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Félix González, con sus hijos, en El Burgo el pasado sábado. Antonio de Torre
El sueño del Turégano no ha terminado

El sueño del Turégano no ha terminado

Pese a despedirse de la lucha por el ascenso a Tercera, el club jugaría la Copa del Rey si el Zamora B, su verdugo, pierde la final del play-off

Martes, 13 de junio 2023, 10:04

La afición del Turégano demostró el sábado su altura en la derrota. Esa temporada «que no se cree nadie», con el equipo como mejor segundo a un paso de ganar la liga de Regional, acabó antes de tiempo y sin ascenso. Pero media hora después de que el Zamora B noquease a sus jugadores del play-off en las semifinales, con el filial celebrando eufóricamente su clasificación, medio pueblo seguía en la esquina del bar, su templo, el germen del club, esperando para levantar a sus héroes de andar por casa, esos futbolistas del pueblo, amigos, primos, hijos, nietos. Ese fue el mensaje: el sueño no se ha acabado, el ascenso de un club modesto a cotas inimaginables hace no tanto seguirá dentro de unos meses.

El Turégano no ha conseguido el final deseado en un play-off al que llegó como favorito, pero todavía tiene a tiro un premio de consolación nada desdeñable. El ganador de la final entre Villaralbo y Zamora B subirá a Tercera División y el perdedor tendría billete para jugar la fase previa de la Copa del Rey, como le ocurrió al club segoviano el curso pasado tras caer ante el Unami. Si asciende el filial, el derecho copero sería para el Villaralbo, pero si es el filial quien cae derrotado el billete iría para el mejor de los semifinalistas apeados. Los segovianos hicieron mejor temporada regular que los burgaleses, así que repetirían presencia en la primera eliminatoria, la que perdieron en Cantabria.

Félix González es el típico hombre multiusos de club que explica por qué el Turégano tiene un vínculo tan estrecho en el municipio. El entrenador vestía para la ocasión una camiseta de su hijo firmada por todos sus compañeros del equipo, con esos insultos cariñosos imaginables. En otros campos verán firmas ilustres en camisetas de grandes clubes. Aquí no. Su relación con el club empezó cuando su padre le llevaba a ver los paridos desde el coche. De ahí a jugador con 18 años, una corta trayectoria de la que recuerda la final de Copa Provincial de 1999 que el club ganó en los penaltis ante Bernardos con él como héroe en la portería.

Fue uno de los pioneros que se empeñó en recuperar al club tras su desaparición a finales 80. No tiene dudas sobre cómo empezó aquello: «En el bar». Pero antes de recuperar al club había que recuperar el campo. «Estaba todo perdido, así que allí fuimos todos con una hoz a segarlo». Había una zona «con una caída terrible» y se sirvieron de unos cuantos camiones de escombro que había en una obra cerca. «¿Sabes a quién le tocaba pintar las rayas? A mí, porque era el portero y jugaba de pantalón largo. Porque el que pintaba luego se tenía que duchar». Nada del marcador electrónico, un lujo reciente: los números, de chapa, se cambiaban a mano con escalera. El Ayuntamiento completó la tarea en los años posteriores con bancos, papeleras o las vallas. Una de las primeras instalaciones fue instalar unas teleras detrás de la portería para evitar que los balones se perdieran.

La generación de José Junto o el Chino puso al club nuevo en marcha en Segunda Provincial. «Nos compramos nosotros las botas, pidiendo dinero a nuestros padres porque no teníamos ni un duro». Cuando colgó aquellas botas, estuvo dos o tres años sin volver al campo porque le dolía la ausencia, pero regresó con una nueva motivación. «Que los chicos vuelvan a jugar en el Turégano». Recuerda al grupo que ganó final a finales de los 2000 como «un equipo dominante sin pasta» para mirar más arriba. «Otra vez hemos ganado la liga, nos aburríamos. Otra vez Carbonero, Cantalejo. Igual descendíamos el primer año, pero hemos colaborado todos y se ha mantenido». Explica el auge por el apoyo económico institucional y el de unos 300 socios. El carné del club costó la temporada pasada 35 euros. Félix y familia van a todos los partidos de casa y, cuando se tercia la ocasión, alguno a domicilio.

El bar de El Burgo, un museo vivo para estrechar vínculos entre los jugadores

Una de las características del primer equipo del Turégano es el buen ambiente del vestuario, que ha obrado una continuidad poco habitual en una categoría de tránsito como la Regional, con clubes de la provincia que ascienden y descienden cada año. Sirva como ejemplo el ascenso del Unami a Tercera, que debilitó al vestuario de La Granja, pero no al del Turégano. Cuando Félix González asumió el rol de entrenador del filial, tenía claro el modelo. «Lo que quería es que fuera un grupo como los del A. Son chicos nuevos, no se conocían, pero quería hacer una piña, todos unidos. Ganamos y perdemos todos». ¿Cómo se hace de un grupo una piña? «En el bar».

El bar del Turégano no solo es un punto hostelero, sino una suerte de museo del club. Ahí está la camiseta conmemorativa de la Copa del Rey, cortesía del Velarde, los títulos del fútbol provincial, que no son pocos, a lo largo de dos décadas. Y los recortes de prensa de las grandes tardes del club, como aquella noche copera en Cantabria. Es un museo vivido, entre cervezas, cafés y cánticos.

Todo suma, hasta la ebanistería. El protocolo del play-off de ascenso pedía una peana para sujetar el balón a la salida de los jugadores. Félix, ebanista, termina de trabajar a las siete, pero se quedó en su taller dos tardes hasta las diez con la ayuda. No bastaba con sujetar el balón, quiso darle un toque personal. «Este balón tiene que girar». Así que cogió un spinner –un juguete de su hijo– y obró el milagro. Así que le enseñó efusivo su obra al técnico del primer equipo, Luis Bertó. Con la ilusión de que aquello adornara un ascenso. Una peana que valdrá para el año que viene.

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