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Terrenos de la localidad zamorana de Domez de Alba quemados en el incendio forestal más importante del verano en Castilla y León. Mariam A. Montesinos
La solidaridad que dejaron las llamas en Zamora

La solidaridad que dejaron las llamas en Zamora

Domez y Vegalatrave, los pueblos más afectados por el incendio forestal más importante del verano en Castilla y León, se reponen del susto y agradecen la ayuda tras la pérdida de la paja y los pastos para el ganado

Alicia Pérez

Zamora

Domingo, 6 de septiembre 2020, 08:51

«Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma. Gracias». «Gracias por toda vuestra ayuda». Son los mensajes de agradecimiento que pueden leerse en las pancartas a la entrada de la explotación ganadera de la familia Rey, a las afueras de la localidad zamorana de Vegalatrave.

Es una de las explotaciones más afectadas por el gran incendio forestal del verano en Castilla y León, que se inició el pasado 15 de agosto en Lober de Aliste y afectó a pueblos de las comarcas de Aliste y Tierra de Alba, una zona ganadera y de caza que ha pedido la declaración como zona catastrófica y en la que no recuerdan un fuego de esta magnitud ni tan próximo a los pueblos.

En un día de ola de calor y con vientos muy desfavorables, las llamas pusieron en jaque a Domez y Vegalatrave al aproximarse a sus cascos urbanos. El fuego afectó también a las localidades de Lober y Losacio. Además del trabajo de los medios de extinción, con 525 personas durante todo el operativo, cientos de vecinos se sumaron a las labores y salieron a apagar el fuego con tractores, ramas, mangueras y mochilas de agua.

Hace tan solo tres semanas, los hermanos Manuel e Ismael Rey y el hijo de este último, que también se llama Ismael Rey, luchaban contra el fuego que acabó con los mil paquetes grandes de paja y forraje que tenían almacenados para dar de comer a las 1.200 ovejas de Manuel e Ismael Rey, y a las sesenta vacas de Ismael Rey hijo. En la explanada de su explotación, puede verse todavía el cerco negro donde se quemó una carroceta del Servicio de Extinción de Incendios de la Junta de Castilla y León.

Ismael Rey cuida sus vacas a las afueras de Vegalatrave. Mariam A. Montesinos

«La gente se ha volcado y ha ofrecido todo tipo de ayuda»

La explotación ganadera de la familia Rey, en Vegalatrave, es una de las más afectadas por el incendio. A pesar de que hicieron cortafuegos con tractores, las chispas saltaron y ardió todo el forraje y la paja que tenían almacenados para alimentar a las 1.200 ovejas de los hermanos Ismael y Manuel Rey, y a las sesenta vacas de Ismael Rey, un joven ganadero de 24 años que es hijo del primero.

Sin embargo, consideran que lo más grave es la pérdida de todo el pasto que tenían para pastorear por el campo.

Esta explotación también ha recibido paja y forraje donados por ganaderos de la provincia. Hasta allí llegó una caravana de tractores con plataformas cargadas y varios camiones cuyos portes ha pagado la Diputación. Además, albañiles voluntarios han levantado la pared de la perrera que se quemó en el incendio y particulares han donado sacos de pienso para las rehalas de ochenta perros que tiene Ismael Rey, que es cazador.

«La gente se ha volcado, ha colaborado mucho y ha ofrecido ayuda de todo tipo, incluso de mano de obra», destaca Ismael Rey, quien el 15 de agosto temió por la explotación ganadera, por la vivienda familiar que tienen en las inmediaciones y por todo el municipio. «El fuego era tan grande que pensábamos que se metía en el pueblo y se quemaba entero», recuerda sobre unos momentos en los que confiesa que pasaron mucho miedo. «El susto se ha quitado, pero todavía hay noches que te da cosa porque se pasó bastante miedo temiendo que se quemase alguien porque había mucho viento».

Este ganadero de Vegalatrave también espera que se levanten las restricciones en cuanto a la Ley de Montes y poder pastorear lo antes posible con las vacas y las ovejas en la zona afectada.

El incendio, que alcanzó el nivel 2 de peligrosidad, arrasó 1.934,44 hectáreas. «Todo el verano trabajando y se quemó todo el alimento para el invierno, pero lo más grave es que se también todo el pasto del ganado que teníamos hasta diciembre», explica el ganadero Ismael Rey mientras cuida de las vacas a las afueras de Vegalatrave. Allí mira el suelo y explica que apenas quedan pastos, por lo que tienen que echar de comer al ganado.

Según calcula la Delegación Territorial de la Junta de Castilla y León, son unos veinte los ganaderos de ovino y vacuno más afectados por el siniestro en los pueblos cuyos términos fueron abrasados por las llamas. También han resultado afectados seis cotos de caza y terrenos con encinas, robles, fresnos y castaños.

El incendio más grave del verano ha avivado una ola de solidaridad y una decena de ganaderos de Domez y Vegalatrave han recibido ya paja y forraje, -un millón de kilos-, donados por unos sesenta compañeros y cooperativas de la provincia, en una iniciativa que ha contado con la colaboración de las organizaciones agrarias y de la Diputación, que ha hecho frente al pago de parte de los portes. En la finca de Ismael Rey, aparece levantada ya la pared de la perrera que se quemó gracias a unos quince albañiles voluntarios que hicieron este trabajo en un solo día.

Arriba, una pancarta de agradecimiento colocada a la entrada de la explotación de los hermanos Rey en Vegalatrave; en las imágenes de debajo, la alcaldesa de de Vegalatrave, María Isabel Álvarez, señala la zona quemada en la explotación ganadera de los hermanos Rey y Pascual Blanco, alcalde de Gallegos del Río, municipio al que pertenece Domez de Alba, señala por dónde llegaron las llamas desde Lober. Mariam A. Montesinos
Imagen principal - Arriba, una pancarta de agradecimiento colocada a la entrada de la explotación de los hermanos Rey en Vegalatrave; en las imágenes de debajo, la alcaldesa de de Vegalatrave, María Isabel Álvarez, señala la zona quemada en la explotación ganadera de los hermanos Rey y Pascual Blanco, alcalde de Gallegos del Río, municipio al que pertenece Domez de Alba, señala por dónde llegaron las llamas desde Lober.
Imagen secundaria 1 - Arriba, una pancarta de agradecimiento colocada a la entrada de la explotación de los hermanos Rey en Vegalatrave; en las imágenes de debajo, la alcaldesa de de Vegalatrave, María Isabel Álvarez, señala la zona quemada en la explotación ganadera de los hermanos Rey y Pascual Blanco, alcalde de Gallegos del Río, municipio al que pertenece Domez de Alba, señala por dónde llegaron las llamas desde Lober.
Imagen secundaria 2 - Arriba, una pancarta de agradecimiento colocada a la entrada de la explotación de los hermanos Rey en Vegalatrave; en las imágenes de debajo, la alcaldesa de de Vegalatrave, María Isabel Álvarez, señala la zona quemada en la explotación ganadera de los hermanos Rey y Pascual Blanco, alcalde de Gallegos del Río, municipio al que pertenece Domez de Alba, señala por dónde llegaron las llamas desde Lober.

Por su parte, los cazadores de cotos afectados han llevado comida y agua a los animales, desde conejos a perdices y codornices.

«A los ganaderos se les presenta un otoño y una primavera un poco complicados porque se ha calcinado la zona donde ahora iba a pastar el ganado», explica María Isabel Álvarez, alcaldesa de Vegalatrave, un municipio que tiene 88 habitantes pero que este verano ha visto incrementada su población de forma importante debido a la pandemia. Recuerda la virulencia y rápida propagación del fuego debido al fuerte viento. «Lo vivimos con mucha preocupación, intranquilidad y muchos nervios. Vienen las llamas y sientes impotencia porque no puedes hacer nada», señala, y asegura que en algunos momentos temieron que se quemara el pueblo. Incluso se prepararon autobuses por si era necesario el desalojo de Vegalatrave.

«Si el incendio hubiera cruzado la carretera, se nos mete en el pueblo», afirma la regidora junto al ganadero Ismael Rey. Ambos recuerdan que la noche fue muy larga, «terrorífica» hasta pasadas las cinco de la mañana.

«Las llamas impresionaban. Ahora cuando escuchas un avión, ya se te encoge el alma», afirma María Isabel Álvarez.

Siguen con el susto en el cuerpo también en Domez de Alba, localidad perteneciente al Ayuntamiento de Gallegos del Río y que se vio rodeada por las llamas.

En Domez hay unos 170 habitantes, aunque el día del incendio, a mediados de agosto, estaba el pueblo lleno y prácticamente todas las casas abiertas.

El ganadero Juan Antonio Vega, en su huerta en Domez de Alba. Mariam A. Montesinos

«Vi peligrar mi nave y el pueblo entero»

Juan Antonio Vega se dedica a la agricultura y la ganadería desde hace veinte años en la localidad de Domez de Alba, uno de los pueblos más afectados por el incendio que se originó en Lober de Aliste y que llegó a escasos cincuenta metros de su nave, lo que le obligó a evacuar al ganado.

Explica que todo pasó muy rápido y que vivieron momentos de angustia. «Vi peligrar mi nave y el pueblo entero. Fueron unos momentos muy duros, en los que prácticamente no te da tiempo a pensar. Lo único en lo que piensas es en apagar las llamas», señala y asegura que nunca habían vivido nada parecido, «de esta magnitud y con amenaza al pueblo».

Juan Antonio Vega es uno de los tres ganaderos a título principal que hay en Domez. Asegura que pertenece a una especie en extinción. Se dedica al vacuno de carne y tiene una veintena de vacas y terneros.

Señala que los animales también se han resentido por el estrés del incendio. «Las vacas estuvieron unos días con mucho estrés, extrañaban todo porque antes veían todo de color de comida y ahora ven todo de color negro».

En el incendio, perdió la paja y las alpacas que tenía en las tierras y los pastos con los que alimentar el ganado al menos hasta el invierno. «Todo se ha evaporado», lamenta y agradece la paja y el forraje que les han donado ganaderos de la provincia en la caravana solidaria.

Con la paja y el forraje que tenía en la nave, que finalmente no sufrió daños, y con lo que les han entregado cree que tiene el invierno asegurado. «La gente se ha portado muy bien, estamos muy agradecidos», afirma Juan Antonio, quien espera, como se ha comprometido la Junta, que se levanten cuanto antes las restricciones que impone la Ley de Montes, que impide el aprovechamiento de pastos durante cinco años en zonas quemadas. «Si no se levanta esa restricción, no podemos seguir porque no podemos estar comprando la comida para las vacas durante cinco años», defiende.

«Todos, en su medida, colaboraron», asegura Pascual Blanco, alcalde de Gallegos del Río y que reside en Domez. El regidor señala a lo lejos la zona por la que llegaron las llamas desde Lober de Aliste y destaca que los vecinos tuvieron mucho mérito en conseguir que el fuego no alcanzara las viviendas del casco urbano. «Lo vivimos de una forma distinta a otros incendios por la velocidad del viento que soplaba porque vimos que el fuego se nos metía encima. Yo lo que más sentía es que alguien pudiera sufrir algún problema porque había mucho humo, no se veía por donde andabas», recuerda.

En Domez se han quemado dos naves ganaderas, una caseta antigua, pastos, valles, paja y el coto de caza ha quedado «prácticamente destruido».

Calcula el alcalde que la zona tardará años en regenerarse. En la pradera, en un año, puede que vuelva a nacer la hierba.

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