Jesús Domínguez
Valladolid
Domingo, 2 de octubre 2022, 14:59
Igual que al mar no se le puede poner puertas, el museo del automóvil clásico es imposible que las tenga. Eso vino a ser la novena edición del Valladolid Motor Vintage, iniciativa organizada por El Norte de Castilla que congregó a miles de personas en la Acera de Recoletos.
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Los amantes de lo antiguo se lo pasaron en grande rememorando viejos tiempos de la automoción española y enseñando a los más pequeños de la casa, que también los hubo, cuáles eran los coches con los que aprendieron a conducir o que tenían sus abuelos.
En eso, una suerte de museo en pleno centro de la ciudad, se convirtió la exposición, que contó con el patrocinio de Ayuntamiento de Valladolid, Mapfre, Fundación Michelin y Lexus y con la colaboración de Rock on Wheels y Coca-Cola. La expectación fue tal que, mientras los cerca de 500 participantes iban llegando a primera hora de la mañana, algún madrugador echaba los primeros vistazos, en la tranquilidad del paseo del perro o deteniéndose en medio de su carrera matutina. Tras la inauguración oficial, que se produjo a las once, poco a poco fueron cada vez más los visitantes y curiosos que se acercaron a tan privilegiado entorno.
Si algo tiene Valladolid Motor Vintage es la capacidad de convertirse en una cápsula del tiempo, incluso sin entrar en ella. No le haría falta al Doctor Who la Tardis para transportarse a los años de creación de los coches, motos y vehículos reunidos, algunos de ellos, verdaderas joyas. Así, solo con ver los modelos de Jeep militares expuestos, bastaba para que en la cabeza de alguno sonara «This is the end, my only friend; the end», al más puro estilo 'Apocalypse Now'. No era tampoco complicado imaginarse en el muelle de Birmingham y humo saliendo del cigarrillo de Thomas Shelby de algún Rolls Royce por orden de los Peaky Blinders.
Entre los modelos que más atención acapararon se encontraba un tractor John Deere de 1923, que reunió a decenas de personas mientras su propietario lo arrancaba. Cuando lo hizo, rompieron en aplausos los que no tenían las manos ocupadas con el móvil, sacando vídeos o fotos. En esto también hubo clásicos: no todos tiraron de lo digital, se vio más de una cámara analógica, de románticos que aprovecharon la jornada de añoranza sobre las dos y cuatro ruedas para transportarse con sus viejas máquinas al pasado.
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Vespinos, Vespas y Harley Davidsons llamaron la atención de los más amantes de las dos ruedas. De aquellos que prefieren las cuatro, los automóviles que más gustaron fueron los deportivos o de alta gama, como los Corvette, Jaguar o Ferrari, aunque la melancolía invadía también a más de uno al ver los 600 o los primeros modelos del Mini, así como los sidercars o las típicas caravanas hippies de marca Volkswagen tan características. Y entre ellos había muchos vallisoletanos, miles, pero también gente venida de Palencia o de otros puntos de España, desde donde, además de exponer, vinieron también a disfrutar de tan singular museo.
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