Silvia ausculta a una niña. EL NORTE
Valladolid

«No soy la misma. El voluntariado es una bofetada de realidad»

Silvia Rodríguez, una vallisoletana de 25 años, quiere formarse como pediatra oncóloga para seguir ayudando a los más pequeños

Ana Santiago

Valladolid

Domingo, 30 de julio 2023, 00:25

No es la primera vez que Silvia entrega sus horas al voluntariado. Ya lo hizo en el Hospital Clínico de Valladolid con la Asociación Española Contra el Cáncer. Y acaba de repetir una experiencia aún más profunda. En vez de irse de vacaciones dedicó tres ... semanas los pasados meses de febrero y marzo al voluntariado en Kobardanga, una localidad en el sur de Kolkata en Bengala Occidental, India. Una experiencia «que me gustaría repetir algún día». De la mano de la ONG Amigos de Calcuta, esta futura pediatra oncóloga –ahora hace el MIR en Barcelona– entregó su pasión y vocación a los más pequeños.

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Repasa Silvia Rodríguez Ferradas, con tan solo 25 años, sus días en India. «Fue una increíble experiencia de voluntariado. Todavía me cuesta creer todo lo que hemos vivido y creo que me va a costar asumirlo. Ya no soy la misma persona que era. Las vivencias cambian a las personas, pero esto es algo mucho más fuerte. Es un aprendizaje a todos los niveles, una experiencia que te hace ver las cosas desde otra perspectiva, una bofetada de realidad sobre la vida de mucha gente en este mundo».

Silvia, a la derecha, con el grupo de voluntarios y niños. EL NORTE

Han sido tres semanas «las que hemos pasado en Kobardanga, en un colegio de unos trescientos niños. Duras, pero muy gratificantes. Llegamos con la ilusión de poder ayudar a muchos niños, de hacerles sonreír, de diagnosticar y tratar sus patologías... Llegamos con la incertidumbre de no saber cómo iban a estar las cosas después de tres años sin poder ir por el covid».

En el colegio «nos recibieron con los brazos abiertos, sin conocernos de nada vinieron corriendo hacia nosotros a abrazarnos y darnos la bienvenida. Y desde el primer día, muchos niños iban con un voluntario y ya no se separaban de él en las tres semanas. Eran 'nuestros niños'».

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Describe Silvia las dificultades de aquella existencia:«Hay algunos que están en el colegio porque no tienen padres, otros porque su padre los abandonó y su madre no puede afrontar económicamente su cuidado, hay casos muy complejos de abusos… Muchos problemas sociales muy difíciles de gestionar».

«Nos fuimos con la sensación de haber hecho un buen trabajo, de haber ayudado a estos niños a estar más felices, darles un poco de esperanza sobre su futuro«

El grupo tenía por objetivo sobre todo la atención médica: «Nos organizamos y montamos un consultorio en un espacio que nos habilitaron que consistía en diferentes estaciones por las que iban pasando los niños. Primero una entrevista psicológica, luego el chequeo médico general, revisión de la vista y los oídos, y enfermería. A cada pequeño se le daba un papel con su nombre y se iban apuntando las diferentes valoraciones para que al final de todo el recorrido, pudieran meterse esos datos en un Excel. De esta forma, quedaba todo registrado y sirve para que los voluntarios que vayan el año que viene puedan hacer un seguimiento. Tratábamos lo que podíamos de forma inmediata y, lo que no, pedíamos consulta a los especialistas e íbamos con los menores». Para ir al hospital en Calcuta «hay que armarse de paciencia. Pagar por todo y echas allí el día, por eso llevábamos a varios niños a la vez. Yo pasé por Ginecología, Neumología y también fui al neuropediatra. La burocracia es agotadora. Cada vez que vas con un niño hay que registrarlo en el sistema, previo pago de 300 rupias por cada uno, y una vez hecho esto volver al mostrador para pagar la consulta con el especialista en concreto. Pero eso no es todo, porque la cita que pagas en una consulta general, si luego te tienen que hacer pruebas tienes que pagarlas también. Por ejemplo, en la consulta de Ginecología no hacen ecografía, ni siquiera exploran, solo pregunta y luego te manda pruebas que tienes que pagar», relata.

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En definitiva, «entre el tiempo que estabas allí y lo que se tardaba en ir y volver del hospital, echábamos el día. Porque otro problema que hay allí es que hay tanto tráfico que tardábamos 50 minutos en recorrer 15 kilómetros, y eso que íbamos en ambulancia… Es en esas circunstancias cuando valoras la sanidad que tenemos en España. Hay muchísimas cosas que mejorar, está claro, pero habiendo visto cómo funciona en la India, somos muy afortunados de tener la sanidad pública que tenemos, en la que no hay que pagar hasta por los hilos de sutura y los guantes que se pone el cirujano. Una sanidad pública en la que se debería invertir mucho más y ser la prioridad de todos los partidos políticos», reivindica Silvia.

Silvia en Sunderbans, en la escuela con los niños. EL NORTE

El grupo también impartió talleres y realizó protocolos de desparasitación contra la sarna, «en los que lavábamos la ropa en cubos de agua hirviendo a la vez que tratábamos a los niños». Tampoco les faltó tiempo para el juego cada tarde.

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Explica asimismo que otro proyecto de la ONG «es el mantenimiento de un consultorio médico en Sunderbans, una zona rural del golfo de Bengala. Allí todo es diferente, los niños viven con sus familias y, en general, están bien cuidados. Al lado del dispensario hay un aula donde reciben clase. Fuimos en dos tandas de cuatro voluntarios cada una a pasar consulta. Es una zona preciosa, plena naturaleza, sin contaminación, alejada del caos y de los cláxones constates de Calcuta».

«Nos fuimos con la sensación de haber hecho un buen trabajo, de haber ayudado a estos niños a estar más felices, darles un poco de esperanza sobre su futuro, haber detectado y tratado patologías importantes, hecho protocolos de higiene, talleres... Nos fuimos con la sensación de haber contribuido, aunque solo sea un poco, en la mejora de un proyecto increíble. Nos fuimos, pero una parte de nosotros sigue allí, en un pequeño colegio de Kobardanga al que, sin duda, me gustaría volver».

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