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Cumplió 91 años el pasado 24 de marzo sin poder celebrar como estaba previsto la cifra redonda de los 90. El Auditorio Nacional debía acoger el estreno de 'Cuatro piezas españolas' pero el confinamiento lo impidió. Cristóbal Hafflter, compositor, director y docente, murió ... la noche del domingo en el Castillo de Villafranca del Bierzo, de donde era natural su esposa, Marita, y donde el madrileño se convirtió en castellanoleonés.
Miembro de una de las familias más musicales de España, fue la huella de su madre, que le enseñó a tocar el piano y a cantar, la que más pesó, a pesar del renombre de sus tíos. Ella murió pronto y Cristóbal reconocía que, quizá, el empeño por componer su música solo era un constante deseo de dedicársela. Tras la muerte de su mujer en 2017, decía casi lo mismo: «componer es seguir en contacto con ella». Así llegó este creador, que deja un centenar de obras para sonar eternamente, a nonagenario, levantándose a las seis de la mañana y escribiendo en su papel pautado notas flotantes durante cuatro horas cada día.
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Crecido en un entorno liberal, su apellido alemán le permitió dejar España al comienzo de la Guerra Civil. «Allí me pusieron la vacuna contra cualquier dictadura e hizo un fenomenal efecto, solo deseas que no se vuelva a repetir. Para tener razón no hace falta dar golpes, puedes tenerla pero si usas la violencia, la pierdes», contaba.
Pronto pudo escuchar su música en los escenarios de Madrid donde Ataúlfo Argenta estrenó tres cuando Cristóbal tenía 27 años. Viajando conoció las vanguardias, el serialismo y la música electrónica, llegando a dirigir el laboratorio de Friburgo durante cuatro años. En la España autárquica de los cincuenta y sesenta su música escandalizó a los músicos de la Orquesta Nacional y al público, tanto como luego gustaría a los jóvenes que se incorporaban a la clásica. Odón Alonso, otro leonés, fue el encargado de dirigir las 'Cinco microformas' en 1961. Sin embargo, su éxito internacional y su convencimiento de que sus obras «no aspiran a ser entendidas sino sentidas» le mantuvieron en una carrera en la que se sucedieron los encargos.
Fue en un curso de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo donde Halftter acuñó el nombre de la 'Generación del 51', año de fin de estudios, para la suya. Luis de Pablo y Carmelo Bernaola formaban parte de la misma, algo más jóvenes Tomás Marco y José Luis Turina. Próximo en las fechas, Antón García Abril, desparecido recientemente. «Asumimos con resignación la marginación de la música en la vida intelectual española que viene de siglos pero que hoy se ha acentuado más por la terrible ola de vulgaridad que atraviesa la sociedad», sostenía en 2010.
Más lúcido que pesimista, denunciaba las carencias de la educación en general y en la musical, particularmente. «En España se considera músico solo a alguien con un micrófono. Para escuchar debe haber una voluntad del oyente que se crea con la educación». Yesta pasa por asomarse a «la soledad sonora y su música callada», citaba a San Juan de la Cruz. Si su generación trajo la 'música nueva» a España, también ayudó a cambiar la imagen del país fuera. Cristóbal, que tenía un abuelo malagueño muy aficionado al cante hondo, rememoraba cómo la primera vez que dirigió en Düsseldorf en 1962 le preguntaron si hacía flamenco.
Celebró cada honor, cada premio, ya fuera la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes (1981) o que pusieran su nombre al Conservatorio de Ponferrada. Académico de San Fernando, de las Academias Europea de las Ciencias, las Artes y las Letras de París y de la Akademie der Künste de Berlín, Premio Nacional de Música y Premio Castilla y León de las Artes, defendió siempre que «componer es racionalizar la intuición».
Marita era la primera en probar sus partituras al piano. Juntos organizaron los cursos de composición que cada verano atraían a Villafranca a centenares de jóvenes, además de un ciclo de conciertos. También participó en el Festival Internacional de Órgano de la Catedral de León. Mantuvo una estrecha relación la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, a la que dirigió varias veces, la última con motivo de su 80 cumpleaños. «Es una enorme alegría dirigir una orquesta de casa que, en algunos aspectos, interpreta mi obra mejor que la de Viena. Eso era impensable hace 20 años», celebró.
Músico muy próximo a la literatura y la filosofía, sus tres óperas – 'Lázaro', 'El Quijote' y 'Novela de ajedrez'– beben de la primera. Lamentaba que «en Madrid, en la parada de metro de Ópera está mi 'Quijote', pero no se ha vuelto al Teatro Real». Deja tras de sí tres hijos, uno de los cuales, Pedro, ha seguido sus pasos como director, un castillo lleno de silencio y un amplio catálogo para ser interpretado.
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