José Galván, responsable de la tienda de Pantalón en Valladolid. Carlos Espeso

De la venta ambulante a terminar vistiendo a varias generaciones en Valladolid

La icónica tienda de Pantalón que Manolo Calle inauguró hace 37 años continúa «vistiendo con vaqueros» a Valladolid

Carolina Amo

Valladolid

Miércoles, 7 de febrero 2024

Hace 37 años que la calle Cervantes de Valladolid guarda una joya textil en uno de sus portales, concretamente en el número cinco. No pasa desapercibido a la vista, pues conserva un escaparate enorme, como los de antaño, plagado de maniquíes que visten con todo ... tipo de prendas. Prendas que desde 1987 han servido de vestimenta, esta vez para cuerpos de carne y hueso, en toda la ciudad. Al cruzar la puerta, una gama de azules da la bienvenida presentando el plato fuerte del local, los pantalones vaqueros.

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«Hemos vestido por lo menos a dos generaciones», explica José Galván, que a sus 60 años, lleva la mitad de su vida dedicada a la tienda de Pantalón. Manolo Calle fue el responsable de traer a Valladolid esta «fiebre vaquera» que tanto se ha contagiado y perdurado a lo largo del tiempo. «Manolo venía de la zona del Barco de Ávila, en Piedrahíta. Allí se dedicaban mucho a la venta ambulante, donde se concentraban todas las hilanderas que había antiguamente», relata Galván.

Un «boom» en la moda vallisoletana

Bien por casualidad o por el propio destino, tras acercarse a vender varias veces a la ciudad, Manolo le echó el ojo al local de 500 metros de calle Cervantes. «Y de buenas a primeras lo compró». Y es que por aquel entonces Manolo tendría tan solo unos 25 años. «Era un auténtico emprendedor. Que venga un chico joven del pueblo, compre un local y monte una tienda sin saber cómo va a funcionar era un riesgo», apostilla José.

Lo que no se esperaba Manolo es que años más tarde Pantalón se convertiría en un auténtico bombazo en Valladolid. «La ciudad no estaba acostumbrada a algo así. Una tienda con mucha moda y muchas cosas diferentes», narra el actual responsable de la tienda, quien asegura que esta fue ganando clientela progresivamente. El nombre de Pantalón se ha extendido por toda la comunidad llegando a provincias como Palencia y Burgos. Aún así el dominio de la empresa está en Valladolid. «Aquí es donde empezó todo», afirma Galván.

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Dependienta de Pantalón atendiendo a un cliente. Carlos Espeso

Desde el 87 la tienda ha hecho de los pantalones vaqueros su insignia personal, y con ellos ha ido hasta el fin del mundo. Galván reconoce que a raíz de la crisis del 2008 y de las famosas tiendas online las ventas de la tienda descendieron, así como la gente joven que solían ser clientes habituales. Aunque no todos se han pasado a las compras por internet. «Aún sigue viniendo gente joven arrastrados por aquellos padres que les dicen: 'vamos a Pantalón que ahí era donde me compraba todo'». La competencia con las franquicias no es algo que preocupe en demasía al vendedor, quien apunta que el haber sobrevivido en las calles de la ciudad «es fruto del gran tesón de trabajo que existe en la tienda»

«Vienen, entran por la puerta y piden un vaquero, no tienen que decir más«

La manera de atender al público es una de las claves para que la tienda haya tomado el camino correcto y se haya hecho con la confianza de la clientela. Y en el caso de Pantalón, los compradores es algo que se mantiene desde hace muchos años. «Aquí sigue viniendo gente con hijos y nietos que venían con sus padres cuando tenían 12 años», relata, explicando que este tipo de contacto con la gente del barrio da más valor al trabajo. El éxito no solo viene por la cercanía, sino porque la tienda devuelve la confianza que la clientela deposita en ellos a través de la calidad del producto. «La mayoría de los proveedores con los que trabajamos son nacionales. Cuando le dices a la gente que es un producto nacional y que te da todas las garantías, lo agradece», añade.

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«Unos cuantos años más»

Hacer planes de futuro es algo que a Galván se le complica. Y es que el vendedor prevé que «en tres o cuatro años» llegue su jubilación. En ese caso las manos del negocio quedan a merced de un relevo generacional incierto. «Si alguien quiere seguir con ello, que siga. En mi opinión la empresa debe seguir funcionando, pero nunca se sabe», comenta.

Pensar por un momento que una de las tiendas más icónicas de la ciudad puede echar el cierre es algo que a José le da vértigo. «Hay mucha gente que no va a saber dónde vestirse porque llevan toda la vida comprando aquí», recuerda. Si alguien entra al número cinco de Cervantes ya saben a lo que vienen. Pitillo, ancho, rotos, tejanos o de campana, un completo museo de pantalones. «Vienen, entran por la puerta y piden un vaquero, no tienen que decir más. Una talla más, una menos, te pago y me voy», dice esbozando una sonrisa.

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Galván recalca que no todo ha sido un camino de rosas, durante el trayecto también han tenido que enfrentar varias crisis y bajas de personal por enfermedad. «Hemos vivido de todo pero mientras nos queden fuerzas seguiremos unos años más», alienta. Por el momento, Pantalón continúa en Cervantes vistiendo generación tras generación en las calles de una ciudad que parece aguardar poco espacio al comercio local. «Con todas las tiendas que están desapareciendo en la ciudad creo que esta calle es de las que más negocios vivos reúne», termina, lanzando un suspiro al aire en esperanza, de que con el tiempo, esto mejore de alguna forma.

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