan «la significativa presencia de Animadores de la Palabra en la zona norte de la Diócesis».
No creen que la llegada de nuevos presbíteros extranjeros sea la mejor salida a la crisis vocacional, aunque ya hay más de 1.500 sacerdotes foráneos en España, naturales de países como Kenia, El Congo o Nicaragua, entre otros lugares. Lo ideal –puntualizan– es que «los que sienten la llamada a la vocación al sacerdocio desarrollen esta vocación, en su periodo formativo, en sus diócesis de origen, que son las diócesis en la que están primeramente llamados a vivir su ministerio».
Estos animadores, en su mayor parte mujeres laicas, «acompañan los domingos la 'Celebración de la Palabra' en aquellas comunidades a las que no se puede acercar el sacerdote para la eucaristía dominical». De forma adicional, mantienen varios encuentros por curso en los que compartes las dificultades que implica esta tarea. Y es que «no hay que perder de vista que el domingo sigue siendo, en muchos pueblos, no solo una oportunidad para celebrar nuestra fe… sino también un momento de encuentro y vivencia con el resto de los vecinos».
«En principio, en la Diócesis de Palencia no se ve que la mejor salida a la escasez vocacional en nuestra tierra sea la llegada numerosa de seminaristas de otros países», afirman. De momento, apuestan por incentivar la presencia de los laicos en ciertas actividades: «La presencia de laicos –y en menor medida de religiosas– es cada vez mayor en las tareas tanto administrativas y de gestión como en las pastorales. Tanto en lo que se refiere a personas contratadas como en lo que se refiere a voluntarias».
Este 'paso adelante' de los laicos, añaden, «no viene motivado especialmente porque haya menos sacerdotes. Es una opción clara por una Iglesia sinodal, participativa, en la que también los laicos ocupen espacios». Aunque resulta difícil estimar su número con precisión, «podrían ser algunos miles», señalan. Voluntarios en los programas de Cáritas Diocesana, voluntarios de Manos Unidas, catequistas y acompañantes de infancia y confirmación se extienden por muchas parroquias. A ellos se añaden los integrantes de las cofradías y otros movimientos religiosos y «las personas que dedican parte de su tiempo a que los templos estén en impecable estado, personas que colaboran en cuestiones técnicas específicas».
Cuando estalló la pandemia, algunas fuentes representativas de la curia nacional confiaban en que las difíciles circunstancias sociales, económicas y personales de muchos ciudadanos en Europa motivaran una vuelta de la población a la religiosidad. ¿Han notado en la Diócesis una mayor presencia de palentinos en los oficios religiosos? Reconocen que «hay un repunte en la búsqueda y vivencia de la fe», pero la «presencia física en las celebraciones religiosas no se ha visto incrementada significativamente».
«Sigue habiendo, sobre todo entre la gente mayor, mucha prudencia con motivo de la pandemia. Así, son muchas las personas, sobre todo en temporadas de alta incidencia de transmisión del virus, que optan por seguir las celebraciones de la eucaristía por las distintas cadenas de televisión», explican. De momento habrá que esperar a que otros tiempos alumbren esas pocas 'llamadas' que parecen no suplir la ausencia de religiosos en muchas parroquias de la geografía rural.
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