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¿Cómo es posible, cómo, que una novela como 'Los santos inocentes' haya tardado tanto en llevarse a la escena? «Es sorprendente», reconoce Javier Hernández-Simón, director del montaje, responsable (junto a Fernando Marías, fallecido el pasado 5 de febrero) de la versión teatral de la «inmortal» obra de Miguel Delibes que este fin de semana –en tres funciones con todo vendido– vive en Valladolid su estreno nacional y el comienzo de una larga gira.
Sorprendente, añade Hernández-Simón, porque la novela (de 1981) «es muy propicia para ser llevada al espacio escénico». Y han pasado más de cuarenta años. Quizá, él mismo matiza, el peso de una película «tan perfecta» como la de Mario Camus (1984) haya influido en que nadie hasta ahora se haya atrevido a meter en los teatros a Azarías, a Paco el Bajo o al señorito Iván (interpretados aquí por Luis Bermejo, Javier Gutiérrez y Jacobo Dicenta).
El acercamiento a la novela se ha producido «con lealtad, pero también con personalidad propia». «Es un texto tan rico que en cada lectura se encuentran siempre caminos nuevos», cuenta el director, quien recuerda aquellas primeras jornadas mano a mano con Marías para afrontar la adaptación teatral. «Al principio decíamos: el lenguaje es tan rico, los diálogos tan perfectos, que hay que hacer poco más que transcribir la novela. Pero luego, investigando sobre el texto, encontramos un montón de caminos insinuados por el autor, que quizá no son implícitos», pero que sí permiten nuevos abordajes.
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«'Los santos inocentes' es una novela corta, con mucha elipsis, donde muchos personajes tienen una mirada silente, desde un segundo plano. Y nosotros queríamos explicarlos, entenderlos, relacionarlos». Si la libertad (y su quiebra, su ausencia) atraviesa por completo la novela, su reflejo sobre las tablas confronta al espectador con «la importancia de la educación; incidimos en cómo una educación indispensable es básica para fijar los cimientos sobre los que se construye el pensamiento crítico, la libertad individual y social, la lucha contra las injusticias. Delibes escribió un tratado sobre el poder de la educación para construir una sociedad moderna e igualitaria».
El arrojo de saber decir no, que hasta aquí. «Es ahí, en la educación, donde hemos querido poner el foco de una forma muy especial», dice Hernández-Simón, quien insiste en cómo los mensajes «de un autor interminable como es Delibes» siguen «muy vigentes en nuestra sociedad». «Sus reflexiones sobre el pasado son una clara advertencia para el futuro. El diálogo y las relaciones que se establecen con el poder son un tema sobre el que siempre hay que reflexionar, porque en esa tensión entre las normas sociales y las naturales pueden generarse conflictos, donde las injusticias y la opresión están a la orden del día, en un mundo paralizado por la desigualdad», añade el dramaturgo.
«Las desigualdades entre clases existen y siempre ha habido brechas sociales. Todavía vemos que hay quien sigue poniendo su pie en el cuello del que está abajo», abunda el actor Javier Gutiérrez ('Campeones', 'La isla mínima'), quien pone voz y piel al personaje de Paco el Bajo. Para su composición, dice haberse inspirado en la novela y en el trabajo de Alfredo Landa para la adaptación cinematográfica. «Hay un perfume, una esencia de su interpretación, en la que me he inspirado, porque siempre hay que fijarse en los mejores. Yo venero a las generaciones anteriores de actores y actrices. Y no hace falta mirarse en el espejo americano. Aquí tenemos a Alfredo Landa, pero también a José Luis López Vázquez, Concha Velasco, Lola Herrera, María Luisa Ponte».
O Paco Rabal, también cartel de aquella película por la que obtuvo, junto a Landa, el premio a la mejor interpretación en el festival de Cannes de aquel año. Ante la alargada sombra que pudiera proyectar aquel elenco (al que se sumaron Juan Diego, Terele Pávez, Agata Lys...), Gutiérrez asegura afrontarlo «sin ningún complejo de inferioridad, aunque sabemos que somos la hermana pequeña de dos trabajos mastodónticos: la novela de Delibes y su adaptación cinematográfica, que es una de esas joyas, de esos casos tan difíciles de conseguir» en los que la película está a la altura del libro.
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El actor destacó la riqueza léxica de Delibes. «Es un lenguaje muy rico, apabullante como Shakespeare, muy hermoso sonoramente, pero endiabladamente difícil a la hora de decirlo», confiesa. Pero eso, añade, no es impedimento para que la pieza se convierta en un valioso ejemplo de «teatro popular». «Cuando era estudiante, tuve que ver muchos tochazos en el teatro. Yesta es una obra que llega a todo el mundo, que empieza ahora una gira –hasta la primavera de 2023– por más de cien teatros, para llegar no solo a las grandes ciudades (Valladolid, Bilbao...), sino también a escenarios de localidades más pequeñas». Y ello, apunta, en una apuesta ambiciosa. «Es muy valiente afrontar una producción con nueve actores más el equipo técnico».
La escenografía es de Ricardo Sánchez Cuerda; el vestuario, de Elda Noriega;el diseño de iluminación, de Juan Gómez-Cornejo e Ion Aníbal. Y todos estos elementos contribuyen a trasladar al teatro la ambientación literaria, los paisajes, las descripciones dibujadas por Delibes. «El trabajo de todos está muy inspirado en la novela, que muestra una naturaleza abrumada e inmovilizada por el señorito Iván. Queríamos que se apreciara esa diferencia entre las normas sociales y las naturales». Y la composición en escena y la iluminación contribuyen a ello, a acentuar esa distancia y hurgar en la miseria, las humillaciones y abusos en un pueblo extremeño (que podría ser universal).
Pepa Pedroche, que interpreta a doña Régula, incide en ese retrato de unas «vidas míseras que están en busca de una felicidad que nunca llega... o sí». Luis Bermejo será Azarías y su milana bonita, una entre las muchas aves que sobrevuelan la escena. Y Jacobo Dicenta, el señorito Iván, tiene que lidiar con el personaje «más oscuro» de cuantos ha tenido que interpretar a lo largo de su carrera.
«Es un tipo que no hay por dónde cogerlo, no tiene salvación. Es un mutilador de vidas (humanas y de la naturaleza). No hace falta matar para anular al otro, para convertirlo en insignificante, para conseguir que el otro no sirva para nada», apunta Dicenta, quien subraya el camino que durante los últimos meses han recorrido los actores (también Yune Nogueiras, José Fernández, Fernando Huesca y Marta Gómez) para encarnar a los personajes de Delibes. «El director nos ha obligado a hacer un viaje (largo, duro y bonito) por el alambre, donde lo principal es el vértigo. Hemos ensayado bastante tiempo, está todo controlado, pero nos gusta salir a escena y no saber muy bien qué va a pasar», cuenta Dicenta. Menos aún en el estreno. Y en Valladolid.
«Es un honor, un desafío y una responsabilidad estrenar en la casa de Miguel Delibes», concluye Javier Hernández-Simón, preparado para comprobar el resultado de un trabajo con el que esta noche, más de cuarenta años después, los personajes de 'Los santos inocentes' reviven sobre las tablas de un escenario.
'Los santos inocentes'. Teatro Calderón (Valladolid). Viernes 8 a domingo 10. 19:30 horas. 10 a 30 euros.
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