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Talento Joven Fundación BBVA Héctor Gil Marín, físico: «Al mirar lejos en el espacio, también vemos atrás en el tiempo. Es muy emocionante»

La energía oscura es un fluido que debe de estar por todas partes, aunque nunca lo hayamos visto. Compone el 70 por ciento del universo y hace que el universo se expanda. El afán de Gil Marín por seguirle el rastro y ubicarlo en los mapas celestes le ha valido el reconocimiento de la Fundación BBVA y la Real Sociedad Española de Física.

Fundación BBVA.

Viernes, 23 de Agosto 2024

Tiempo de lectura: 3 min

Ha participado en la creación del mayor mapa del cielo. Cuando se complete, habremos cartografiado más de 40 millones de galaxias. «Mi tarea consiste en calcular distancias colosales e interpretar los datos para ver cómo ha evolucionado el universo», explica Héctor Gil Marín (Barcelona, 1985), premio Investigador Joven (2020) en Física Teórica de la Fundación BBVA y la Real Sociedad Española de Física. Héctor Gil Marín se ha especializado en la detección de la energía oscura. Este fluido anula la fuerza de atracción que ejerce la gravedad y estira el universo como si fuera un chicle infinito, provocando que las galaxias se alejen unas de otras cada vez más rápido.

«A escalas cósmicas, la mente se pierde. El cielo estrellado nos da vértigo, pero es solo una región diminuta. Nuestra Vía Láctea está ligada a otras galaxias. Las matemáticas nos ayudan a dar significado a estas distancias inimaginables», cuenta Gil Marín.

«Puede haber vida en otros planetas, pero que sea inteligente ya es otro cantar. La historia de la Tierra sugiere que el paso de organismos unicelulares a seres inteligentes es muy poco probable»

«La geometría nos dice que el universo es plano. Y que el espacio es infinito. Por lo tanto, no existe un 'Finisterre' cósmico del que se pueda decir: aquí se acaba todo… Sin embargo, es finito en el tiempo; por eso hay una frontera temporal más allá de la cual no podemos observar. Esto sucede porque, al mirar lejos en el espacio, también vemos atrás en el tiempo. Pero no podemos llegar al big bang porque el universo no siempre fue transparente a la luz. Lo más antiguo es la radiación cósmica de microondas, una 'niebla' de cuando el cosmos tenía trescientos mil años», matiza este investigador del Instituto de Ciencias del Cosmos de la Universidad de Barcelona.

«El universo también es homogéneo. Imaginemos un campo de fútbol: desde las gradas se vería una alfombra verde», propone Gil Marín. «Si hacemos zoom, distinguiríamos hormigas en el césped: serían los planetas. Y, si mirásemos con lupa, veríamos al ser humano… Puede haber vida en otros planetas, pero que sea inteligente ya es otro cantar. La historia de la Tierra sugiere que el paso de organismos unicelulares a seres inteligentes es muy poco probable», especula. «Estamos en la edad dorada de la cosmología. Es muy emocionante. Los telescopios son cada vez más potentes. Dentro de treinta años nuestra comprensión del universo puede ser muy diferente».

Las claves de mi investigación

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«El universo ha pasado por diferentes épocas. Al principio estaba dominado por la radiación (luz); luego por la materia: galaxias, planetas…; y ahora por una misteriosa energía oscura».

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«Esto ocurre desde hace unos siete mil millones de años, cuando el universo tenía la mitad de su edad actual. Desde entonces, su expansión se acelera. Lo hemos medido en supernovas lejanas».

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«Pero no tenemos observaciones físicas de la energía oscura. Se asocia a la constante cosmológica, un elemento matemático que Einstein introdujo en las ecuaciones de la relatividad».

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«Combinando datos de diferentes mapas celestes, hemos concluido que la energía oscura no es constante, como se creía, sino que ha ido cambiando con el tiempo. Lo acabamos de publicar».

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