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Nieves Caballero
Valladolid
Jueves, 4 de junio 2020, 07:59
Cuando alguien abre un negocio, por lo general, le pone mucha ilusión y echa toda la carne en el asador, además de arriesgar su inversión. Pero hay veces que los astros se alían para frustrar todas esas ganas y poner a los empresarios a prueba, ... en una tesitura nada halagüeña para algunos hosteleros de Valladolid. El sector es muy variopinto y heterogéneo, así que hay casos muy diferentes que permiten evaluar la situación que atraviesa. Hay empresarios autónomos que acababan de abrir las puertas de nuevos establecimientos y en cuestión de días o, incluso, de horas se vieron abocados a bajar la persiana, sin haber tenido tiempo de darse a conocer entre una mínima clientela, por la declaración del estado de alarma, a consecuencia de la pandemia del coronavirus.
La palentina Cristina Donis y su marido, el ciudadano marroquí Mohamed El Hambaoui, abrieron su segundo bar en Valladolid el pasado 4 de marzo, y el día 14 del mismo mes cerraban la Cervecería El Respiro, en la calle Hernando de Acuña de Parquesol, junto al resto de bares, tabernas y restaurantes de toda España. Cristina reconoce que hasta que volvieron a abrir el pasado lunes 25 de mayo para poder atender a sus clientes en las terrazas de sus dos negocios «hemos pasado unos días con mucha incertidumbre, no encontrábamos una salida; ha sido angustioso».
Coronavirus en Valladolid
Aún así, han arrancado con ganas y se muestran muy agradecidos por la respuesta de los vecinos, tanto los de Parquesol como los del Gastrobar Public, de la Doctor Morales 2, en la zona de Hospital- Santa Clara y el Campus Miguel Delibes, junto al Esgueva. La situación no era fácil, de manera que en cuanto lo permitió el Gobierno, el 4 de mayo, comenzaron a elaborar comida para llevar, como el arroz con bogavante o la tarrina de lechazo, que los clientes recogían en el local de Parquesol o repartían. «Realmente, solo llevamos comida a domicilio el día de la madre», explica Cristina.
La realidad es que trabajaron algo los fines de semana y muy poco a diario, porque «éramos unos desconocidos en Parquesol, nos conocía muy poca gente porque acabábamos de abrir», describe esta empresaria barista, es decir, especializada en el arte de preparar un buen café.
Mohamed admite que están muy contentos porque «hemos podido abrir los dos establecimientos y estamos muy agradecidos con los vecinos porque hemos podido sacar a todos los trabajadores del ERTE, incluso hemos aumentado un poco la plantilla por horas». Este matrimonio ha invertido 30.000 euros para poner en marcha el negocio de Parquesol en un local que antes ocupaba La Sepia. En este sentido, también se muestra muy agradecido con los propietarios del local, los hermanos José Javier y Servando Martínez, porque cuando se ordenó el confinamiento «hablé con ellos y me tranquilizaron mucho, me dijeron que de momento no me preocupara, así que esa noche pudimos dormir». Vamos, que han podido tener un respiro durante estos meses de cierre.
A esta pareja le gusta el riesgo, de eso no hay ninguna duda porque su primer local en Valladolid comenzó su actividad en 15 de agosto de 2019, en plenas vacaciones estivales. Unas fechas en las que el calor aprieta incluso a la sombra de árboles y toldos, y en las que es más fácil encontrar por las calles de la capital una pandilla de gatos que de personas, entre otras razones porque es el fin de semana del año en el que coinciden más fiestas patronales, fiestas y verbenas en la provincia.
Esta barista palentina reconoce que en España «nos falta cultura cafetera, aunque cada vez hay más afición». Un buen café necesita tiempo y el cliente tiene que esperar a que se lo preparen con mimo y maestría. «Busco la misma calidad en el café, que con los vinos, las cervezas o los platos», añade, antes de explicar que tiene a disposición de los clientes varios tipos de cafés.
Las raciones de sepia a la plancha, calamares o el pucelano, un lechazo preparado en pan rústico como si fuera un kebab, o las hamburguesas destacan en la oferta gastronómica que ofrecen en los dos locales, siempre adaptándose a la clientela de la zona.
Si Cristina y Mohamed solo pudieron estar activos durante diez días, antes del confinamiento, el caso de Sergio Martínez Vidal es más dramático. Este hostelero solo pudo abrir durante dos horas su nuevo negocio, el Bar El Corresponsal, porque ese 13 de marzo el mundo se venía abajo. Ni si quiera le dio tiempo a que los vecinos de la calle Domingo Martínez se enterarán que se había reabierto el establecimiento, cerrado un año antes.
Este hostelero con larga experiencia, que ha tenido bares como El Pinchito de Paulina Harriet y La nueva Reja en Delicias, cogió el traspaso del antiguo El Corresponsal hace seis meses y ha invertido 60.000 euros para reformarlo entero, desde la cocina y los lavabos hasta la barra, los suelos y bajar los techos. La calle es estrecha, de manera que este local nunca ha tenido terraza; sin embargo, va a estudiar la posibilidad de pedir que le dejen instalar «cuatro mesas» en dos plazas de aparcamiento de una zona que cuenta con ORA. Mientras tanto confía en poder abrir su bar el próximo lunes, 8 de junio, si Valladolid pasa a la fase 2, como está previsto.
Ya en esa fase podrá atender a sus clientes en el interior del local, que cuenta con una planta superior y aforo para 80 personas. Aunque al principio solo instalará mesas para 40 personas, el 40% de su capacidad. «Éstas semanas han sido muy difíciles porque estamos sin un duro, solo la prestación como autónomo«, se lamenta. «Este virus ha sido duro y lo que viene detrás en la economía es peor. Vamos a necesitar cinco años para recuperarnos». Desde luego, «si hubiera sabido la que se nos vencía encima, nos hubiéramos quedado en El Pinchito». Con un contrato de 20 años, Sergio también ha encontrado la comprensión del arrendatario, que le ha bajado el alquiler y le ha dado seis meses de cadencia. A cambio, ellos has acometido la reforma.
Las raciones y sencillos platos combinados serán la oferta de este negocio que abrirá desde la hora del café hasta las doce de la noche en la calle Domingo Martínez, en las inmediaciones de la Plaza de Toros. Por el momento, trabajarán solo ellos: él se encargará de la cocina y su mujer, María Nicoleta Morariu, de la barra.
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