Concepción García y José María Romero, vecinos del 2º K, en su vuelta a su casa. Foto y vídeo: A. Mingueza

Explosión de gas en Parquesol

Los vecinos vuelven a casa: «Es el primer paso para olvidar la pesadilla»

Gran parte de los inquilinos del número 23 de Juan de Valladolid reciben las llaves de sus viviendas 78 días después de la deflagración

Álvaro Muñoz

Valladolid

Jueves, 16 de noviembre 2023, 00:02

Este miércoles en el número 23 de la calle Juan de Valladolid, en Parquesol, era un día diferente. Distinto porque los vecinos del inmueble recibieron esta mañana las llaves de su casa para intentar volver a hacer vida normal. No podrán aún. Queda mucho trabajo ... por delante, pero ahora, por fin, ven la luz al final del túnel. Porque sin quererlo y sin saberlo en la madrugada del 29 de agosto su vida cambió al tener que apresurarse en abandonar sus domicilios con pijama de verano después de una terrible deflagración en el 3º I, piso en el que aún se sigue trabajando.

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Ahora ya con atuendo de otoño/invierno, los afectados por la explosión de gas en Parquesol retornaron a su casa con sentimientos encontrados. Tienen las llaves de su casa, sí, pero les queda aún un poso psicológico difícil de olvidar.

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Con una situación que conocían de antemano, vecinos a cuentagotas regresaron este miércoles a su piso, 'embargado' durante los dos últimos meses y medio por reparaciones de urgencia. Algunos traían maletas, otros simplemente querían recoger las llaves para hacer una mudanza más tranquila cuando sus casas estén libres de polvo y reparaciones. Unos, esa labor, la tendrán más llevadera al tener daños interiores más nimios, otros estiman en un mes su vuelta definitiva. Todo depende de lo alejada que estuviera la vivienda del epicentro de la explosión.

Con un avance de las obras en tiempo récord (realizadas por Impalag), los inquilinos cruzaron su portal mientras los obreros continuaban con las reparaciones por todos los rincones del inmueble. Los restos de la explosión y del incendio eran palpables a la vista y al olfato. Aún huele a quemado, mientras que las zonas comunes están a falta de ser pintadas. Acciones que se completarán en las próximas semanas una vez que se rematen techos, escayolas o se repare el otro ascensor. «Tenemos todos los servicios establecidos. Falta arreglar el otro ascensor, pero todo es compatible con que las personas puedan estar en sus viviendas. Nosotros reparamos las zonas comunes, las privativas corren a cuenta del seguro de los particulares», explica el presidente de la comunidad, Emilio Leza, que reconoce que los vecinos del tercero tendrán que esperar un poco para su vuelta. «Aún tienen mucho que reparar. Este es el primer paso para que se acabe la pesadilla», añade.

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Donde mayor se atisba ese final de un mal sueño es en la octava planta. Allí, prácticamente, el rellano está rematado, con el mármol ya instalado y menos herramientas a simple vista. Porque la idea es empezar por los pisos más elevados para concluir por el portal. En ese descenso por las escaleras, en el tercero, se encuentra en su vivienda Javier Redondo, el policía nacional que el día de la explosión entró en la vivienda explosionada (a los veinte días falleció su inquilino) para sacar de las llamas a su vecino. Él, junto al resto de su familia, aún no podrá volver al tener muchos desperfectos en el interior. «No me pongo plazos para la vuelta porque tienen que venir muchos obreros. Seguimos de alquiler, cerquita de aquí, pues no queríamos cambiar hábitos», apunta desde su casa.

«Días mejores y días peores»

Insiste en que lo que se ve ahora no tiene nada ver con cómo estaba ese 29 de agosto. Señala una pared levantada y que tras la deflagración desapareció. Era la que comunicaba con la vivienda de su vecino. Señala otra pared, en esta ocasión, tendrá que ser derruida al estar arqueada por la potencia de la onda expansiva. Un repaso mientras reconoce que «hay días mejores y otros peores» para incidir que van «poco a poco» gracias al apoyo de familiares y amigos. «Han sido meses complicados», concluye.

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La vuelta a sus hogares ha servido también para el reencuentro de varios vecinos. Los mismos que quedaron desperdigados por la ciudad tras la explosión. Ahora no hablan del tiempo ni de que el domingo jugará la selección española a escasos metros de su vivienda. Comentan los daños en el interior de su vivienda, de los seguros, de sus casas alquiladas... Esas son las conversaciones de rellanos y de ascensor.

Javier Redondo, del 3ºJ, en su casa. A. Mingueza

En este recorrido del número 23 de la calle Juan de Valladolid, en la segunda planta se encuentran José María Romero y Concepción García, en el 2º K. Viven en el ala con menos daños, pero no se libran de los seguros. «Vendremos a dormir cuanto antes. Tenemos mucho que limpiar, pero está todo muy mal», lamenta a la par que reconoce que de momento no tiene un poso psicológico. «Los problemas los tenemos con el seguro. Línea Directa es un horror. Por mucho que salga Matías Prats, no arreglan nada. Menos mal que estamos muy contentos con el presidente de la comunidad, el administrador y el arquitecto», prosigue Romero, que seguirá de «okupa» algún día más en la casa de su hija.

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