Miguel Martínez y Susana García, junto con sus hijas Claudia y Daniela, madrugaron ayer sábado para emprender un viaje. No querían perder ni un minuto para salir en dirección al pueblo natal de ella. Los 165 kilómetros que hay de distancia, que separan Valladolid de ... Llamas de la Ribera (León), se les hicieron más largos que de costumbre. Estaban ansiosos por llegar. El cierre perimetral entre provincias les ha impedido cumplir con su costumbre de visitar a su familia cada 15 días. El 2 de enero fue la última vez que vieron a Piedad, la madre de Susana, y a sus tíos Pedro y Manolo. El reencuentro fue «emocionante», aunque no hubo besos ni abrazos. Solo codazos cómplices y miradas empañadas. «Es un sentimiento contradictorio», cuenta Susana. «Por un lado, al verles de nuevo he sentido una alegría enorme. Pero, por otro, he sentido mucha pena por tener que conformarnos con hablar manteniendo la distancia. Ha sido un reencuentro muy bonito, pero a la vez muy frío, por el miedo que tenemos a poderles contagiar», añade.
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En condiciones normales, este matrimonio leonés afincado en Valladolid se hubiera quedado a pasar el fin de semana en casa de Piedad, quien les estaba esperando con una tortilla recién hecha, un queso y «un montón de comida del pueblo». Sin embargo, han decidido quedarse en un merendero que se están construyendo para evitar cualquier tipo de contacto. «Nos quedamos más tranquilos haciendo las cosas bien. Es por la seguridad de todos, pero sobre todo por la suya, que son más mayores y en el pueblo están más protegidos. Nosotros estamos en contacto con mucha gente. Lo que más pena echan de menos es no poder dar un beso a las niñas», dicen ambos.
A doce kilómetros de Llamas está Armellada, el pueblo de Miguel, quien se tendrá que conformar con ver hoy domingo a sus padres a través de la ventana. Ellos son positivos y están pasando la cuarentena. «Siempre hemos sido muy cuidadosos. Sin embargo, en esta última ola más todavía. Ha fallecido gente muy cercana y eso nos ha hecho coger miedo. El teléfono ayuda mucho a llevar la distancia, pero es un medio muy frío, sobre todo cuando ellos son mayores. Saber que han tenido fiebre y no poder verlos angustia mucho. Hemos estado muy pendientes, por eso, aunque solo sea verles a través de la ventana, nos hará estar más tranquilos».
El hecho de que se haya levantado el cierre perimetral para esta familia ha sido un gran alivio. Saben que cuando quieran o lo necesiten, podrán ver a los suyos. «Venimos muy a menudo, y si algún fin de semana fallamos, será por elección nuestra. El hecho de no poder venir a nuestro pueblo por imposición se lleva muy mal y nos hace añorarlo mucho más. Aquí es donde está la gente que queremos y saber que no podíamos venir nos angustiaba», remata Susana.
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