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«La creciente soledad de los mayores es una de las consecuencias de la sociedad que hemos creado». Esto es lo que asegura el presidente de la Asociación Profesional de Sociología de Castilla y León (Socyl), Israel Gómez, y esa frase tan directa se entiende ... mejor con los datos del padrón municipal, los cuales reflejan que son 12.723 los mayores de 75 años que residen solos en la ciudad de Valladolid. Los números reflejan, además, que los mayores de 75 años empadronados en soledad en la ciudad representan el 30,2% del total de vecinos de esa franja edad.
Esta realidad ha ido creciendo con el paso de los años y se ha llegado a las cifras actuales por dos aspectos, tal y como explica Israel Gómez. El primer detonante es demográfico. «Vivimos más años y esto hace que tengamos más población mayor que llega a sobrevivir perdiendo en el camino a sus parejas, a sus amigos y a sus familiares», explica el presidente de Socyl para hablar después de la segunda causa, que es laboral. «Somos una comunidad que pierde mucha población juvenil porque estas personas buscan su proyecto de vida lejos de sus raíces y eso hace que los mayores se encuentren más solos porque esta tendencia hace que se separen los núcleos familiares», añade.
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A las razones demográficas y laborales se une una social, según este experto, que recientemente ha publicado un estudio sobre la situación de las personas mayores. «Estas personas se han criado en lugares en los que había un tejido social muy importante. Todos los vecinos se conocían, había pequeños comercios y actividades vinculadas a asociaciones que ahora se han ido diluyendo porque estas generaciones han perdido peso demográfico y las posteriores viven de una manera más individualista, han perdido el concepto de vida colectiva, en comunidad. Mucha gente ni siquiera sabe cómo se llaman sus vecinos de abajo, arriba o enfrente. Todo esto hace que los mayores se sientan aislados. Antes salían a la calle y conocían a todo el mundo, pero ahora eso ha cambiado y estos factores desembocan en una soledad no deseada», indica Gómez para acabar su análisis de la siguiente manera: «Pierden autonomía física y psicológica. Les cuesta más salir a la calle, algunos tienen barreras arquitectónicas que les impiden bajar a la calle. Estas circunstancias llevan a este sector de la población a estar más tiempo solos en casa y a que pierdan el contacto con un entorno que muchas veces pasa por delante de ellos sin que nadie los mire ni sepa quiénes son», concluye.
La radiografía sociológica se completa con la psicológica, que se encarga de elaborar Marta Abril, responsable del grupo de psicología del envejecimiento del Colegio de Psicología de Castilla y León. «El transcurso de la vida implica cambios a los que te tienes que ir adaptando y que van asociados a la soledad, como la pérdida del cónyuge, de amistades o la marcha de los hijos del hogar familiar. Además, hay otros factores que influyen en el sentimiento de soledad, como la relación que tienen las personas con ellas mismas o los vínculos establecidos con las personas de su entorno. Por eso hay personas que pueden vivir solas, pero tienen una red social muy rica a su alrededor que les enriquece. No es lo mismo vivir solo que estar solo», indica Abril.
La responsable del grupo de psicología del envejecimiento del Colegio de Psicólogos de Castilla y León señala que para poder realizar un análisis correcto de la situación hay que centrarse en los propios mayores, pero también en las personas de otras generaciones. «Muchas veces las sensaciones de soledad aparecen ligadas al duelo: a la pérdida de un ser querido o de un modelo de vida. Es fundamental encontrar ayuda para poder superar esa pérdida», apunta Marta Abril, quien mira hacia la parte más alta de la pirámide poblacional para solicitar empatía, aunque sólo sea por el mero hecho de que hacerse mayor es una cuestión de tiempo. «Tenemos que ser conscientes de que esta es la sociedad en la que vamos a envejecer. Sería muy importante lanzar el mensaje a todos los grupos de edad de que tenemos que cuidar hoy el lugar en el que vamos envejecer mañana. En función de cómo tú cuidas, así te van a cuidar», agrega.
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Son muchos los factores que han llevado a la sociedad a girar hacia el individualismo, a hacer que el humano vaya perdiendo las señas de identidad que le han definido como ser social por naturaleza, y Marta Abril pone el foco sobre varias herramientas que nacieron para fomentar la interacción entre las personas y que, a su juicio, están consiguiendo el efecto contrario. «Las redes sociales y las nuevas tecnologías nos han ayudado y son muy buenas para infinidad de aspectos, pero tienen una parte B negativa. A medida que se incrementa su uso, hemos ido perdiendo habilidades sociales. Parece una paradoja, pero debemos hacer un esfuerzo para recuperar lo más natural del ser humano, que es la socialización», sentencia esta psicóloga.
Con esta realidad social, el Ayuntamiento de Valladolid se ha visto obligado a triplicar los esfuerzos para poner en marcha los programas de atención a mayores que, en sus inicios, contaban con un presupuesto de 5,5 millones de euros para unas 3.300 personas, mientras que en 2022 se llegó ya a los 18 millones y casi 5.700 beneficiarios. La psicóloga Marta Abril aplaude todos los planes que se están poniendo en marcha, aunque reivindica que muchos de estos casos se deben abordar desde el plano psicológico y no siempre se hace. «Todos los planes de envejecimiento activo que se llevan a cabo son muy positivos porque dan recursos para que las personas mayores lleven a cabo sus proyectos de vida, pero cuando hablamos de soledad emocional, tenemos que ofrecer estrategias desde el lado psicológico. Hay casos en los que las personas cargan su día de actividades para no sentirse solas y esa no es la clave. Lo realmente importante es ayudar a sentir y a gestionar la soledad, no evitarla», incide.
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Revertir esta tendencia parece complicado, más aún cuando la tasa de natalidad de Valladolid refleja que se producen 5,84 nacimientos por cada mil habitantes, el cuarto mejor dato de la comunidad aunque 1,2 puntos por debajo de la media nacional. Este indicador ha retrocedido casi cuatro puntos porcentuales desde 2010 y las futuras generaciones cada vez tendrán menos hijos en los que apoyarse para evitar la soledad. Pese a todo el contexto, el presidente de la asociación de sociólogos lanza un mensaje de esparanza. «Todas las circunstancias que desencadenan la soledad no deseada de los mayores forman parte de un modelo social que hemos desarrollado y que nosotros también podemos modificar», concluye Israel Gómez para, pese a todo, dar una visión positiva a un futuro que se antoja complicado.
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