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Premio XLSemanal 2023 CATEGORÍA PENSAMIENTO Josep Maria Esquirol: «Todos somos filósofos porque todos nos conmovemos. Nuestra alma necesita alimento»

Ha logrado convertir libros de auténtica filosofía en superventas. Ganó el Premio Nacional de Ensayo desafiándonos a reflexionar sobre la atención al prójimo, el trabajo bien hecho y cómo resolver las grandes preguntas del ser humano. Ahora, galardonado con el Premio XLSemanal de Pensamiento, nos alerta sobre la inteligencia artificial y critica la obsesión por la inmortalidad. Escuchemos.

Viernes, 26 de Mayo 2023

Tiempo de lectura: 9 min

Estudió Filosofía porque tuvo la suerte –«el privilegio», dice él– de tener un buen profesor en el instituto y quiso ser como él. También tuvo un buen maestro en la universidad. Ahora, él disfruta con la docencia –es catedrático de Filosofía en la Universidad de Barcelona– y con la escritura de libros en los que desgrana sus ideas sobre la filosofía de la proximidad. Y sobre todo goza con el estudio y el pensamiento. Nos explica sus ideas desmenuzando las palabras, buceando en su etimología, con hondura.

XLSemanal. Enhorabuena por el Premio XLSemanal de Pensamiento 2023.

Josep Maria Esquirol. Mi vida es una vida de estudio y las clases me gustan mucho porque es una manera de compartir. Con los libros puedes compartir tu pensamiento con muchas más personas; y recibir un premio del mundo de la prensa es una manera de llegar todavía a más lectores: la celebración se multiplica.

«El sueño de la inmortalidad es un intento de evadirse de lo fundamental: el ser humano es mortal y no va a dejar de serlo»

XL. Dice que todas las filosofías hablan de lo mismo. ¿Hay algo específico de la filosofía de la proximidad?

J.M.E. Las grandes cuestiones de fondo son las mismas siempre. Pero la manera de aproximarse a ellas no. Bergson dijo algo así como que «todos los grandes filósofos han hablado de lo mismo, pero no han dicho lo mismo de lo mismo, porque no han visto lo mismo de lo mismo». Todos hablamos de lo que nos conmueve más profundamente: la finitud, el amor y la belleza del mundo. En mi caso intento que no nos alejemos de lo concreto.

XL. ¿Por qué?

J.M.E. Porque en lo concreto está lo más vivo, lo que tiene más fuerza. Pongo un ejemplo: puedes hablar de humanidad... Sin duda, tiene sentido hacerlo. Pero yo prefiero referirme a las personas. En plural. Porque pienso en personas concretas. Cuando hablo de la materia, prefiero decir las cosas, las mesas, las sillas, las plantas de la huerta... Esta concreción tiene que ver con lo que yo llamo 'la proximidad'. La relación más fuerte que hay es con el prójimo cercano, pero no en el sentido de pertenecer a la misma familia o a la misma etnia.

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XL. ¿En qué sentido entonces?

J.M.E. Cercano es a quien tú haces cercano. La proximidad la creas tú. Por ejemplo, algunos de mis libros son mucho más que amigos, son mis compañeros.

XL. Proximidad es...

J.M.E. Nuestra capacidad de hacer que las cosas no nos sean indiferentes. No importa la posesión, sino la compañía. Pero la proximidad fundamental es la que se consigue con los demás. Y hay relaciones en las que creamos mucha proximidad. A esta proximidad le damos nombres distintos. Por ejemplo, amistad.

XL. ¿Por qué los filósofos le han prestado tanta atención a la amistad?

J.M.E. Tiene una fuerza increíble. Hacer del otro un amigo es crear proximidad, nos ampara, nos ayuda. La vida es difícil y las cosas próximas, y sobre todo las relaciones humanas más intensas, nos ayudan a vivir mejor.

XL. Hay conceptos muy presentes en su pensamiento como el cuidado, el amparo, la intemperie.

J.M.E. Todo lo que escribo es una especie de movimiento continuo, de acercarse a algo profundo que nunca va a dominarse del todo. No busco la novedad. Yo escribo sobre las conmociones de la vida. Cuando me dicen: «Ha salido un libro que dice una cosa que nunca ha dicho nadie», pienso «pues qué bien. A mí eso no me interesa». Eso no es pensar, es distracción.

«El humano está conmovido por la finitud, el amor y la belleza del mundo. Son las conmociones de las que hablan todas las filosofías y las religiones»

XL. Estamos marcados por la muerte.

J.M.E. Por nuestra sensibilidad, por esta piel que va hasta el corazón o hasta el fondo del alma. Estamos tocados por la muerte, pero también por la belleza y lo sublime del mundo. Queremos vivir porque la vida es un gusto.

XL. Y estamos obsesionados por alargar la vida y ser inmortales.

J.M.E. Es un intento de evasión. Intentamos cuidarnos y protegernos de aquello que nos daña. Y eso tiene todo el sentido porque estamos en la intemperie y somos vulnerables. Ahora bien, otra cosa son esos intentos de evadirse de lo fundamental: el humano es mortal y no va a dejar de serlo. Hay que luchar contra las enfermedades. Sin duda. Ahora bien, otra cosa es incrementar esta especie de huida hacia delante, esa especie de sueño de inmortalidad. Tiene el barniz del progreso, pero es una evasión. Lo veo como una de las distracciones de nuestro tiempo. El transhumanismo es una distracción.

XL. Pero los avances médicos...

J.M.E. Los celebro todos. Si se puede vivir en lugar de 70 años, 80 o 90 o 100 y con una calidad de vida adecuada, mejor. El problema está en que a nivel de financiación de investigaciones se esté dedicando presupuesto a otras cosas superficiales de modo acaparador.

XL. ¿A qué se refiere?

J.M.E. Cuando llevas muchos años en la universidad, te das cuenta de que la investigación también está hipotecada en parte –por suerte, solo en parte– por aquello que tiene más actualidad; no más importancia, sino más actualidad. También hay modas en el mundo de la investigación, y eso tiene que ver con la distracción.

«La proximidad la creas tú. Le damos nombres distintos, por ejemplo, amistad. Hacer del otro un amigo tiene una fuerza increíble, nos ampara, hace la vida mejor»

XL. ¿La distracción no es buena?

J.M.E. Vivir es difícil y encontrar cosas que aligeren esa dificultad es bueno. Cuando una persona está triste, se le dice «tienes que distraerte, tienes que salir». Hay una bondad en la distracción, pero hay perversidad cuando se convierte en una droga. Un viaje, ver una película, leer una buena novela es un gozo. El problema es que a nivel social haya un tipo de propuesta pseudocultural –en realidad es ideológica– que haga que las personas estén evadidas en el futuro. Del mismo modo que se criticó ciertos discursos religiosos como el opio del pueblo que hacía que la gente estuviera evadida en otro mundo y no con los pies en el mundo real y, por lo tanto, no invirtiese sus esfuerzos en transformar este mundo. Pues hoy hay otro tipo de ideología, que es muy eficaz, pero pasa inadvertida, porque las mejores ideologías son aquellas que pasan inadvertidas.

XL. ¿Cuál es el opio del pueblo ahora?

J.M.E. Esta especie de huida hacia delante con palabras como 'futuro', 'transhumanismo'... Esta es la ideología que es el opio del pueblo.

XL. Hay una cierta obsesión por lo nuevo, lo último.

J.M.E. De eso me quejo. De esa especie de adicción a la innovación. Sin esa adicción, estás más atento a valorar cosas que son buenas, aunque ya sean antiguas. Yo leo a filósofos antiguos porque no caducan. Las cosas bellas no tienen fecha de caducidad.

«No estoy de acuerdo en que se use la expresión 'inteligencia artificial'; un dispositivo no puede comprender el sentido de las cosas. No estoy en contra de lo tecnológico, pero sí de la confusión»

XL. ¿Qué opina de la inteligencia artificial?

J.M.E. No estoy de acuerdo en que se use la expresión 'inteligencia artificial', porque lleva a equívoco. Forma parte de esa ideología.

XL. ¿Por qué?

J.M.E. Ser inteligente significa ser capaz de comprender el sentido de las cosas. Literalmente, significa saber leer las cosas y comprenderlas. Eso a lo que llaman 'inteligencia artificial' es una especie de dispositivo tecnológico sorprendente que permite manejar cantidades ingentes de información con espacios de tiempo cortísimos. A mí me admira. Tiene una potencialidad enorme. Pero eso no tiene nada que ver con nuestra capacidad de comprender. Nada. Entonces, ¿por qué no hablar de algoritmos y crear una terminología técnica específica para eso?

XL. ¿Por qué?

J.M.E. Porque es mucho más seductor y evasivo. Hace poco me dijeron que hay unos programas que incluso deliran. No, perdona, no deliran. Nosotros deliramos, pero nuestros programas informáticos no pueden delirar.

XL. A muchos les da miedo la inteligencia artificial.

J.M.E. Yo no disminuyo la importancia de lo técnico, no soy neoludita. Nosotros tenemos la capacidad de cambiarlo todo dando lugar a un mundo totalmente nuevo. Pero, a la vez, de destruirlo todo. ¿Verdad que nos asusta esta capacidad de destruirlo todo? Nos asusta también algo que en principio no tiene que destruir, pero a lo mejor nos lleva a unos cambios inquietantes.

XL. ¿Qué es lo inquietante?

J.M.E. Lo inquietante no es que la tecnología aporte novedades valiosas; lo inquietante es que pretenda sustituir cosas valiosas de lo humano, o que simplemente se centre en la apariencia. Ah, me estoy complicando. Pongo un ejemplo. Este manejo tan dinámico de información permite que un programa informático gane una partida al campeón del mundo de ajedrez. Pero la máquina no juega, porque para jugar tienes que saber y sentir que estás jugando. El programa informático gana, pero no se alegra. Y si pierde tampoco se frustra. Esto puede parecer anecdótico. Pero no lo es. Porque jugar es una cuestión de sentir. Es como el amor. ¿Qué información le vas a dar a un programa informático para que sienta el amor? No va a sentirlo. Puedes hacer que lo simule. La conmoción, la angustia... Ningún algoritmo ni miles de algoritmos juntos van a dar pie a algo como la angustia humana.

XL. ¿Por qué nos angustiamos?

J.M.E. Porque el ser humano está conmovido infinitamente. Y esas conmociones son las de siempre.

XL. ¿Qué conmociones?

J.M.E. La finitud, el amor y la belleza del mundo. Todas las filosofías de todas las partes del mundo y todas las religiones hablan de lo mismo. Yo no tengo nada contra la tecnología, simplemente estoy en contra de las confusiones.

XL. ¿Cómo se hizo filósofo?

J.M.E. Porque tuve la suerte de tener un buen profesor de Filosofía en el instituto. Pensé que a mí me gustaría ser como él y dar clases. Pero todos somos filósofos porque pensamos y nos conmovemos. Hay gente muy reflexiva que no tiene estudios de Filosofía ni falta que hace. El pensamiento está en muchos sitios. Hay pensamiento en la vida sencilla. He conocido a mucha gente sin ningún estudio, pero con mucha humanidad, mucha fuerza. El pensar no está restringido a nada. Nos incumbe a todos. Nuestra alma necesita alimento. Otra cosa es que vivamos en una sociedad demasiado acelerada y evasiva y que el cultivo del pensar quede relegado.

XL. ¿Y por qué esa preocupación por la intemperie? ¿Estamos tan indefensos o tan expuestos?

J.M.E. Dicho en términos míticos estamos en la intemperie porque no estamos en el paraíso. Estamos al descubierto. La intemperie nunca se supera, sino que nos enfrentamos a ella. Se resiste con el amparo y con el gesto de reunir, casar. ¿Qué es una casa? Una reunión. En una casa lo fundamental no es lo material, sino la calidez, porque una casa fría no es una casa. La calidez de la casa es nuestra manera de resistir a la intemperie. También pensar. El pensar tiene más sentido cuando nos protege.

XL. Hay palabras, dice usted, que acompañan.

J.M.E. A veces lees una poesía y te hace compañía. La proximidad se puede conseguir también con el uso del lenguaje. Hay palabras cálidas por la manera de usarlas. A veces hablas con personas y te sientes bien porque su modo de dirigirse hacia ti es delicado y muy amable. Hace de abrigo. Gadamer decía que «el lenguaje es la casa de lo humano». Hay filosofías y hay palabras que nos acompañan como 'casa', 'pan', 'amistad'.

XL. ¿'Canto' también? Usted le da mucha importancia.

J.M.E. El canto es una manera de celebrar y de protegernos. Cantamos para tener menos miedo. Ahí está el dicho «el que canta los males espanta», es sabiduría de la buena. La nana es una expresión mayúscula de lo que estamos hablando. Me gustaría que mi escritura tuviese un poco el efecto de la nana. Porque yo escribo para ampararme y para amparar.


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