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Ya anda. No hay mayor milagro en estos turbios tiempos que ver a mí sobrina caminar por el parque. Los pocos días de sol ha ... conocido amiguitas, caracoles, niños, con la inexperiencia amorosa de quien quiere conocer lo que tiene delante. La he visto en vídeos, de allá del paraíso del sur, y he soñado que yo, que yo mismo la paseaba, qué cosas.
La vida se va desenganchado así, con una sobrina que en estos días crueles da un aldabonazo de esperanza. Mi sobrinilla me cura el mal dormir, pues los sueños son infantiles, y esa infancia mía es también la suya. Hay calma en la noche porque sé que crece feliz y fuerte. Su existencia es un premio de la fortuna o de Dios. Sé que no es periodístico sacar a pasear qué nos mantiene seguidos, decentes, sonrientes. Pero tan verdad como la indignidad de la Cataluña oficial es Candela en el campo, Candela curiosa, Candela con una risa que seca unas humedades de lágrimas en el pecho.
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Voy y vengo, y cuando el día me abate, cuando me quieren meter a machamartillo que habrá sangre sudor y lágrimas, la imagino en los parques del sur. Entonces el ejercicio de ver pasar los días tiene futuro. Ella ha hecho que sea padre desde lejos, casi desde un exilio, porque así veo a estas calles y estas casas que me acogen. Iré a verla en cuando tenga un pase. Y quisiera que esos días de primavera se me hicieran eternos. Lo más eternos que los volubles dioses quieran. Que Candela, con un año y dos meses, sepa que tiene un tío torpe y entregado. Es lo que le pido a estos cuarenta que cumplo con un viejo adelantado en mis pensares. Candela, su mirada y nada más. El resto no importa.
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