El paisaje tiene un verde mentiroso, como un decorado de cartón piedra. Porque el color solo se adueña de ese suelo rocoso, duro, en el que pelean por emerger carrascos de encina que apenas levantan un palmo. Por encima abundan los árboles renegridos o, lo ... que es casi peor, su ausencia. «Lo duro viene ahora. Después de cortado, quedan las piedras en el suelo», sentencia resignado Lucas Ferrero, presidente de la asociación La Culebra no se calla.
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Las máquinas siguen con la tala implacable de un terreno oscurecido. En los dos fuegos que arrasaron el corazón de Zamora entre junio y julio del año pasado se quemaron, según los datos aportados por el consejero de Medio Ambiente de la Junta, Juan Carlos Suárez-Quiñones, 56.679 hectáreas. De ellas, 26.328 eran superficie arbolada. La saca de madera quemada comenzó casi inmediatamente para evitar que proliferaran las plagas, pero ni siquiera en eso ha habido suerte. Las altas temperaturas y la sequía hacen daño. «En el término de Villanueva de Valrojo, Villadeciervos, Otero de Bodas, Ferreras de Arriba y Ferreras de Abajo fueron los primeros en empezar y ya se empiezan a ver plagas de insectos perforadores. No quieren que, si algo ha quedado verde, se traspase la plaga de lo quemado a lo verde. Pero con estas altas temperaturas, igual no libramos ni lo verde», advierte Ferrero. En San Martín de Tábara Luis Pérez 'El Chispa', concejal del Ayuntamiento, señala que «los pinos aún no los han quitado». Allí, como en muchos otros municipios, se ha ofrecido a los vecinos leña de las encinas quemadas, que aún sirve. «Son solo para uso propio», matiza Luis Pérez, que ha recogido 30.000 kilos de esa leña. En los alrededores se ven, junto a las casas, leñeros improvisados. Todos tienen algo en común: las cortezas negras de los cepos.
Los datos de la Junta hablan de 925.458 metros cúbicos de madera extraída de 6.194 hectáreas. Por recoger quedan aún otros 439.005 metros cúbicos de madera de otras 4.188 hectáreas. Esta retirada se adjudica en subastas y se divide por lotes, y generará, calcula la Consejería de Medio Ambiente, en torno a 24 millones de euros «que generarán importantes ingresos para los ayuntamientos titulares de los montes».
Ese primer verdor se convertirá, «entre 3 y 5 años», en una capa de «vegetación herbácea» mucho más relevante, que paliará algo el daño ecológico –sobre todo para la apicultura y pastos– y el paisajístico. Para la mayor parte del arbolado, Medio Ambiente habla de un plazo de 15 años «para que alcance alturas que superen a las de las personas». Donde había boletus edulis habrá «aprovechamientos micológicos que cambiarán de especies», augura la Junta, que espera que se recuperen a partir de «la próxima primavera y otoño».
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Las medidas de la Junta para recuperar el entorno y ayudar a empresas y vecinos han tenido efecto dispar y solo son una parte de un total que se irá por encima de los 65 millones de euros, calcula el Ejecutivo, cuando se completen las labores de reforestación, que serán las más lentas. El concierto que organizó Cultura, y que tuvo que suspender después de indignar a los zamoranos por su carácter de «homenaje» y no «benéfico», como se anunció, hace que asociaciones y ayuntamientos insistan en que se les escuche antes de tomar decisiones.
Nueve meses después del segundo incendio, la Sierra de la Culebra y sus aledaños están en un cruce de caminos. El del pasado reciente, con un balance desigual de las ayudas que iban a llegar y las que finalmente han llegado, y el del futuro, que tiene sus propias necesidades a corto y a largo plazo.
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Pasado y presente
La reacción de la Junta de Castilla y León, administración competente en la materia, ha sido dispar. El portavoz, Carlos Fernández Carriedo, desgranaba hace un par de semanas las actuaciones del Ejecutivo autonómico para paliar los daños en la zona. Incluyó las subvenciones para «desescombro, apuntalamiento de viviendas y edificaciones» dañadas por el fuego. Un periodista le cuestionó: «Esas subvenciones irían más a Burgos, donde se vieron afectadas casas por el fuego, que a Zamora, ¿no?». Y Carriedo admitió que en ese caso, efectivamente, podía ser así.
Los datos los había ofrecido Emilio Berzosa (PP) en una Comisión de Medio Ambiente en las Cortes: a Zamora le correspondieron 107.000 euros del millón disponible en este caso. Sobre el terreno, los afectados cuentan que solo se incluyeron edificaciones en los núcleos urbanos. No refugios, casetos para guardar los aperos o algunas naves, que en la mayor parte de los casos se quedaron sin la ayuda.
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Funcionaron bien, coinciden diferentes fuentes, las medidas más urgentes, las que se enfocaron en garantizar el suministro de agua y el forraje para el ganado. Francisco Requejo, presidente de la Diputación de Zamora, señala que «siempre en coordinación con la Junta» se procedió a analizar «todas las aguas para comprobar que eran potables». «Y con las organizaciones agrarias pagamos camiones para llevar alimento y forraje a los animales», añade.
Un millón de euros fueron para garantizar el agua potable. Tres nuevas estaciones de potabilización, 14 actuaciones para acondicionar captaciones y que no se vieran afectadas por las cenizas arrastradas por el agua, 11 nuevos sondeos. A mayores, tres millones de euros se han invertido en recuperación del entorno natural, desde cubrir el suelo con paja para reducir la erosión hasta instalación de pastizales o recogida de semillas.
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«Los pastos llegaron bien», corrobora Luis Pérez, de San Martín de Tábara. «A los ganaderos de extensivo, que eran los más afectados al no tener pastos, les llegó comida en un primer momento. Sabemos a ciencia cierta que ha llegado a todos. A los apicultores, una pequeña parte, y con donaciones y seguros están saliendo adelante. En cuanto a los agricultores, han pagado lo mismo al que tenía cosechado que al que no. Han repartido esa subvención un ordenador, cotejando con Copernicus y el Sigpac. Y puede haber discrepancias, se podía haber invertido en molestarse en ir in situ a la zona afectada», explica Lucas Ferrero, de La Culebra no se calla.
José Manuel Soto, representante de Coag en Sanabria y La Carballeda, es más crítico. «Las ayudas a ganadería, en alimentación, que las ha dado la Consejería de Agricultura, han llegado. Incluso ha habido fallos en el reparto, con gente que se ha quedado sin la alimentación que le hubiera correspondido». Y explica que esas indemnizaciones nunca son suficientes. «A algunos le han tocado cero, a otros nos han dado cien y a otros, quince mil. Pero al que le hayan dado quince mil euros, es que ha perdido eso multiplicado por cuatro o cinco».
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«A nadie le han sufragado las pérdidas totales, porque había un tope y gente que ha perdido 200-300 colmenas y le han dado un dinero, hasta lo que perdió… Gente que tenía castaños. Y otro fruto del bosque que se ha perdido son las setas, era una zona rica en boletus y se perdió», explica en la playita de Cional, un escenario idílico ahora cercado por la negrura. Desde allí, la carretera ZA-912 lleva a Ferreras de Arriba, donde un cartel informa de que es territorio micológico. O lo era.
A los lados de ese camino asfaltado que pretende ser una vía de un carril por sentido los camiones han dejado huella en forma de baches. De enormes baches. «Van rápido, pero estamos sufriendo las consecuencias con los coches, con baches, lunas rotas, caminos destrozados», explica Lucas Ferrero. Más adelante, dos camiones vacíos cruzan rápido el núcleo de Ferreras de Abajo. A seguir cargando pinos quemados.
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En el plan de acción de la Junta se incluyeron otras medidas. «Cinco mil euros para pymes y autónomos», defendía Carriedo. También ayudas para empresas que quisieran implantarse en las zonas afectadas por los incendios. Aquí, de nuevo, eficacia dispar. Se atendió, según la Consejería de Hacienda, a 112 autónomos y pymes, 560.000 euros en total. Carriedo calculó que el 70% había sido para Zamora. Lucas Ferrero explica que las condiciones de las ayudas han hecho que muchos se quedaran fuera. «Las pidieron 37 ó 40 empresas –cifra que la Junta aportó en un primer balance, aunque ahora Carriedo las extiende hasta 75, aproximadamente–. No hay empresas grandes. Somos autónomos y tenías que justificar unos gastos y no llegas, porque si no tienes obreros al cargo, nada. Turismo activo, avistamiento del lobo, casas rurales… cero. Porque no tenían esos gastos y no podían acogerse a esa ayuda», lamenta.
Algo parecido, aseguran en la zona, ha ocurrido con lo de la implantación de empresas. Una ayuda que tenía el apellido de «innovadora», lo que ha dejado fuera, afirman, proyectos como una fábrica de pellets.
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Los apicultores, 91 en la zona, también sufrieron pérdidas relevantes. Se quemaron 1.400 colmenas y se salvaron en torno a 6.500-7.000, calcula Francisco Alonso, de la asociación Apis Durii. «En enero cobró todo el mundo», asegura. Y luego contaron con el apoyo de Caja Rural, «que se volcó», y de asociaciones como La Culebra no se calla, Zamora solidaria, la cooperativa Cobadú… «Se nos ocurrió reponer tantas colmenas como se hubieran quemado. Pusieron fondos y se entregaron a los apicultores hace un par de meses», explica.
Futuro
José Manuel Soto recrea al detalle los incendios de 1990 y 1991, que vivió tan de cerca como los del año pasado. Y eso le lleva a una conclusión. «El paisaje que teníamos, nosotros no lo vamos a volver a ver. Por mucho que duremos». Una verdad tan cruda no impide, sin embargo, que todos los que viven la Sierra de la Culebra –residentes o emigrados– piensen en qué hacer para recuperar un entorno privilegiado. Lo primero es preservar lo que hay, dice Soto. Que es mucho. «Desde San Pedro de las Herrerías nos queda todo el municipio de Manzanal de Arriba, que son ocho pueblos, dentro de la reserva hablamos de unas 11.000 hectáreas; los municipios de Puebla de Sanabria, Robledo, Ungilde; la zona de Pedralba de la Pradería, con la frontera con Portugal, que aunque hubo un incendio muy grande queda la zona de Figueruela… ¡Vamos a intentar!».
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Con ese mismo espíritu, Lucas Ferrero empieza por proponer medidas fiscales. «Podían haber rebajado el 50% del IBI, o ayudas fiscales a todas las empresas y actividades de la zona, que la mayor parte son autónomos y les podían bonificar durante seis meses, y sabes que has ayudado a toda la gente. Y a los jubilados con el IBI de las casas. Pero de ahí no se ha hecho nada».
Tanto la asociación como algunos ayuntamientos trabajan para celebrar un evento que ayude a recaudar más fondos. Mientras, esperan una reunión con la Consejería de Turismo que pidieron tres veces, aseguran, sin éxito. «Tenemos actividades que son buenas para toda la zona, que quede algo perpetuo y que atraiga gente, como todos los castros que hay y que pueden unificar poblaciones, rutas, miradores de fauna. Puede ser factible. Hay sitios estratégicos en los que quedan buenas vistas y el ciervo y el lobo aún están aquí».
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La berrea sirvió como aliciente para algunos turistas atrevidos el otoño pasado. También la caza. Eso pervive, como lo hacen aún zonas verdes que sobrevivieron al fuego.
En el caso de los apicultores, la petición de Francisco Alonso, de Apis Durii, es muy concreta. «Una segunda entrega de alimento para las colmenas para este año, que no se ha regenerado la zona». Una primera entrega sirvió para conservar aquellas que resistieron a los dos embates del fuego. Las colmenas se han reubicado «alrededor de la Sierra, que son un montón de hectáreas, en Litos hay tres ó cuatro apicultores afectados y ha quedado perimetrado por el fuego, algunos han ido al norte del Tera, otros hacia Aliste».
Mantener a las abejas es clave para la polinización. El verano pasado, después del segundo fuego, era palpable la ausencia de insectos, desde moscas hasta mariposas. «Harían falta entre 50.000 y 60.000 euros», calcula el representante de la unión profesional de apicultores zamoranos, para completar la alimentación de las colmenas de la Sierra de la Culebra. Hasta dentro de tres años, explica, no se regenerarán los arbustos y plantas que necesitan para producir por sí solas una miel que ha sido galardonada en numerosas ocasiones por su excelencia.
Lucas Ferrero
La Culebra no se calla
Francisco Requejo, presidente de la Diputación, explica que desde la institución provincial han «aumentado las ayudas a emprendedores de la provincia, con más razón para la gente que está en esas zonas castigadas», y quieren impulsar que se cree la Denominación de Origen para los vinos de la zona.
Más adelante, cuando la madera quemada haya dejado ya espacio, habrá que reforestar. Y ahí también hay muchas voces que piden apostar por las especies autóctonas. Aunque el pino también tendrá su hueco. «En Villanueva de Valrojo, Cional y Villardeciervos recogieron muestras, hicieron un estudio del terreno y nos han dicho que en algunos sitios no va a quedar más remedio que poner pinos. Pero algún biólogo nos ha dicho que hay que poner límites, no pueden ser masas forestales desproporcionadas. Haz cortafuegos. Si un valle te da robles y castaños, no metas pinos», pide Lucas Ferrero.
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La asociación La Culebra no se calla invertirá el dinero conseguido con el 'merchandising' y los eventos –calculan que cuentan ahora con 40.000 euros después de haber pagado colmenas o bebederos, entre otras cosas– en castaños. «Sabemos lo que quiere la gente, sus bosques. Y si pueden ser autóctonos, mejor. Este dinero no vale para hacer un bosque en todos los pueblos. Pero de este dinero, la mayoría la vamos a emplear en comprar castaños, sean bravos, injertados o microrrizados, y se van a repartir priorizando los socios y luego por pueblos. Tengo en mente que el socio o particular que lo recoja lo haga con un certificado catastral de la parcela donde se quiere sembrar, para que se siembren aquí. Y si a un Ayuntamiento le regalas cincuenta teniendo un territorio marcado que te hayan dejado, la gente del pueblo los va a plantar».
Ya lo hicieron otras veces. Tras aquel nefasto 1991, por ejemplo. Y volverán a hacerlo. Seguro.
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