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«No se lo recomiendo a nadie que viva de su trabajo. Vivir en un castillo, mantenerlo, es complicado», dice Cristóbal Halffter mientras camina hacia el rincón donde lee por la mañana. La anchura del muro, abierto para hacer una ventana, procura un espacio ... suficiente para la mesa y las dos butacas. Sobre libros de Heidegger, Preston y Zweig, una brújula, «me gusta saber dónde estoy». En una mesa cercana, un retrato de Marita Caro, su mujer, en un altar discreto anunciado por unas mimosas.
Con esa luz y en ese silencio vive y trabaja Halffter (Madrid, 1930) que el día 24 cumplirá 90 años. Lo iba a celebrar en el Auditorio Nacional, con un estreno, pero como el resto de la vida cultural española, ha quedado aplazado. La Orquesta Sinfónica de Madrid, a las órdenes de Ivor Bolton, tenía programado un concierto con las 'Alucinaciones. Collage para trío bajo y orquesta' y la premiere de 'Cuatro piezas españolas', ambas del maestro berciano. «En 2015 orquesté para cuerda el pasodoble 'Suspiros de España'. Cuando en 2018 la Fundación BBVA me encarga una obra sinfónica, pensé desarrollar el concepto compositivo del pasodoble añadiendo unas sevillanas, una melodía popular vasca y la 'Fantasía' de Mudarra. Un resumen de la música tradicional española, de la herencia renacentista y de la música de autor, junto a mi aportación», explica Cristóbal, que incide en lo de autor. «Ese pasodoble es de Antonio Álvarez Alonso, que muere en 1902. Fue un excelente músico que, de haber sido España un país normal, hubiera recibido el encargo de alguna ópera por un Real, que no se hubiera dedicado solo a la lírica italiana. Pero el premio de Álvarez Alonso fue dirigir una banda municipal. Así ha pasado con nuestros músicos». A pesar de este triste sino el compositor sigue extendiendo cada mañana su escritura elegante sobre papel pautado, corcheas y negras que parecen flotar sobre los pentagramas. Hay alguna partitura enmarcada.
«En diciembre de 2017 murió Marita. Fue un golpe en mi vida, tras 64 años casados, de repente te falta la persona que más te influye. Mi único consuelo es escribir música, es la manera de seguir en contacto con ella. Leía la primera mis páginas, sabía lo que hacía antes de escribirlo. Guardaba el silencio necesario y me daba el empuje de quien te acompaña hacia tu propio destino», dice despacio. Considera la composición «una necesidad de comunicarme con el entorno en un lenguaje abstracto como es la música».
Músico en una familia de músicos, las primeras clases de solfeo se las dio su madre. El apellido les permitió salir de España cuando comenzó la Guerra Civil aunque el destino fue la Alemania nazi. «Allí me pusieron la vacuna contra cualquier dictadura e hizo un fenomenal efecto, solo deseas que no se vuelva a repetir. Para tener razón no hace falta dar golpes, puedes tenerla pero si usas la violencia, la pierdes». Hay un orden que permite exponer la razón de cada cual, también en la música. «Con la Revolución de los bolcheviques en la Rusia de 1917 se abolió la figura del director de orquesta, aquello suponía la dictadura en la música, la represión de los intérpretes. Al cabo de unos meses en los que no se ponían de acuerdo en los programas a tocar, en quien daba la entrada, en cómo organizarse, convinieron que el director era necesario aunque fuera para marcar el silencio. La famosa 'Quinta' de Beethoven no comienza con el sol-sol-sol-mi, sino con un silencio», advierte.
«La enseñanza de la música comienza en la infancia, los niños deben aprender a valorar el silencio», afirma quien, como San Juan, disfruta de su «soledad sonora y su música callada». Le maravilla el poder de su arte para «secuestrar» el tiempo del oyente. «Es difícil verbalizar el sentimiento de lo que ves en un concierto. Se produce una comunicación sensible que no tiene argumento pero que está ahí. Para que eso ocurra tiene que haber una voluntad del oyente que se crea con la educación. Eso en España es aún extraño, se considera música solo a alguien con un micrófono. Creo que hay una degradación cultural sensitiva, estamos llenos de ruidos y hemos perdido el sentido de la belleza sonora».
Cristóbal Halffter se sobrepuso a esa indiferencia nacional por su arte. Miembro de la Generación del 51, como él mismo la bautizó, asevera que «Luis de Pablo, Tomás Marco, Carmelo Bernaola, más allá de mí, dieron de España una visión diferente en el mundo de la que se tenía». Y recuerda su propia experiencia: «En 1962 iba a dirigir a la Orquesta de Düsseldorf y me preguntaron '¿usted no hace flamenco?'. Aún entonces tenían en concepto de que andábamos cantando soleares por la calle. Eso se ha superado».
La España musical a la que amanece esa generación tenía un nombre propio, Ataúlfo Argenta, que Cristóbal recuerda con una admirativa y cariñosa sonrisa. «Fue una pérdida muy grande para España porque estaba metido en la música europea y podía haber sido un puente excelente. Le conocí cuando estrenó tres obras mías y murió cuando yo tenía 27 años. Era genial. Una vez llegó un poco tarde al concierto con la Orquesta Nacional y no tenía partitura. Le preguntó al concertino Luis Antón '¿qué tocamos hoy?'. 'La 'Heroica', maestro', le contestó. Y apenas le marcaron los primeros acordes, hizo una versión increíble. Le vino a la memoria entera». Hay una foto de Argenta, Stravinsky y Halffter en Madrid. «Allí conocí al compositor ruso. Hablando tras el ensayo, me dijo que tenía unas molestias en la espalda y que si le podía dar un masaje con un lenitivo que llevaba. Hice lo que pude y le confesé mi sensación de estar masajeando a la historia de la música». Junto con Argenta, su maestro Conrado del Campo es otro de los músicos a los que «España le sigue debiendo un reconocimiento».
Heredero de la tradición alemana, de «Bach y compañía claro», destaca a Buxtehude, a Jacob Clemens non Papa, a «muchos compositores menos conocidos». Como escritor de partituras, siempre le ha llamado la atención el proceso compositivo que pasa por los manuscritos. «En España no conservamos nada. No hay manuscrito de 'El Quijote'. Sin embargo en Alemania están abiertos todos los archivos y bibliotecas para quien quiera consultar. Intenté hacer un estudio crítico de 'La verbena de la paloma', de Bretón. Para eso necesito ver el original, como escribía un punto, lo que significaba para él, en unos casos es un 'sforzato', en otro uno ligado, ver los arcos, etc. Nunca lo podremos saber».
La literatura le ha acompañado siempre, ha sido la fuente de inspiración de tres óperas con 'Lázaro', 'El Quijote' y 'La novela de ajedrez', de Stephan Zweig, como argumentos. «No tengo relación con el Teatro Real más que como espectador de vez en cuando. En el metro de Ópera hay una gran foto de mi 'Quijote' (espectacular escenografía de Wernicke), pero no suena arriba. Se estrenaron y no se han vuelto a representar. No creo que la misión principal de esa sala sea hacer ópera del XIX o al menos no solo eso, no solo 'La valquiria' o Mozart. Hay que representar el siglo XX y XXI español».
Leonés adoptivo
El compromiso con la creación contemporánea no exime de conocer «por ejemplo el Renacimiento español. Hay mucha gente que no sabe quién fue Cabezón, el músico de la corte de Felipe II que creó escuela Inglaterra» pero también hay que saber lo que hacen «nuestros coetáneos, no solo en música».
Si mira a sus amigos, a sus colegas europeos, como Boulez, Berio o Stockhausen «sus países les han procurado un bienestar, han propiciado lugares como el Centro Pompidou para sus creaciones. En España nos tuvimos que ir y no se pide para nosotros, sino para los futuros músicos». No es la melomanía una afición extendida entre nuestros políticos como comprobó cuando él mismo accedió a participar en ese plaza. «Me ofrecieron formar parte de un grupo liberal de León con la propuesta de hacer de mi patria un país normal. Fui en la lista para el Senado, el tercero, y tuve la suerte de no salir. Digo suerte porque en ese momento estaba con el encargo de la Radio Francesa de escribir un réquiem que representara la música contemporánea en un género que tenía a Mozart, Beethoven, Brahms y Verdi como máximos exponentes. Así que al final, quedé bien con los catedráticos de la propuesta, con mi compromiso democrático y con el musical». Sigue inmensamente agradecido a León, «me ha tratado siempre muy bien. Hoy no sé si puedo aportar algo, no sé si le conviene estar solo como provincia o seguir en su comunidad. Que cuenten conmigo para lo que quieran pero sin pertenecer a ninguna sigla. He creado un partido que soy yo. Si alguien se apunta, me salgo», dice sonriendo.
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