¿Funciona España?
Si alguien osa exigir responsabilidades por los desastres ocurridos se le tachará indefectiblemente de facha y reaccionario por poner en duda la sacrosanta labor de este gobierno tan progresista, ecologista y feminista
La pregunta la formuló el inolvidado Pepe Oneto, con su inmarcesible y característico flequillo, en un debate preelectoral en TVE. El destinatario de su interrogante ... era Felipe González, candidato del PSOE a la presidencia del Gobierno, que recibió a porta gayola aquella cuestión que hacía referencia al lema de su campaña: 'Por el cambio'. El entonces director del semanario Tiempo le espetó al político sevillano: «¿Qué es el cambio?» Y Felipe respondió: «El cambio es que España funcione».
Tras el triunfo de los socialistas en 1982 este país entró en la modernidad. Ingresamos en la Comunidad Económica Europea, mantuvimos nuestra presencia en la OTAN, organizamos unos modélicos Juegos Olímpicos en Barcelona y, al unísono, una Exposición Universal en Sevilla, avanzamos en derechos sociales y laborales, aumentamos significativamente nuestro PIB y, entre otros muchos logros, pusimos en pie la mejor red de alta velocidad ferroviaria de Europa. Una transformación que hay que valorar en lo que supuso de salto adelante de España posible gracias al apoyo masivo de la ciudadanía.
Hoy, décadas después, la sociedad se pregunta intrigada ¿qué está ocurriendo? Las noticias negativas de sobresaltos se suceden un día detrás de otro, y lo que Nassim Taleb definió como «cisnes negros» (el hecho de que ocurran sucesos altamente improbables) da de sí para ocupar con ellos el estanque del Campo Grande. Hemos sufrido un apagón eléctrico en todo el territorio nacional de más de doce horas con caída absoluta de las comunicaciones; los trenes se detienen en el final de un puente festivo dejando a más de diez mil pasajeros atrapados en mitad de la nada sin agua, comida, luz ni información; los servicios públicos (Correos, Renfe, Adif) no funcionan o lo hacen cada vez peor. Por pasar hasta ha ocurrido que se compraron locomotoras que no cabían por los túneles que debían transitar.
Cuando se sustituye la eficacia por la ideología y se coloca en puestos de alta responsabilidad a «personas de confianza» sin la cualificación adecuada para desarrollarlos, nos encontramos con gente tipo Ábalos, amiguetes de partido, enchufados afines o arribistas sin fronteras. Con todo, lo peor es la bendita resignación con la que la ciudadanía asume tan cantidad de desmanes. Si alguien osa exigir responsabilidades por los desastres ocurridos se le tachará indefectiblemente de facha y reaccionario por poner en duda la sacrosanta labor de este gobierno tan progresista, ecologista y feminista. Quienes discrepan pasan a formar parte de la fachosfera y los medios de comunicación que señalan los desvaríos gubernamentales se convierten en 'pseudomedios' y 'tabloides digitales', como reiteradamente señala el presidente.
Los compromisos electorales no tienen valor y están hechos para ser incumplidos. Se afirmó que no se gobernaría nunca con Podemos y se hizo, que jamás se indultaría a los independentistas catalanes y ahí lo tienen, que no se perdonaría el delito de malversación y ya ven, que se traería a Puigdemont para ponerlo a disposición de la justicia y desde Moncloa se rinde pleitesía al fugado para oprobio de cualquiera que tenga un mínimo de sensibilidad democrática. Se pacta con Bildu y el Fiscal General del Estado borra los mensajes de su móvil para no dejar pruebas de sus enjuagues. Y no pasa nada, porque esta sociedad, se mueve enredada en la narcolepsia aunque el país, como se ve, no funcione: ni la sanidad, ni la educación, ni los transportes, ni la Administración, ni la Justicia, ni el suministro eléctrico. Al final, qué más da, si ya se ha instalado en Prado del Rey, con nuestros impuestos, 'La familia de la tele' para entretenernos a todos y también hay chinches en Barajas.
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