Manual del tertuliano
«La sencillez, la humildad y la utilización de un lenguaje claro e inteligible, son elementos que contribuyen mucho al éxito de la labor»
Nadie sabe de todo, y mucho menos con el nivel que algunos pretenden, más próximo al hecho de pontificar que al de explicar humildemente los ... eventos informativos que acontecen cada día. Por tanto, la primera obligación del contertulio es estudiar. Hay que ponerse ante una cámara de televisión o un micrófono de radio con la lección aprendida. Después, conviene admitir que, a veces, no se domina un tema y reconocer sinceramente, ante espectadores y oyentes, que en algunos campos concretos uno no tiene mucho que aportar. Resulta importante obviar los lugares comunes, las perífrasis y el rollo similar al humo. Se trata de resultar útil, de aportar visiones y miradas que ayuden a los ciudadanos a desentrañar la actualidad.
Los periodistas no somos 'todólogos', sino analistas de noticias, de ahí lo imprescindible de aportar contexto: antecedentes, posibles consecuencias y todos aquellos datos que contribuyan a entender lo que pasa y, sobre todo, por qué pasa. La sencillez, la humildad y la utilización de un lenguaje claro e inteligible, son elementos que contribuyen mucho al éxito de la labor. No se trata de ponerse la toga y hablar de lo divino y de lo humano como si se fuera catedrático de Harvard, sino de situarse en el lugar de la gente con vocación de brújula orientativa y nunca pretendiendo dirigir sus opiniones.
El buen analista no debe hablar demasiado. La tertulia es un juego coral, no una sucesión de monólogos interminables. La verborrea debe de ser condenada sin paliativo alguno, y por eso resultan aborrecibles los y las comentaristas que hablan, hablan y hablan como si la única obligación del público fuera escucharles y, obviamente, darles la razón. Un tertuliano debe de estar muy atento a los gestos de su jefe, el conductor y director del programa. En directo, un levantamiento de ceja, estilo Ancelotti, basta para saber que hay que dejar de hablar. En la distancia radiofónica, una leve carraspera es todo un indicador para concluir la parrafada porque se acaba el programa o hay que dar paso a un bloque publicitario.
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Un contertulio de pro evita citarse a si mismo o pronunciar aquello tan manido de «ya lo dije yo». En este sentido se agradece jugar en equipo y citar argumentos de los compañeros de programa para demostrar que se escucha a los demás y se valoran sus opiniones. La educación, el buen tono, la discrepancia mesurada y la huida de cualquier afán de protagonismo, son elementos que los oyentes y los espectadores valoran mucho más de lo que algunos pueden suponer.
Hablar por la radio o salir en televisión es una actividad que tiene sus servidumbres. Una de ellas es aguantar a algún plomo que se te acerca en un restaurante o en la cola de un cine a decirte que no tienes razón en algo mientras se empeña en darte la brasa explicando sus particulares tesis. En este caso, el tertuliano sabe que se debe a su público y debe aguantar tralla estoicamente. Por contra, hay personas muy educadas que suelen transmitir de forma discreta su coincidencia de ideas o la valoración de las aportaciones del periodista. Es la contrapartida positiva de esta actividad. Y, por último, el comentarista de actualidad debe asumir cuanto antes que en toda reunión familiar o de amigos, alguien le va a preguntar cosas que no sabe: ¿Cuándo se van a convocar las elecciones? ¿Cuánto va a durar el Gobierno de Sánchez?… En este caso, echar balones fuera y mimetizarse con el terreno son salidas de lo más recomendables. No suele haber otras.
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