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La cuarentena más salvaje
La familia Cubillas ·
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La familia Cubillas ·
Siete personas pasan el confinamiento en la localidad palentina de Vallespinoso de Cervera rodeados de animales en una granja escuelaMirar por la ventana se ha convertido para millones de personas en la única forma de conectar con lo que hay lejos de las cuatro paredes de sus casas. Al otro lado del cristal muchos observan la vida de sus vecinos, confinados como ellos por exigencias de este macabro guion, pero no todos tienen un bloque de edificios al lado en el que buscar historias con las que dejar volar la imaginación. No todos son como ese tullido James Stewart en aquella película de Alfred Hitchcock que ahora se ha puesto tan de moda. La ventana indiscreta pierde todo el interés cuando puedes pisar lo que ves a través de ella y lo que pueden pisar los protagonistas de esta historia dista mucho de lo que pueden pisar la mayoría, esa legión de vecinos cansados de recorrer el pasillo una y otra vez como animales dentro de una jaula de la que no pueden salir.
«Cuando miro por la ventana veo un estanque de tortugas y una fuente, pero lo bueno que tengo es que yo puedo salir allí cuando quiera», afirma Alonso Cubillas, un vecino de Vallespinoso de Cervera que está pasando el confinamiento junto a seis familiares y un amigo de la familia, aunque su lista de compañeros de cuarentena es mucho mayor. «Estamos pasando el estado de alarma en casa, como todos, pero yo en casa tengo tres ciervos, dos avestruces, seis gallinas de guinea, dos pavos de carne, cinco pavos reales, gallinas de trece razas diferentes y muchos animales más», explica Alonso, que está sufriendo un atípico confinamiento, sin interminables horas mirando por la ventana y sin necesidad de ver series o cine en la televisión para encontrar distracción entre el tedio.
Alonso y su familia no necesitan distraerse mirando por la pantalla la vida de los demás. Es más, todos ellos aseguran que la cuarentena se les está pasando en un abrir y cerrar de ojos. ¿El secreto? Tener tanto trabajo para que no haya ni un solo segundo en el que aburrirse. Y esa labor ingente tiene como culpable principal el gran anhelo del padre de Alonso, Fran Cubillas, que hace unos años soñó con regentar una granja escuela en la Montaña Palentina y ahora cada vez está más cerca de ver ese sueño convertido en realidad. Para conseguirlo ha embarcado a buena parte de su familia en este proyecto, que está creciendo mientras muchos de los negocios permanecen estancados por el estado de alarma.
Desde un piso de 60 metros cuadrados de la capital se puede ver a Alonso y a su familia como unos privilegiados. Pueden respirar aire puro cada día y se pasan la jornada entre animales en la Montaña Palentina con un jardín de dos hectáreas de terreno en el que perderse, pero Alonso asegura que esta fórmula tan poco ortodoxa de confinamiento tiene sus desventajas. «Nos pasamos el día entero trabajando», reconoce este estudiante de asistente veterinario, que está elaborando como proyecto de fin de grado un estudio sobre el proyecto de su padre, que ahora es el de toda la familia, y que espera que pronto pueda ver la luz.
Son decenas las historias que se podrían contar en el periódico sobre esta futura granja escuela que ahora está viviendo una cuarentena de lo más particular. Alguna de ellas ya han aparecido en el periódico, como la que sucedió en junio de 2017 , cuando los perros del pastor de Nogales de Pisuerga encontraron un cervatillo solo y asustado que corría riesgo de morir de inanición ante la falta de su sustento natural: leche materna. El pastor pensó que la mejor forma de salvar la vida a este pequeño mamífero era hablar con esta familia, que por aquel entonces ya pensaba abrir la granja escuela. El pastor entregó el ciervo al padre de Alonso para que lo alimentara a biberón mientras solicitaba los permisos para tener este animal salvaje en casa. La Junta de Castilla y León otorgó la licencia y de esta manera llegó 'Bambi', que así se llama el ciervo, a su nuevo hogar, que ahora comparte junto a otros dos animales de su propia especie, Tiber y Esperando.
La familia Cubillas se ha convertido en un equipo que tiene como principal finalidad ver esta idea convertida en realidad y dotar a Vallespinoso de Cervera de un atractivo turístico que permita fijar población en un municipio que se resiste a convertirse en un pueblo abandonado. Los gallos volverán hoy a despertar a la madre de la familia, Rosica Eneva, que acudirá como cada día a la incubadora para ver si ha nacido algún animal más en esta futura granja escuela en la que la vida busca un camino entre la pandemia. Mientras tanto, Alonso abrirá la persiana y verá al otro lado del cristal el estanque de tortugas y la fuente, pero no podrá perder ni un segundo en quedarse con la mirada fija junto a la ventana porque le esperan decenas de animales a los que alimentar y un proyecto al que dar forma.
El confinamiento junto a decenas de animales y dos hectáreas de jardín puede parecer idílico para los que la sufren la cuarentena dando vueltas al pasillo, pero Alonso señala que su forma de vivir estos días tiene sus desventajas. «Esto es duro para todos», explica desde su particular aislamiento social, en el que no hay tiempo para mirar por la ventana.
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Cristina Cándido y Álex Sánchez
José A. González, Sara I. Belled y Cristina Cándido
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