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Si la novela 'El camino' (1950) le costó a Delibes escribirla tres semanas y 'El hereje' (1998) tres años; si 'El camino' alberga en sus páginas un puñado de personajes, no más de cuarenta, los personajes de 'El hereje' son muchedumbre, son incontables. Un día ... me puse a contarlos y desistí, mejor dicho, me perdí. Y es el caso que todos ellos tienen entidad propia y diferenciada, y están donde están porque tienen que estar.
Me he ocupado, en mis dos entregas anteriores de esta miniserie, de personajes singulares, de uno en uno; lo haré ahora, en esta tercera y última, de personajes plurales. Multitudinarios, les cuadraría mejor.
Y el primer grupo con el que entra en contacto el jovencito Cipriano, por expresa voluntad de su padre, es con los recogidos del Hospital de Niños Expósitos. Es una decisión de don Bernardo Salcedo para sacar al chico del ámbito familiar y sobre todo del cobijo demasiado protector de la nodriza Minervina Capa. «A este niño hay que enveredarlo».
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En el internado, regido con extrema disciplina por don Lucio, el 'Escriba', se relaciona con muchachos de baja condición social, como Tito Alba, el Niño, Claudio el Obeso, el Gallofa, el Rústico, y muy en particular el Corcel, cabecilla y gallo indiscutible e indestronable de aquel gallinero. Indestronable hasta que el enteco y nervudo Cipriano Salcedo se enfrenta en el patio un día con el Corcel y lo vence en furibundo y jaleado combate.
Otros sucesos acaecieron en los tres cursos que Salcedo permaneció en el colegio, como la celebración en Valladolid de la Conferencia de Erasmistas y Antierasmistas, en la que también los colegiales tomaron parte y partido por uno u otro bando.
Tres escenarios en que el título de este reportaje cobra pleno significado y razón de ser: muchedumbre. En los tres, los personajes de la novela delibeana 'El hereje' son multitud y ello lleva consigo que la novela se convierta en coral. Trágicamente coral, eso sí, pero con un tratamiento ecuánime y 'sin cargar las tintas', como Delibes siempre manifestó que quería proceder.
Los presos de la cárcel de la vallisoletana calle Pedro Barrueco, empezando por el propio Cipriano Salcedo, torturado hasta casi su aniquilación física; o el doctor Cazalla y otros miembros significados de la secta luterana de Castilla; los protagonistas o meros espectadores del Auto de Fe de la Plaza Mayor de Valladolid, con una escenografía desmesurada y un si es no es grotesca; y finalmente la cremación de los reos en las afueras del Campo Grande, son todos ellos la 'muchedumbre' de personajes que culminan la incontable lista de la novela.
Lista a la que da pleno significado una mujer asistente a este acto final de la cremación, Minervina Capa, que la narró como nadie en la declaración que hizo ante el Tribunal de la Inquisición: «Preguntada por la razón de su presencia en el quemadero en la tarde del 21 de mayo de 1559 y su relación con el relajado Cipriano Salcedo, la atestante manifestó que el interfecto había sido «su niño» desde la muerte de su madre en 1517, que le había criado a sus pechos y le había atendido en sus necesidades.(...) Preguntada la atestante si ella creía de buena fe que Dios Nuestro Señor podía hacer favor a un hereje, respondió que el ojo de Nuestro Señor no reparaba en las apariencias sino que iba directamente al corazón de los hombres, razón por la que nunca se equivocaba».
Miguel Delibes y sus personajes: «Ellos son mi biografía».
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