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Ilias Nafih es español, de ascendencia marroquí, como su hermano, Zakaria, «delantero y jugador de banda», que se cambia la camiseta del Manchester City con la que ha estado peloteando por la del club, el Unión Delicias, para posar en la foto. Cuando termina la ... entrevista, Ilias charla un poco con Zura Khantadze, georgiano del Juventud Rondilla. «He jugado contra ti, creo», le dice. «Estaba en el Parquesol entonces», responde el que ahora juega de central pero está dipuesto a colocarse donde le venga bien a su equipo. «Pues entonces sí».
Ilias es lateral del Unión Delicias desde 2017, pero también entrenador del alevín. Ni él ni su hermano tuvieron problemas de papeles porque ambos nacieron aquí. «Mis padres llegaron aquí en 2002 y yo nací en 2005 y me crié aquí. Y nada más venir al club me dieron los papeles. Mi hermano nació en 2013». Son, por tanto, tan vallisoletanos como cualquiera, pero no ocurre lo mismo con algunos de los chicos con los que comparte equipo o a los que entrena. «Los de mi equipo, primos míos y compañeros de equipo que en vez de poder empezar la temporada como todos han tenido que esperar, perderse partidos de Liga... Han estado entrenándose sin poder jugar partidos y eso da un poco de pena, porque son jugadores muy buenos, que pueden ayudar mucho al equipo, y tener que estar esperando hasta que tengan papeles es algo difícil».
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También Zura, que lleva en España desde 2019 y habla un castellano perfecto, se ha topado con esa situación. Y comparte con su rival futbolístico la preocupación por integrar a los nuevos. Sobre todo a los que no pueden jugar aún porque su ficha no llega. «Lo que suelo hacer es hablar un poco más con ellos, ser un poco más sociable, porque cuando yo vine al principio la gente, quieras o no, es más distante. Luego con el tiempo se adapta. Por eso intento ser más amigable con ellos, para que no se les complique más».
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Antonio G. Encinas
La misma intención que pone Ilias. «Nosotros, al igual que en el colegio o en la calle, intentamos aceptar e integrarlos como si fueran uno más. Cuando viene un jugador nuevo, extranjero, que no sabe el idioma, si es marroquí hablo con él en marroquí e intento adaptarles. En el campo le ayudo hablándole en marroquí y posicionándole y apoyando como uno más».
A Zura también le acompaña su hermano, Irakli, más pequeño y portero del Juventud Rondilla. Y cuenta Zura: «Yo al principio no tuve ningún problema con la ficha, mi entrenador tenía muchas ganas de que jugase y lo hizo lo más rápido posible, pero mi hermano el año pasado, como se tardó un poco, se perdió toda la temporada y solo pudo jugar los partidos amistosos». Algo que Irakli llevó mal, claro. «Es difícil, porque ves a tus compañeros jugar al fútbol y tú no puedes y es un poco complicado», cuenta.
Integrarse no es sencillo. A la situación personal de muchos chicos, con familias emigradas de sus países en busca de un futuro y en muchos casos con pasados difíciles, se suma la barrera del idioma. Así lo explica Zura. «Para mí ha sido bastante fácil porque manejaba bastante bien el inglés y me comunicaba con la gente del instituto en inglés. A mi hermano se le complicó un poco porque no se lleva bien con los idiomas, pero en cuanto aprendió español, mejor», dice.
Nikita, ucraniano, llegó con su madre el año pasado y aún no puede jugar con el equipo. Así que este delantero rubio es de los que esperan su oportunidad en unos clubes repletos de foráneos con todo tipo de incidencias familiares. «Mi equipo tiene un colombiano, un venezolano, un marroquí, un búlgaro... Parece el Mundial», dice Ilias. «Ahora mismo en mi equipo somos unos cuantos de otros países. Uno de Portugal, otro de Brasil...», enumera Zura.
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