Álvaro Muñoz y Alberto Mingueza
Enviados especiales a Valencia
Miércoles, 6 de noviembre 2024, 20:42
Se chupó más de una hora de atasco hasta llegar a Benetúser, epicentro del desastre tras el paso de la DANA por Valencia, pero hizo que mereciera la pena. Aunque su ayuda fuera nimia dentro del desastre global en el que se encuentra inmersa la ... provincia. Alberto Arranz, natural de Íscar, tras su llegada en la tarde del martes para achicar agua junto a los militares, se montó este miércoles en su Patrol con matrícula de Barcelona para ofrecerse a ayudar en cualquiera de los garajes anegados. Y lo hizo a golpe de rugidos de motor. «No me importa quemar el Patrol», resalta una vez que ha sacado el primer vehículo.
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Para tal fin ha tardado más de una hora en unas complicadas maniobras que han generado expectación en muchas de las ventanas. Intentonas infructuosas que han tenido su resultado después de un pinchazo y de un piloto estallado. «Me da igual que el coche se quede aquí», insiste mientras piensa ya en sacar una furgoneta que el agua la ha dejado de forma vertical en uno de los garajes. Incluso Bomberos de Valencia se pusieron al servicio del vallisoletano.
Porque para que Alberto Arranz, acompañado de su novia en esta aventura solidaria, llegar hasta Benetúser ha tenido que superar unas estampas impactantes en medio de cientos y cientos de maniobras de ayuda. No hay bloque de edificio que no precise de una bomba de achique, ni un negocio al que la riada no le haya afectado. La realidad era más dura en este municipio que en Aldaya. Centenares, tal vez miles, de coches siguen varados en medio de la nada. De rotondas y de prados. Se encuentran apilados en las inmediaciones de la red ferroviaria, en parques públicos y por cada esquina. Todo esto ocho días después de la catástrofe.
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Eso es lo que Alberto y su pareja veían hasta llegar a su destino de ayuda. Las calles, nauseabundas por momentos, eran un hervidero de voluntarios, militares, policías y bomberos. No había espacio para tanta gente y para tanta maniobra. Y aun así, el barro y el agua no terminan de desaparecer.
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La estampa para llegar hasta las maniobras del vallisoletano eran más impactantes. Circular por esas carreteras, muchas de ellas cortadas, les dejaba sin palabras. Para llegar a Benetúser tuvo que pasar por Alfafar y su centro comercial. La desolación era máxima. Negocios arrasados y con todos sus productos en las puertas de los mismos para formar escombrera tras escombrera. Todo eso lo atravesó Alberto Arranz para empezar a retirar coches de los garajes.
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