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«Yo he descubierto al delator de Ana Frank»

La investigación de un ex agente del FBI

«Yo he descubierto al delator de Ana Frank»

El ex agente del FBI Vince Pankoke y el notario Arnold van den Bergh que, según su investigación, delató a Ana Frank.

Más de cinco años ha dedicado el exagente del FBI Vince Pankoke a desenmascarar al hombre que proporcionó a los nazis la dirección de la Casa de Atrás, el escondite de Ana Frank y su familia en Ámsterdam. Él y un equipo de veinte investigadores se han servido de inteligencia artificial y han dado con el culpable: Arnold Van den Bergh, un rico notario judío. La noticia ha dado la vuelta al mundo. Él mismo nos cuenta cómo han resuelto este inquietante enigma.

Domingo, 30 de Enero 2022

Tiempo de lectura: 8 min

Cuando Rosemary Sullivan aterrizó en Ámsterdam el 3 de mayo de 2019, el exagente del FBI Vince Pankoke ya llevaba tres años trabajando en la investigación al frente del Equipo Caso Archivado, un grupo de investigadores que indagan casos sin resolver. Ya eran veinte en el equipo: expertos en datos, en inteligencia artificial, psicólogos forenses, analistas de ADN y datación por radiocarbono, especialistas en ciencias de la conducta, peritos en comunicaciones, grafólogos, documentalistas y una escritora, Rosemary Sullivan. Querían resolver uno de los enigmas más inquietantes de la Historia reciente: ¿quién delató a Ana Frank y su familia?

Han sido cinco años de trabajo, de largas estancias en Holanda, viajes a Alemania e Israel, visitas a archivos, registros, ayuntamientos, hemerotecas, legajos de tribunales... Pero ha merecido la pena. Aseguran que han dado con el culpable de la deportación de Ana Frank y su familia: el notario judío Arnold van den Bergh fue quien dio al SD alemán (el servicio secreto nazi) la dirección de la Casa de Atrás, el anexo del número 263 de la calle Prinsengracht de Ámsterdam que cobijó durante 761 días a los Frank.

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Antes del horror. Fotografías de carné de Ana Frank. Tenía 10 años; en 1942 se tuvo que esconder y dos años más tarde la capturaron. Murió de tifus en el campo de Bergen-Belsen con 15 años.

Sus conclusiones no han convencido a algunos historiadores. «Todo cuadra y tenemos una prueba física que lo corrobora», responde a esos recelos el exagente del FBI Vince Pankoke. La prueba es una nota anónima que alguien entregó a Otto Frank, padre de Ana y único superviviente de los escondidos en la Casa de Atrás, cuando regresó a Ámsterdam desde Auschwitz, en junio de 1945. «Su escondite en Ámsterdam lo notificó A. van den Bergh», decía la nota mecanografiada.

¿Cómo es posible que hasta ahora, 78 años después de la redada que se llevó a Ana Frank a la muerte, no se supiera nada de esta nota? Nos lo explican dos miembros del Equipo Caso Archivado: Rosemary Sullivan, que recoge toda la investigación en ¿Quién traicionó a Ana Frank? (HarperCollins), y el agente Vince Pankoke.

"Tenemos una prueba física, una nota anónima que el padre de Ana recibió en 1945 con el nombre del delator", cuenta el investigador

«Cuando comenzamos la investigación, en 2016, no teníamos ideas preconcebidas. Podía haber sido una traición o podía haberse tratado –como concluía un estudio realizado por la Casa de Ana Frank– de una casualidad: la SD pudo haber ido en busca de cartillas de racionamiento ilegales y haber encontrado allí a los judíos escondidos», cuenta Pankoke. «Es posible también que los pillaran por haber cometido un descuido, por olvidar cerrar las cortinas de las ventanas, por ejemplo», añade.

Treinta sospechosos y maneras al estilo 'true crime'

El abanico de posibles delatores era, además, inmenso. Los podían haber traicionado empleados de Opekta, la oficina que estaba pared con pared del escondite; de hecho, Willem van Maaren –mozo del almacén– fue uno de los primeros sospechosos. O podían haber dado con ellos torturando a otros judíos que hubieran sido capturados por los alemanes. También podían haber sido traicionados por judíos que para librarse de la deportación entregaban a otros judíos escondidos. Durante años se pensó que quien había destapado el escondite de la familia Frank fue Anna van Dijk, una de las judías colaboradoras de los nazis: fue ejecutada por haber denunciado y llevado a la muerte a otros 700 judíos (entre ellos, a su hermano).

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Conexiones. Desde una oficina en Ámsterdam, el equipo ha estudiado a fondo a treinta sospechosos y sus conexiones con el caso.

Todo esto se había estudiado ya. Cuando el Equipo Caso Archivado se metió en el asunto, ya había habido dos investigaciones oficiales: una en 1947 y otra en 1963. Incluso Simon Wiesenthal, el famoso cazador de nazis, anduvo tras las huellas del delator.

«Arrancamos con treinta sospechosos y muchas opciones barajadas por investigaciones anteriores. Las fuimos descartando utilizando una práctica estándar de la Policía. Corroboramos uno a uno si los sospechosos tuvieron el conocimiento, los medios y la oportunidad de delatar a los escondidos en la Casa de Atrás», dice Pankoke.

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El equipo. Monique Koemans, Vince Pankoke, y Brendan Rook, integrantes del Equipo Caso Archivado.

Al más puro estilo de Mentes criminales, los rostros de los sospechosos se exponían en un panel de la pared de la oficina del equipo en Ámsterdam. Presuntos culpables ha habido muchos. Frieda Pleij, por ejemplo, una informante y delatora de judíos escondidos. «Cuando Christine Hoste –una de las investigadoras del Equipo Caso Archivado– descubrió en los extractos bancarios de Frieda Pleij un ingreso de 4111,10 florines (unos 28.000 dólares actuales) recibido el 5 de agosto de 1944, al día siguiente de la redada en la Casa de Atrás, vivimos un momento '¡eureka!'», nos cuenta Rosemary Sullivan. Pero Frieda Pleij también fue descartada: recibía esos pagos con regularidad por sus trapicheos en el mercado negro.

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Prueba del delito. Otto Frank entregó a un policía en 1963 la nota anónima con el nombre del delator. Es una prueba crucial.

El verdadero momento 'eureka' lo vivió Vince Pankoke. Estaba en la oficina de Ámsterdam  repasando las cuarenta páginas de las pesquisas realizadas en 1963 por el inspector de Policía holandés Arend van Helden cuando leyó algo que le llamó la atención: ese policía, que había interrogado a Otto Frank, contaba que el padre de Ana Frank había recibido una nota con el nombre del delator en 1945. Otto le entregó una copia de esa nota en 1963; el original se lo había dado a un buen amigo, uno de los miembros del patronato de la Casa de Ana Frank, fundado en 1957.

«A menudo las respuestas están en investigaciones anteriores que han quedado inconclusas o en hilos que no se han seguido hasta el final», nos explica Pankoke. El policía Van Helden daba el nombre del culpable en su informe de 1963. Había que dar con esa nota.

La suerte los acompañó. El policía Van Helden tenía un hijo. Fueron a visitarlo. Cuando al entrar en el salón de su casa vieron montones de carpetas sobre la mesa, casi les da un infarto, eran los papeles de las pesquisas de Van Helden. Más suerte todavía: allí estaba la copia de la nota mecanografiada que recibió Otto Frank con el nombre del delator.

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Traidora. Ana van Dijk –una de las sospechosas– fue ejecutada por entregar a 700 judíos; entre ellos, a su hermano. Ella también era judía.

Este valioso documento se lo llevaron a Bernard Haas, experto internacional en documentoscopia, que ha avalado su autenticidad cotejando las letras de la máquina de escribir con otras cartas enviadas por Otto Frank. Ahora tenían que averiguar quién era Van den Bergh y si la acusación tenía sentido.

Lo tenía: Arnold van den Bergh era un rico y bien posicionado notario de Ámsterdam que logró sobrevivir indemne a la persecución de los judíos en uno de los países con mayor proporción de judíos asesinados: se calcula que murieron unos 104.000. «Ni él ni ningún miembro de su familia inmediata figuran en los archivos de ningún campo de concentración», nos cuenta Rosemary Sullivan.

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Los protectores. Otto Frank (centro) con los empleados de su empresa que lo escondieron. De izquierda a derecha: Miep Gies, Johannes Kleiman, Victor Kugler y Bep Voskuijl. Kleiman y Kugler fueron apresados y enviados a campos de concentración. Sobrevivieron.

Fue un tipo avispado Van den Bergh. En 1941 fue uno de los fundadores del Consejo Judío, organización que proporcionaba a los alemanes las listas de judíos que debía deportar creyendo que colaborando podrían frenar el espanto. Se equivocaron los miembros de la élite judía que formó parte de este consejo: a ellos mismos se los llevaron a los campos de la muerte en 1943. Pero entonces Arnold van den Bergh ya no estaba en el consejo: había conseguido comprar el mejor salvoconducto, el estatus Calmeyer. Se lo daban los alemanes a quienes pudieran demostrar que solo eran medio judíos. Si lo lograbas, ya no tenías que llevar la estrella amarilla, la 'J' de 'judío' desaparecía de tu documentación y tenías derecho a la nacionalidad alemana. Van den Bergh lo consiguió –a base de sobornos y buenas relaciones– para él, su mujer y sus tres hijas. Una cruel casualidad: su hija pequeña se llamaba Anne Marie, el nombre completo de la hija menor de Otto y Edith Frank era Annelies Marie Frank y ambas Anas, la hija del delator y la del delatado, tenían la misma edad.

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La élite. Arnold van den Bergh tuvo acceso a la dirección de escondidos por formar parte del Consejo Judío.

El astuto notario Van den Bergh vivía a plena luz en 1943 en su lujosa mansión en la calle Oranje Nasaulaan, 60, en Ámsterdam. Pero se le torcieron las cosas. Van den Bergh había tenido que dejar su notaría por ser judío y los nazis se la asignaron a J. W. A. Schepers, un notario ario y pronazi, que montó en cólera cuando comprobó que habían desaparecido los expedientes y documentos de los archivos. Su antecesor se los había llevado. Sin acceso a los clientes, pero con todos los gastos de la notaría, Schepers lo denunció a las SS y logró que le quitaran la exención salvadora.

"Estaba en una situación difícil y quiso proteger a su familia. ¿Qué habrías hecho tú?", dice Pankoke sobre el delator

Hombre de recursos, Van den Bergh jugó con otra baraja: acudió a la Resistencia para que ocultaran a sus hijas, que pasaron a ser judías escondidas, como Ana Frank; y recurrió a un contacto valioso, el banquero y coleccionista de arte Alois Miedl, con magníficas relaciones en la jerarquía nazi.

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Un año antes. Los Frank y unos amigos camino de la boda de Miep y Jan Gies en 1941, justo un año antes de esconderse.

Cuando Miedl huyó a España, Van den Bergh se vio de nuevo expuesto a ser capturado y deportado. «Una lista de direcciones en las que había judíos escondidos podía ser una baza valiosísima para él», cuenta Rosemary Sullivan. Podía poseer esa lista, que incluía la dirección del escondite de Ana Frank, por haber pertenecido al Consejo Judío. Tenía pues el conocimiento, los medios y la oportunidad para la delación.

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Escritora. El Diario de Ana Frank se publicó en 1947. Se ha traducido a más de setenta idiomas. Aquí, Ana en 1941.

Cuando acabó la guerra, Van den Bergh fue juzgado por un Tribunal de Honor judío que le prohibió temporalmente ostentar cargos en la comunidad hebrea. No fue acusado por ningún otro tribunal. Murió en 1950 de cáncer de garganta.

¿Por qué no lo denunció Otto Frank? «Otto siempre dijo que no quería hacer daño a la familia de su delator. Además, pensaría que al ser el delator otro judío se convertiría en una herramienta útil para los antisemitas», responde Rosemary Sullivan.

A Vince Pankoke no le gusta llamar 'traidor' a Arnold van den Bergh. «Estaba en una posición muy difícil y protegió a su familia. Creemos que él solo tenía las direcciones, no ponía cara a las personas a las que delató. No entregó información por maldad o ánimo de lucro como otros. Y no fue el responsable de la muerte de Ana Frank: fueron los nazis. Si estuvieras en su situación, ¿tú qué harías?».

Etiquetas: Genocidio, Nazismo