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El propietario de un establecimiento de la Plaza Mayor de Valladolid cierra su establecimiento por el decreto del Gobierno. Gabriel Villamil
El Gobierno central asume el control en Castilla y León y restringe la libre circulación

El Gobierno central asume el control en Castilla y León y restringe la libre circulación

La confusión sobre qué se puede hacer marca las primeras horas de la reclusión ciudadana tras anunciarse el estado de alerta

Juan J. López

Valladolid

Sábado, 14 de marzo 2020

Apenas 24 horas después de conocerse los planes del Gobierno de España, con el estado de alerta como medida adoptada para frenar el avance del coronavirus, y con Castilla y León pidiendo precisamente esta medida, en boca de su presidente, la hoja de ruta de cada individuo le llevó a cuestionarse qué poder hacer y qué no.

«La incertidumbre es el peor enemigo», resumían ayer fuentes del Ayuntamiento de Valladolid y de la Junta al ser preguntados por la 'traducción' de todos esos conceptos burocráticos tras los que se esconden medidas que cambiarán la vida de todos durante «al menos» dos semanas. De las más genéricas, como hasta qué punto queda condicionado el libre albedrío del ciudadano; hasta las más concretas, con las aclaraciones de la Consejería de Educación acerca de las no obligaciones presenciales de los maestros y profesores en los centros educativos a partir de mañana. Decidirán los consejos directivos de los colegios e institutos.

Medidas idénticas a todos en Palencia, Segovia, Salamanca... Como la supresión del transporte urbano, con las reticencias de Valladolid hasta última hora, y que, a regañadientes, clausuró ayer el servicio para posteriormente anunciar la apertura de manera completa en la jornada de este domingo.

El alcalde de la ciudad, Óscar Puente, mostró su malestar y habló de «una medida que tenía unas consecuencias gravísimas» para la ciudad, y que justificó en que «no se ha adoptado en ningún lugar del mundo, salvo en Wuhan durante 20 días». El regidor vallisoletano también aludió a los casos de Italia o Madrid como lugares con una situación de pandemia muy extendida, y en los que no se ha decidido prohibir el servicio público. De hecho, Puente destacó la importancia de recuperar el servicio de autobuses para el uso de muchos trabajadores, sin otro medio para desplazarse.

A las dudas suscitadas en la población no ayudó que el Ejecutivo central aplazase para este domingo las videoconferencias con los presidentes de las autonomías, en una línea jerárquica que volvió a aplazarlo todo. De escalón a escalón hasta llegar a los consistorios, los más cercados al ciudadano, con medidas «en pausa» de índole de movilidad, en aperturas o cierres de parques u otras instalaciones municipales y servicios.

En la relación estado-autonomías, otro de los puntos que marcó la jornada de ayer estuvo en la petición sin éxito del presidente de la Generalitat, Quim Torra, de que el Gobierno no confiscara las competencias autonómicas, una reclamación que propició las críticas del presidente de Extremadura, Guillermo Fernández Vara, que apeló a «la cadena de mando» y a la necesidad de «tener un mando único, aunque algunos parecen no saberlo», a lo que añadió que «el coronavirus no conoce los estatutos de autonomía».

A las críticas políticas, pese a la petición de unos y otros de no utilizar la alarma sanitaria como arma arrojadiza, también tuvo al líder de Vox, Santiago Abascal –recluido en su casa con positivo por coronavirus–, como crítico con las palabras de Torra, para el que pidio «la detención».

En esa crónica política, con las más de siete horas de Consejo de Ministros en Madrid, la presencia del vicepresidente Pablo Iglesias, en cuarentena tras el positivo de su pareja, la ministra de Igualdad, Irene Montero, tampoco ayudó a despejar las dudas sobre la forma de encarar la enfermedad y sus protocolos.

De igual forma, no ayudaron los tiras y aflojas en el gabinete de crisis de la coalición entre el PSOE y Unidas Podemos, que dilató horas la publicación de la toma de decisiones, así como precisamente todas esas dudas, no solo de los ciudadanos, sino también de todos esos técnicos que se aplicaron para intepretar normativas, decretos y la forma de llevarlos a cabo durante horas –traducido en el caso de Valladolid, en Auvasa–.

Hasta casi última hora, los castellanos y leoneses no supieron si salir a la calle para sacar al perro podía acarrear sanciones o multas; o si el paseo para ir al 'súper', con colas a primera hora de la mañana –alimentadas por una buena dosis de histeria sin fundamento– podía extenderse algo en el tiempo.

Precisamente, la Asociación de Supermercados que operan en Castilla y León (Asucyl) volvió ayer a recalcar que el suministro está asegurado. «Si un producto se acaba se repondrá esa misma noche», incidió esta semana la representante de este colectivo en la comunidad, en un mensaje que también recuerda que los comercios de alimentación (supermercados, grandes superficies de comida...) permanecerán abiertos con el estado de alarma decretado, al igual que las farmacias.

Estos establecimientos también vivieron ayer sus primeros contratiempos relacionados con algunas demandas «surrealistas» de paracetamol o ibuprofeno, en palabras de una farmaceútica del centro de Valladolid, una tendencia que también ha sido seguida en otras localidades de la comunidad y del resto del país. Es esta demanda también elevada «y compulsiva» la que ha llevado al Colegio de Farmaceúticos a recordar que estos fármacos no sirven para curar el coronavirus, aunque sí palian los efectos de la fiebre o los dolores musculares.

Las farmacias forman parte de esos comercios que permanecerán abiertos, y también han adoptado medidas en las últimas horas para evitar la concentración de personas en sus recintos. Carteles de «máximo cinco personas» o «respeta el metro de separación» ya cuelgan de las paredes de algunas, como, por ejemplo, de las del barrio de Parquesol, en la capital vallisoletana.

Este barrio, al igual que el paseo del Salón, en Palencia; o la bulliciosa Calle Real, en Segovia, sirvieron para dibujar una situación que hubiese sido tildada de postapocalíptica con centros de ciudades sin un alma y avenidas fantasmasles, con letreros aludiendo a la cuarentena en gran parte de la hostelería.

Fueron los locales que no cerraron –o los que intentaron no cerrar–, los que se llevaron gran parte de la crítica. Incluso, la presión social obligó a clausurar algunos, como fue el caso de una conocida discoteca en Valladolid; mientras que otros empresarios hosteleros optaron por aplazar el cierre a mañana, con conocidos restaurantes en Segovia y también en la ciudad vallisoletana.

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