Atrapados entre un viaducto cochambroso, un túnel en obras y otro viaducto que solo admite vehículos peso pluma. A ese punto hemos llegado por sorpresa. Porque nadie sabía que la redacción del proyecto de Arco de Ladrillo, que se adjudicó en noviembre de 2022, estaba en marcha ... . Y que el paso de Daniel del Olmo está para pocos traqueteos. Así que ahora, cuando ya se va a entregar el proyecto definitivo para demoler el primero y construir un paso subterráneo, ocurre que los astros se alinean en contra, como un eclipse cegador, y la ruina te coincide con el cierre de Labradores hasta final de año. Con lo que no hay modo humano de distribuir el infernal tráfico que soporta el viaducto más achacoso de la ciudad.

Publicidad

Pocas salidas quedan ahora.

La primera, gastar un dineral para mantenerlo abierto el máximo tiempo posible, aunque sea a medias, y exponerse a que antes de acabar la obra de reparación llegue la cuadrilla que tiene orden de demolerlo.

La segunda, hacerte el orejas y rezar mucho, a ver si no se mata nadie en estos meses hasta que empiece la obra. Ya sería mala suerte, hombre, si no ha pasado hasta ahora.

La tercera, cerrar del todo ya mismo y empezar a demolerlo para ganar tiempo en la construcción del nuevo paso. Y trazar un plan de movilidad que será difícil, que necesitará mucha información, mucha pedagogía con el ciudadano y mucha paciencia por parte de todos.

Esta tercera, o cualquier otra derivada con matices más o menos complejos, podría acometerse con una llamada de Jesús Julio Carnero a Óscar Puente. Y empezar a negociar de veras, para cuando esto acabe, Daniel del Olmo, la rotonda de San Agustín... No sea que el futuro nos vuelva a pillar parados.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

0,99€ primer mes

Publicidad