Volveremos a tus calles, Valladolid

Aunque hoy no lo parezca, volveremos. A los paseos por el Campo Grande, a las rebajas por Santiago, a la manifestación en Fuente Dorada, el atasco en San Agustín.

Volveremos a correr por las Contiendas, a buscar aparcamiento en La Rondilla, a caminar por las Delicias, a subir y bajar cuestas en Parquesol. Volveremos a meter codo en el bar de moda hasta llegar al fondo, a la barra, y pedir gin tónic y ron. Bocadillo de calamares, chocolate con churros, heladito en verano, una de lechazo y tigretostón. Volveremos por San Juan a Las Moreras, al mercadillo del estadio, a cambiar cromos en plaza España, a cantar juntos los conciertos de la Plaza Mayor.

Volveremos, aunque hoy no lo parezca, a llenar tanta y tanta calle vacía.

Volveremos a las prisas, las carreras, el me voy que no llego, al ya te llamaré. Volveremos a abarrotar las marquesinas de Zorrilla, Angustias, Circular y Corte Inglés.

Volveremos a los bailes en la pérgola, los peluches en la feria, al calor de las casetas, la rosaleda en botellón.

Volveremos al silencio en Viernes Santo, al sermón siete palabras, a mirar cofrades en la acera, espectadores desde la procesión. Volveremos a escuchar el Gaudeamos Igitur para el Cristo de la Luz en la Universidad.

Volveremos a las clases, los trabajos, los aularios y la EBAU. A las fiestas de los pueblos. A coger el coche en compañía, a abrir bares y comercios, a ver el humo de Michelin por la ronda, los motores encendidos de Renault.

Volveremos (ojalá) a cantar goles en Zorrilla, aunque Sergio tenga que ponerse en julio aquel jersey. Volveremos al Pisuerga, a ver al Aula, a Pepe Rojo, Huerta del Rey.

Volveremos a pedir un Ribera, una tapita, una de sepia, otro verdejo. Al ponme otra, qué se debe, a la última y nos vamos. Al yo me voy que es tarde, me retiro que madrugo mañana, hasta aquí he llegado, se acabó.

Volveremos a ver pasar segundos en el semáforo eterno de San Ildefonso.

Volveremos a caminar por la calle cogidos de la mano, bien enganchaditos del brazo. Volveremos a hacer cola en el súper sin miedo, a abrazar amigos sin guantes, a besar sin protección. Volveremos a ver como siempre a los abuelos, a los tíos, los colegas, los compañeros de curro, de coro, de yoga, de clase, de madrugón.

Volveremos a escuchar las risas en terrazas, los gritos en los parques, las ovaciones en teatros, al tipo que a nuestro lado come a puñados palomitas en el cine. Volveremos a romper ese silencio absoluto de las calles, donde solo se escucha el pitido del semáforo para invidentes, el ladrido perdido de un perro, un poco de música que se esparce desde el balcón. Volveremos a olvidarnos de que a las ocho hay que aplaudir. Y volveremos al cementerio, para llevar flores a los nuestros.

Volveremos a caminar por San Pablo, por el pasaje Gutiérrez, por San Gregorio, La Antigua y la catedral. Y seguramente, como hacemos tantas veces, pasaremos con prisa, sin levantar la mirada, sin disfrutar de esas joyas que en Valladolid tenemos y solo echamos de menos ahora que tan lejos están. Volveremos a ver a los turistas sacándose fotos frente a Caballería.

Volveremos a coger caramelos en Reyes, a las mañanas de niebla, al frío motero de Pingüinos, a atravesar los túneles de Delicias y San Isidro, a las dulzainas de San Pedro Regalado, a los subtítulos de una coreana en Seminci (o afgana, ucraniana, azerbaiana, a estas alturas tanto da).

Volveremos a esa rutina de la que tan cansados parecíamos y que hoy tanto echamos de menos. Volveremos a las calles. Porque nos están esperando. Y no les podemos fallar.

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