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Se ha dicho en numerosas ocasiones que 'El Hereje' conforma un canto a la tolerancia y a la libertad de conciencia. Es cierto. Sin embargo, mucho menos se ha hablado de que 'El Hereje' es, también, un homenaje a «Valladolid, mi ciudad», como el propio ... Delibes quiso dejar claro desde la misma dedicatoria. Un Valladolid del siglo XVI, ese del que los habitantes del siglo XXI fardamos delante de las visitas, pero que no conocemos.
Todos los libros de Delibes tienen más de una capa. Y, en ocasiones, sus intenciones no se nos descubren hasta que no entramos en la profundidad de los detalles y los matices. Así, 'El Hereje', puede parecer una crítica a una ciudad especialmente oscura, cerril y dogmática. Pero no es así. Si algo deja claro la novela es la relevancia que en la ciudad tuvo el erasmismo, así como el intenso protagonismo de la heterodoxia, la cultura y la discusión teológica. Es decir, 'El Hereje' no muestra un Valladolid inquisitorial sino un Valladolid especialmente abierto y golpeado por la Inquisición; la ciudad no aparece como culpable sino como víctima y Delibes no muestra un paisanaje especialmente cruel, sino un entorno vivo y apasionado en controversias espirituales y golpeado por la radicalidad de su contexto histórico.
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Sin entender esto podríamos caer en el error de ver a Cipriano Salcedo como el héroe que antagoniza con el villano, que no sería otro que la ciudad en la que le ha tocado vivir. Caeríamos así en la dicotomía de Cipriano-bueno vs. Valladolid-malo cuando, en realidad, 'El Hereje' identifica simbólicamente a Valladolid con Cipriano y al fundamentalismo religioso con su némesis. Pero no solo eso. Delibes nos muestra mucho costumbrismo y una guía maravillosa de una ciudad de su tiempo, es decir, una ciudad pequeña, maloliente, llena de charcos, barro y chinches en la que no saber leer era muestra de no haber estado expuesto a las tesis luteranas difundidas por la imprenta. En sus páginas, se pasea por una ciudad viva en la que vemos un elefante en la Plaza del Mercado –hoy Plaza Mayor–, entramos en tabernas en la calle Orates –hoy Cánovas del Castillo–, bebemos vino blanco de Rueda y tintillos de Cigales. Vemos una judería especialmente viva y las puertas de entrada como referencias constantes. Nos perdemos por San Pablo, por San Benito, por palacios y conventos. Una ciudad con perros, mulas y burros, con niños pobres con bubas y landres –síntomas de peste– y ventanas desde donde se oye ese temido «agua va». Porque lo que iba no era precisamente agua.
Nos lleva Delibes por hospitales, por casas en la Corredera de San Pablo –hoy Angustias–, por un nido de amor en la Plaza de San Juan y vemos a letrados yendo y viniendo de la Chancillería –el Tribunal Supremo de la época–. Atravesamos la calle Mantería y la del Verdugo –hoy Montero Calvo–. Vemos en directo la animadversión vallisoletana a los flamencos y la falta de entendimiento de Castilla con Carlos V. Nos adentramos en la revolución comunera, en el Prado de la Magdalena, en la calle de la Cárcava –Cascajares–, en San Gregorio y en el Hospital de los Niños Expósitos –hoy la biblioteca de la plaza de la Trinidad–. Cito solamente algunos de los lugares, no es misión de este escrito recorrerlos todos. Pero valga, al menos, como reivindicación del escenario de la novela como uno de sus protagonistas. No diría que el fundamental para la historia, pero, sin duda, el fundamental para el proyecto, que no podría situarse en otro lugar. Sin Valladolid no habría 'El Hereje' pero, qué narices, sin Valladolid no habría Delibes. Y últimamente empiezo a pensar que sin Delibes quizá tampoco habría Valladolid.
El Norte de Castilla publica en su página web hasta el próximo 4 de noviembre una sucesión de noticias, reportajes y vídeos que analizan 'El hereje', la última novela de Miguel Delibes cuando se cumple un cuarto de siglo de su llegada a las librerías. La oferta informativa con motivo de esta efeméride, que se agrupará en el especial digital '25 años de 'El hereje' , culminará el próximo 4 de noviembre con un suplemento monográfico sobre la obra del escritor vallisoletano que se ofrecerá junto al periódico impreso.
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