Resulta inevitable que al ver la escalofriante fotografía en blanco y negro de 'Green Border' y los horrores, deshumanizaciones y humillaciones que en ella desfilan, cualquier espectador piense en el actual conflicto entre Israel y Palestina. Y todo ello a pesar de que la cinta ... hace, a su cierre, un inequívoco guiño a Ucrania, el conflicto que ocupaba nuestras informaciones hasta hace prácticamente anteayer. Es por ello que también resulta ineludible inquirir a Agnieszka Holland (Polonia, 1948) sobre estas cuestiones, más allá de las estrictamente cinematográficas. Pero su respuesta es más firme (así también lo subraya ella) que la de la propia Europa: «Son conflictos que nada tienen que ver entre sí, salvo dos cosas: el miedo y el odio».
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La directora de 'Europa, Europa', 'Vidas al límite' u 'Copying Beethoven' ha participado en la primera jornada de la 68ª edición de la Seminci con un drama sobre los estragos de la guerra en la población civil, los terrores y degradaciones que sufren las personas refugiadas; y cómo los estados miembro de la UE miran para otro lado o se lavan las manos mientras se siguen cometiendo todo tipo de violencias (físicas, emocionales, institucionales) contra otros seres humanos: «La Unión Europea debe buscar una solución paneuropea», declaró. «No solo poner tiritas sobre las heridas, también buscar la raíz del problema y tratar de arreglarlo». Holland sabe que no es fácil, pero «hay que aliviar el miedo de los europeos hacia los refugiados».
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«Ni Líbano, ni Egipto, ni Europa quieren refugiados palestinos», lamentó. Pero aunque la realizadora concede que los estragos de estos conflictos bélicos son homologables entre los enfrentamientos en Gaza y la invasión de Ucrania por parte de Rusia, Holland detiene ahí todo paralelismo posible: «Hay una diferencia muy grande: Rusia y Ucrania pueden vivir perfectamente el uno al lado del otro, y Rusia es simplemente un país imperialista que quiere apoderarse de otro estado; pero entre Palestina e Israel es diferente porque ambos son pueblos que tratan de coexistir sobre un mismo territorio».
En el plano rotundamente político, la cineasta también lamentó que Polonia haya legalizado las devoluciones en caliente: «Bajo su ley esto se puede hacer, es un problema serio que se pueda legalizar la violencia», deploró. «Ante esto, la Unión Europea solo cierra los ojos: les viene bien tener un gobierno que se ensucie las manos echando a los refugiados y mantenga impolutos al resto de estados integrantes». Frente a esta opción, Holland es clara: «Creo que mi película y yo hemos hecho más por los refugiados que cualquier estado europeo».
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Para encontrar una solución, se debe empezar a abrir los ojos: «Hay que afrontar el tema, ver las causas y no pagar a los dictadores de otros países para implementar las soluciones». Según Holland, «estas medidas solo funcionan a corto plazo y a la larga generan peores problemas y chantajes a países europeos». Por ello, hay que «mapear la solución y buscar vías de colaboración global». Problemas como este o el cambio climático, añade, «nos llevarán a violencia más extrema si seguimos sin hacer nada».
Muchos de los actores que aparecen en 'Green Border' son, además de profesionales, personas que han sufrido la experiencia de ser refugiados: «Los mismos niños han vivido la sensación de ser llevados de un país al otro, de Siria a Turquía, como sucede en la película», expone Holland. Como en 'Europa, Europa', el filme se centra mucho en lo que supone para los niños un acontecimiento tan indescriptible como la misma guerra: «Son los más débiles y las primeras víctimas en cualquier clase de conflicto». Paradójicamente, recuerda que a pesar de su cuidado ante la posibilidad de que revivieran el trauma, «fueron muy disciplinados y se divirtieron mucho con este trabajo».
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La misma Holland fue refugiada en Francia en 1981, cuando hubo de abandonar su Polonia natal: «Para un director de cine, las experiencias vitales dificultosas son positivas, así que como realizadora parto con ventaja por haber tenido una autobiografía tormentosa», manifestó. «Te da una perspectiva diferente».
Holland también ha valorado el premio que la 68ª Semana va a conceder a la Academia del Cine Europeo en esta edición, institución de la que ella es presidenta y en cuyo nombre recoge el reconocimiento: «Diría que lo merecemos: es un trabajo muy duro defender el cine europeo hoy en día, pero tengo la confianza aún de que podemos ganar al público para las películas que hacemos». En ese sentido, la respuesta es enigmática pero sucinta: «El cine europeo tiene que ser más valiente».
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No es la primera vez que Agnieszka Holland visita el Festival Internacional de Cine de Valladolid. O sí, al menos presencialmente. Lo que está claro es que la Seminci ha apostado por el trabajo de la realizadora polaca mucho antes de que el resto del mundo descubriera el talento de la autora de 'Europa, Europa'. Nuestro Festival ya trajo su debut en el largometraje, 'Actores provinciales', en 1980. A la siguiente década, doce años después, el premio del Jurado Joven recae en 'Olivier, Olivier', que también galardona a su actriz Brigitte Roüan. Fue este uno de los años con mejor palmarés que se recuerda de nuestro festival; con premios para 'Léolo', 'Glengarry Glen Ross' o 'El largo día acaba'. La tercera visita de un trabajo de Agnieszka Holland a nuestro festival fue en 2017 con 'El rastro', basado en el libro de Olga Tokarczuk, quien solo dos años después ganaría el Nobel de Literatura. 'Green Border' es el cuarto paso de Holland por Seminci, y su primera visita a Valladolid.
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