El triángulo amoroso del Beatle
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El triángulo amoroso del Beatle
Yoko se lo dio, Yoko se lo quitó… May Pang tenía un trabajo de ensueño: asistente personal y ayudante de producción de John Lennon y Yoko Ono. Hija de inmigrantes chinos, Pang se había criado en Harlem, donde su madre regentaba una lavandería. Tenía 22 años. Era mucho más que una secretaria. Estaba pendiente de la pareja las 24 horas del día. «Una jornada típica consistía en prepararles café, abrir el correo, telefonear a Andy Warhol o Jackie Onassis… Cada día era una sorpresa», recuerda.
Pero la mayor sorpresa se la dio Yoko una mañana de verano de 1973. Le dijo a bocajarro que ella y John estaban pasando una mala racha y que iban a romper. La pareja se había casado cuatro años antes en Gibraltar. «Era obvio que había tensión entre ambos. Yoko me comentó que John quería tener otras novias y ella se había propuesto encontrar a la chica perfecta, alguien que lo tratase bien». Yoko quería asegurarse de que a John Lennon, que estaba pasando por una crisis creativa y sentimental, nadie le rompiese el corazón.
Lennon y Pang fueron amantes durante 18 meses, aunque él se refirió a su etapa juntos como «el fin de semana perdido». Y así ha quedado para la historia. Pero no fue un tiempo perdido para el músico, a juicio de Pang, que documentó aquellos meses con una cámara réflex de aficionado y una Polaroid que le regaló Lennon. «Lo nuestro no fue un rollo de fin de semana. No solo estuvimos saliendo juntos hasta 1975, sino que después de cortar seguimos siendo amigos.» Una amistad que duró hasta 1980, cuando Lennon fue asesinado.
Los primeros escarceos entre ambos fueron bastante torpes, casi de adolescentes. May Pang intentó olvidar la conversación con Yoko y durante un par de semanas no sucedió nada, así que supuso que se habían reconciliado. Una mañana, sin embargo, acompañó a Lennon al estudio para una sesión de grabación del álbum Mind games y en la intimidad del ascensor el líder de los Beatles se lanzó por fin y le robó un beso. Luego se sinceró: «¡Qué ganas tenía!». Él estuvo mimándola el resto del día y asegurándole que todo iría bien, que no se asustase. Ella guardaba silencio. Cuando terminó la sesión, Lennon quiso pasar la noche con ella, pero Pang se negó. Estuvieron jugando al gato y al ratón un par de días, hasta que otra noche Lennon ordenó a su chófer que no lo recogiese después de la grabación. «Vamos a pedir un taxi y me voy a tu casa», le dijo a Pang. «Yo no tenía ganas de discutir en una calle de Nueva York a las dos de la mañana, así que acepté».
Cuando Lennon terminó el disco, Yoko voló a Chicago para participar en un congreso feminista, y el músico viajó a Los Ángeles con Pang, que apenas tuvo tiempo de decírselo a su madre. «John tenía ganas de experimentar América, así que hicimos unos cuantos viajes por carretera. Me regaló mi primer coche, un Barracuda descapotable». Lennon la animó a tomar fotos todo el tiempo, sin cortarse. «Le gustaba mi ojo. Él se sentía a gusto conmigo y creo que le hice algunos retratos que irradian una espontaneidad que nadie más ha capturado. Había momentos incluso en que a mí me daba corte sacar la cámara. No quería entrometerme. Pero él insistía». Durante 30 años, esas fotos estuvieron guardadas en una caja de zapatos dentro de un armario. «Solo se las enseñé a mis amigos, que se quedaban sorprendidos al ver facetas de John que apenas se habían visto en público y que eran muy diferentes de la imagen que la prensa proyectaba de él», explica May. «Cada instantánea me hace recordar algún momento especial, pero quizá las más entrañables son las de John con su hijo Julian, que entonces tenía diez años». Hacía cuatro que Lennon no lo veía (era hijo de su anterior matrimonio, con Cynthia Powell) y se quedó conmocionado al contemplar «un hombrecito», en lugar del niño que recordaba. Lennon y Julian pasaron muchas horas recuperando el tiempo perdido. Vivieron momentos de plenitud. Les gustaba nadar juntos. Pang no era buena nadadora, así que aprovechaba para fotografiarlos.
Vivieron a caballo entre Nueva York y Los Ángeles. Su nido de amor californiano fue una mansión ostentosa que había servido de picadero para los encuentros entre el presidente John F. Kennedy y Marilyn Monroe. Se instalaron en el dormitorio principal. «Así que era aquí donde lo hacían…», dijo Lennon nada más ver la cama. Las otras habitaciones fueron ocupadas por otros músicos, entre ellos por Ringo Starr, el batería de los Beatles, que tuvo que ocupar la biblioteca, reconvertida en dormitorio.
Lennon tenía un apetito voraz. Los domingos comenzaban a las 11 de la mañana: periódicos, café (Lennon dejó de beber té porque lo consideraba demasiado inglés) y un suculento desayuno de beicon, huevos, alubias, tostada, tomates, patatas y pudin, que era decididamente británico. «Al principio, yo no sabía cómo cocinar aquello, pero John me respondía que lo friese todo y ya está. También le encantaba la comida china, especialmente la de mi madre. Su plato favorito era arroz frito con costillas.» Lennon, no obstante, se sentía incómodo con su suegra. «Tan poco convencional como era, para algunas cosas era muy anticuado. Como vivíamos juntos sin estar casados, cuando mi madre venía a traernos comida, él se escondía detrás de la puerta hasta que se marchaba».
Lennon no llegó a tiempo a la cita con sus abogados para firmar los papeles que disolvían oficialmente The Beatles, así que los firmó en un hotel de Disney donde se habían alojado. Terminaban así tres años de batallas legales y se daba carpetazo al grupo pop más importante de la historia. Pang hizo una foto de ese momento, que hoy está valorada en más de millón y medio de euros.
Fue un momento triste. Pero en las fotos se lo suele ver feliz, relajado, disfrutando de la vida. Por eso, Pang decidió publicarlas después de 30 años. Para conjurar la leyenda de que Lennon, a su lado, fue un fantasma, una caricatura de sí mismo, al borde de la depresión, bloqueado como artista y viviendo en un limbo etílico, como apuntan sus biógrafos. Pang, que hoy tiene 58 años, considera que fue una etapa muy productiva de la carrera artística de Lennon: grabó tres álbumes, compuso canciones para varios amigos y colaboró con David Bowie, Elton John y Mick Jagger.
Las malas lenguas insinúan que Pang era un clon de ella, solo que más amable, más guapa y más joven que Yoko. Y recuerdan que Lennon se pasó buena parte del año y medio que duró aquel fin de semana perdido borracho como una cuba. De hecho, The lost weekend es el título de una película de la época sobre un escritor que bebe compulsivamente. No van muy desencaminados. Lennon se vio envuelto en un par de incidentes en un local de moda de Los Ángeles llamado El Trovador, adonde iba con sus amigos después de las grabaciones. Una noche salió de los aseos de señoras con un tampón en la frente. Pang le pidió que se lo quitase, pero él siguió con la broma hasta que discutió con una camarera. «¿No sabes quién soy yo?», le espetó Lennon. «El imbécil del tampón», le respondió la camarera.
Lennon colaboró con Phil Spector en diciembre de 1973. Pero las alcohólicas sesiones acabaron mal. Spector disparó un arma en la sala de control. Lennon terminó el álbum Wall and bridges en Nueva York e incluyó a Pang en los créditos como «coordinadora de producción y madre superiora», en reconocimiento a sus desvelos. La pareja vivía en un apartamento de la calle 52 Este con unas vistas fabulosas y sus dos gatos, Major y Minor. Aseguran que una noche de verano vieron un ovni desde un tejado al que llegaban trepando peligrosamente por una ventana. Lennon estaba desnudo mientras contemplaban una esfera que flotaba a menos de 30 metros. Llamó, muy excitado, a un amigo y le contó su avistamiento. Su amigo le sugirió que avisase a la Policía. Lennon replicó: «¿Y que mañana los periódicos digan que John Lennon ha visto un platillo volante? Ni loco».
Harta de que su historia con Lennon fuese tergiversada, May Pang publicó un primer libro sobre aquella etapa. Dijo entonces que, aunque no llevaba un diario, conservaba una excelente memoria de aquellos días porque ella no bebía ni se drogaba. Y añadió que siguió acostándose con Lennon hasta 1977. Cynthia, la primera mujer de Lennon, le agradeció a Pang sus esfuerzos para que el compositor retomara la relación con su hijo. Años después de su romance con Lennon, May Pang se casó con un productor musical y tuvo dos hijos. En la actualidad está divorciada, vive en Nueva York y diseña joyería feng shui que vende por Internet.
¿Cuál es el misterio entonces? ¿Por qué volvió Lennon con Yoko? Un biógrafo sugiere que el músico vivía en la cuerda floja entre su tendencia a escandalizar y su deseo de agradar a su público. Su amistad con el cantante y compositor Harry Nilson y con el productor chiflado Phil Spector fue decisiva y, a la postre, casi acaba con él. Pang recuerda lo cansado que estaba Lennon de ambos: «John quería mucho a Harry, pero bebía muchísimo. Era de esos tipos que buscan pelea y metía a John en problemas. Siempre estaba llenándole el vaso a Lennon». Pang, además, le tenía pánico a Spector. «Cuando John grababa, era muy responsable. Llegaba a su hora, trabajaba y trabajaba. Phil era diferente. Llegaba tarde, disfrazado de médico o de karateca… Se bebía una botella de vodka cada noche y tenía a todo el mundo sin pegar ojo de los gritos que daba». John Lennon se hundía en el abismo, pese a los esfuerzos de Pang por reflotarlo. Una noche de juerga acabó a puñetazos. «Vi que tenía que ponerme más dura. Había malas influencias alrededor y yo estaba perdiendo la batalla. La bebida lo estaba secando emocionalmente», reconoce Pang. Dicen que aquella trifulca llegó a oídos de Yoko Ono, que decidió que ya estaba bien y que había llegado la hora de rescatar a su marido.
Ahora se estrena en España el documental El otro amor de John Lennon (Movistar), que profundiza en la figura de May Pang y su versión sobre lo que ocurrió en aquella singular época.
Instamatic Karma, el libro que recoge las fotos de May Pang, está editado por St. Martin's Press