Son poco menos de las ocho de la tarde y el centro cívico José Luis Mosquera de Valladolid cuenta a esta hora con decenas de brazos que cargan, vacían y paletizan las innumerables donaciones que los vallisoletanos han enviado esta semana por la trágica ... DANA que ha arrasado Valencia. Comida, medicamentos, ropa y material de limpieza enviada desde todos los barrios y rincones de Valladolid gracias a «un goteo continuo de gente que trae, trae y trae», explican con ilusión varios voluntarios.
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Cuentan que lo que en esos momentos parece una sala con un aforo casi completo hace unos días se transformaba en «una cadena humana» que la recorría de abajo hasta arriba para transportar 7.000 botellas de agua «de aquellas, de las grandes», señalan. Tras días intensos, las innumerables cajas que llegaron al centro se vacían para dar paso a una nueva tanda de materiales. Una labor encomiable que aún no ha terminado y en la que tanto los más jóvenes como adultos trabajan codo con codo para que «llegue a tiempo».
Violeta LLorente, trabajadora social de 25 años, carga cajas desde este lunes además de desempeñar otras labores. «Yo sobre todo me he dedicado a la organización y gestión de las cosas que van trayendo», afirma la joven. Tras la breve experiencia que ha vivido estos días, la vallisoletana deja claro que «además de la buena intención de la gente, es crucial saber coordinarse y designar bien las funciones a cada voluntario» con el objetivo de sacar adelante el trabajo «de la mejor manera posible».
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Violeta expone un claro ejemplo. Aunque paletizar parezca fácil, no lo es y, de hecho, si no se hace bien «cuando toca cargarlo al camión el material puede caerse o estropearse» dejando también claro que hay muchos detalles que se deben tener en cuenta a la hora de desempeñar las diferentes labores.
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Violeta Llorente
Trabajadora social y voluntaria
A pesar de la enorme responsabilidad, entre cajas de limpieza, botas e higiene se escuchan palabras de ánimo y mucha vitalidad. Su principal emisora, María de la Torre, una joven maestra que lleva varios días ayudando a organizar los productos de las donaciones. «Vine el lunes para entregar cosas y ya me quedé a ayudar». Sin pensárselo mucho y guiada por un espíritu solidario innato, la joven forma parte de un grupo que cada día ha ido ganando voluntarios. «El martes esto era un caos, había muchísima gente», recalca.
Al preguntarle por los productos más demandados, la joven no duda ni un segundo en nombrar los potitos de bebé y «las botas», las famosas botas de trabajo que ya están casi agotadas en la mayoría de tiendas de la capital. Si alguien tiene pensado donar comida, la pasta, las latas de conserva, platos preparados, siempre es buena opción. «Pero ojo, que también los hay sin gluten y sin lactosa. A veces no nos damos cuenta que hay personas con ciertas intolerancias y es igual de importante hacer estas donaciones», detalla.
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Los voluntarios continúan seleccionando los productos, agrupándolos en cajas e incluso aprendiendo a paletizar todo el contenido que irá en el interior de los camiones hacia Valencia. Desde los más mayores, hasta niños pequeños acompañados de sus padres, mandan la imagen de que para ayudar en estas circunstancias no existe edad. «Vienen personas mayores y jóvenes, pero hay que hacer hincapié en que aquí se viene a ayudar», afirma de la Torre.
María de la Torre
Maestra y voluntaria
Desde que este centro cívico José Luis Mosquera se haya convertido en un punto más de la ciudad para que los vallisoletanos realicen sus donaciones, los más veteranos se han dedicados a asesorar a los primerizos ya no solo sobre las labores sino también de lo realmente importante: «Hacer esto no es venir a hacer un voluntariado, es venir a currar y dar el 200%», concluye la joven mientras apila un par de cajas más entre los brazos.
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La química Ariadna Pena lleva ayudando aquí tres días y ha estudiado el material más demandado además de cargar y ordenar junto con otros compañeros los montones de cajas que llegan a diario. «Aquí sobre todo hemos recibido mucha agua, no solo para hidratarse sino para que puedan ducharse con agua potable, además de objetos de higiene personal y mucho material para los niños», asegura.
Además, la joven química también recalca la importancia de que hayan donado comida para celiacos pues los bebés y muchos jóvenes y adultos son intolerantes y «es importante que la gente también lo tenga en cuenta a la hora de comprar la comida». Toda una labor que, como los más de 70 voluntarios que han estado estos últimos días, desempeña compaginándola con su trabajo. «Yo vuelvo de trabajar, como y voy aquí a ayudar hasta tarde como otros muchos que también trabajan o estudian y vienen a este centro cada día» explica.
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Fuera es de noche pero dentro aún parece de día, no faltaban rostros sonrientes, manos solidarias y mensajes de apoyo que sirven de motivación para cargar una caja más, precintar unos cuantos paquetes y clasificarlos. «Puede que todo esto tarde quince días en llegar pero nosotros venimos a diario para que sea un poco más rápido», finaliza el jubilado Floriano Gutiérrez.
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