A unos pasos de la Plaza de España, detrás de la iglesia de San Andrés, se encuentra desde hace poco más de 20 años uno de los bares más particulares de Valladolid: El Colmao de San Andrés (calle del Párroco Domicio Cuadrado, número 3).
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Diego Fernández
Además de por la calidad de sus productos y su barroca ambientación que a nadie deja indiferente, El Colmao ha pasado a convertirse en todo un referente en el barrio que le da nombre por la amabilidad y la calidez con la que Juan y Maite reciben a habituales y foráneos. Esta atmósfera de luz tenue, relajante música francesa y decoración de lo más variopinta a menudo culmina en veladas al son del piano del local acompañadas de un cóctel.
Precisamente, de entre los diferentes productos que ofrecen, quizás los 'best sellers' se encuentren en la coctelería: sus vermús de mediodía y sus negronis nocturnos son algunas de las recomendaciones más populares. Sin embargo, este bar también ofrece a sus clientes la posibilidad de degustar ciertas tapas, entre las que se encuentran las tostas. Estas pueden variar dependiendo de la temporada: sardina ahumada, ventresca, brandada de bacalao… o crema de cecina de Astorga con almendras y aceite de oliva virgen extra; como la que hoy degustamos acompañada de una caña bien tirada.
Precisamente, esta tosta tan maragata es una de las más solicitadas en la barra de El Colmao. Y no es para menos; ya que, aunque en un primer momento puede resultar llamativo encontrar un sabor tan característico como el de esta carne en un formato de crema, este es el idóneo para acompañar encima del pan tostado junto al AOVE. Las almendras, por su parte, en cierto modo llegan a suavizar el sabor de la crema de cecina, por lo que no llega a hacerse pesado. En definitiva, estos son los ingredientes que componen la tosta, que se puede degustar por 3,80 euros.
Cabe destacar que, a pesar de que Juan Bautista (más conocido entre los parroquianos como Juan, 'el del Colmao') recomienda acompañar la mencionada tosta con un vermú, admite que una caña también puede ser un refrigerio adecuado para su maridaje. Y lo cierto es que cualquier opción es válida, siempre y cuando uno se deje llevar por el ambiente de este rincón donde cada cuadro, lámpara o maniquí parecen contar toda una historia propia.
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