
Angélica Tanarro | Escritora
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Angélica Tanarro | Escritora
«El silencio y la poesía son mis defensas frente al ruido ambiental»«¿Está todo dicho?», se pregunta Angélica Tanarro en el primer verso de 'Lo que (no)sé de las palabras' (Ediciones Cálamo). Abre bien los ... oídos y «bucea su caudal» deseando que esas voces «sigan nombrando lo que importa». Inaugura así su tercer poemario que presenta este viernes en la Fundación Segundo y Santiago Montes, a las 20:00 h.
«Hay dos claves en el libro: las palabras, desde el título, y la pérdida de mi madre, una persona fundamental en mi vida, que murió en medio de su gestación. Su ausencia me dejó un vacío enorme, y ahí te das cuenta de que las palabras son aún más pequeñas, más esquivas», explica la que fuera responsable de esta sección del periódico.
Más lectora que escritora, ha ido dejando versos macerándose en su cajón. «Muchos de estos poemas llevan años conmigo, he estado dándoles vueltas. Así que publicarlos me permite soltarlos, quitármelos de la cabeza, que dejen de ser míos», dice casi aliviada. Los ha estructurado en cuatro capítulos sin más presentación que una cita a pie de página. «Al principio tenían título pero en el proceso de organización del libro lo quité. No me convencía poner un etiqueta demasiado cerrada, cada cita da una pista», aclara la convocante de Valente, Pizarnik, Dickinson y García Valdés.
«Soy el nombre que vive en tu memoria/ y araña tu desmemoria», reza uno de sus poemas. Entre esos sustantivos repetidos figuran silencio, miedo, vacío, voces, huellas.
«El silencio tiene que ver con algo tan material como que necesito silencio absoluto para escribir poesía y para leer. El silencio es mi defensa metafórica contra el ruido ambiental, contra tantas cosas que en la vida chocan, te interpelan, te acosan. Es mi defensa junto a la poesía». Y si había huellas en su anterior poemario, 'Memoria del límite', aquí siguen hollando su escritura. «Amedida que nos hacemos mayores vivimos más sobre las huellas que nos dejan quienes no están, sobre nuestras experiencias, sobre lo que leemos».
Su quehacer periodístico demanda una relación estrecha con los signos de puntuación de la que se libera en la poesía, ajena a ese código. «Tiene que ver con la respiración, aunque es algo muy subjetivo, es mi respiración. Más importante que los puntos me parecen los espacios de los versos, a veces doble, porque pienso en la lectura y en la respiración. No uso puntuación salvo los guiones, cuando quiero subrayar una palabra». Se entrega así a la relación directa con las palabras «que a veces son amigas, te acompañan, y otras, esquivas. Para un escritor el idioma es la carne, la sangre y el alma», afirma quien siente «el miedo a no reconocerme / a amanecer desnuda/ sin idioma».
Hay poemas que se asoman a un jardín mexicano, a la tumba de Machado en Colliure, a la 'casa portátil' que procura el amor, al Oriente de Pearl S. Buck, al teatro del mundo. Y sensaciones como la extrañeza y la angustia que procura el mundo. «La escritura siempre ha sido un bálsamo, esa es una experiencia compartida.No se escribe cuando está feliz. Suele decirse que no hay muchas novelas sobre la felicidad, aunque no sea del todo cierto. Pero sí, para mí tiene efecto balsámico aunque ahora no tanto. Las ausencias importantes a veces me impiden escribir. Pero vivimos con ello, cada uno a su manera. Unos escriben, otros juegan al tenis. Hay que aprender a ser creativo, también con la felicidad, no quiero que suene dramático», cuenta esta experta en la obra de Martín Gaite que se refiere a varias mujeres en este poemario.
«Cada vez más hay una forma de creación que me llega más cercana y suele ser de mujeres. Es cierto que ahora tienen mayor visibilidad, pero no las busco. Por ejemplo a Casilda García Archilla, la artista vallisoletana, me une su reflexión sobre lo frágil. Louise Bourgeois también reflexiona sobre la mujer creadora y lo frágil a través de sus arañas, de la figura de la madre-araña. Remedios Varo, desde el surrealismo, muestra su mirada perpleja sobre el mundo. Me pasa mucho con la poesía de Olvido García Valdés y su forma de mirar tan sutil la naturaleza, lo cotidiano. Alejandra Pizarnik me acompaña desde siempre. Y si tuviera que definir la poesía diría que Emily Dickinson es la poesía».
Sabe que cada «poema encuentra un lector», esa es la enseñanza que le da publicar, «aunque sea tan esporádicamente. Lo más bonito de mostrar lo que escribes es que cada uno lo entiende de una manera. Aveces produce extrañeza positiva porque lo que leen quizá no tiene nada que ver con lo que pensaste. Esa es la magia, el punto de encuentro nunca imaginado».
El verso final «siembro palabras sobre dunas/ya nada crece/ salvo el silencio» se sobrepone al sino estéril del suelo arenoso para «cerrar el poemario con un silencio, pero no negativo, sino el de la creación».
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