![Un trabajador del Centro de Tratamiento de Residuos coloca varias balas de papel y cartón recuperado en el Centro de Tratamiento de Residuos.](https://s2.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/201911/02/media/cortadas/reciclaje-kSOG-U90571025459zkC-1248x770@El%20Norte.jpg)
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Hay mares donde los plásticos flotan a sus anchas y los peces mueren por contaminación, bosques donde la escasez de madera tala troncos y agota oxígeno y meses de octubre donde el abanico es más necesario que el abrigo. Las imágenes son claras, y los hechos, alarmantes: el cambio climático se sirve en bandeja y el consumo de energía y de materias primas no cesa en un planeta que lleva años lanzando un SOS. Y pese a que la situación se antoja preocupante, los vallisoletanos, a tenor de los datos que maneja el Ayuntamiento, se mantienen aún lejos de la concienciación medioambiental que exige Europa.
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Con los datos de 2018 como referencia, los hogares vallisoletanos separan solo el 38% de las 99.174 toneladas de basura que generan. Esto quiere decir que solo 102 de las 270 toneladas diarias de restos de comida, envases, cajas de cartón, servilletas de papel o latas de refrescos –entre otros muchos desechos– logran ser separadas para su posterior aprovechamiento. Son casi cuatro de cada diez kilos de residuos generados, pero la cifra no es satisfactoria para una Unión Europea que estipuló para 2020 el objetivo de que la mitad de los residuos municipales sean reutilizados. «Es necesario que Valladolid recicle más y mejor», admite el concejal de Salud Pública, Antonio Otero, consciente de que las cifras quedan aún lejos de lo que marca la normativa.
Queda «mucho trabajo por hacer» y un importante reto que asumir: reducir las 130.000 toneladas de basura que cada año acaban en el vertedero (un parte procedente de los municipio de la provincia) y que obligan a consumir energía y materias primas nuevas para elaborar productos que, de otra forma, podrían haber sido reciclados. ¿Cómo? El Ayuntamiento, tras meses de estudio y pruebas piloto, tiene claro que hay una doble vertiente donde debe incidir. Por un lado, mediante un mejor rendimiento en el reciclaje de los restos orgánicos (restos de comida) y, por otro, con un incremento de la reutilización de envases mediante el despliegue del nuevo contenedor amarillo por la ciudad.
Hace así un año que el Ayuntamiento de Valladolid probó como experiencia piloto la instalación de setenta contenedores amarillos (para envases de plástico, bricks, latas, conservas, botes...etc) en el barrio de La Victoria. Eran los primeros que se sumaban al modelo de cuatro con el que ha venido funcionando (materia orgánica, inorgánica, vidrio y papel y cartón) para estudiar si los vecinos de este barrio contribuirían a un mayor reciclaje mediante la separación de los plásticos. El resultado fue contundente: el programa pionero –desarrollado con Ecoembes, organización medioambiental sin ánimo de lucro– elevó la tasa de recuperación de residuos del 29% al 52% en solo un año. Todo un éxito al que contribuyó una exhaustiva campaña de concienciación sobre los 14.301 vecinos de este barrio. «Si el ciudadano se conciencia, el reciclaje mejora desde la base, facilita el trabajo en la planta y el resultado es inmediato», señalan desde el área de Limpieza. Así que la estrategia a seguir quedó clara para el Ayuntamiento: «Hay que desplegar de forma progresiva el contenedor amarillo por toda la ciudad».
Antonio Otero, edil de Salud Pública, quiere tener en el primer trimestre del próximo año toda la estrategia diseñada y decidido ya si el despliegue será paulatino o inmediato. Estas semanas hace números con sus técnicos para presupuestar el coste en la implantación de esta medida. Pues no se trata solo de adquirir los contenedores, sino de reestructurar rutas, incorporar camiones y adaptar la plantilla. «Tiene su complejidad, pero tenemos claro que hay que elaborar un plan conjunto y amplio para mejorar la calidad de los residuos, que debe pasar por mejorar la clasificación en casa», considera el concejal.
¿Pero por qué no existía hasta ahora el contenedor amarillo en la ciudad? La respuesta está en la planta de tratamiento. En Valladolid se optó por un modelo de cuatro contenedores, entre los que se encuentran el de restos inorgánicos. Aquí es donde se depositan ahora los envases de plástico y latas, de tal forma que en el Centro de Residuos se lleva a cabo una minuciosa labor de separación. Pero el tiempo y los estudios dan ahora la razón a los defensores del contenedor y avalan su contribución en la concienciación sobre un mayor reciclaje en el hogar y, por tanto, en el incremento de las cifras de reutilización.
El reto es doble en lo que se refiere a los plásticos. Por un lado, reducir el consumo y, por otro, separar el que se consume. En Valladolid se reciclan 12,8 kilos de envases por habitante, cifra ligeramente superior a la del conjunto del país (12,3 kilos). Los envases se separan en planta, salvo los que se encuentran mezclados con residuos orgánicos, a los que contaminan y ya no se pueden reutilizar . De ahí la necesaria concienciación de separar también los restos de comida sin mezclarlos con otros residuos –los pueden contaminar de champú, productos de limpieza...etc–. «Es muy importante que lo orgánico vaya a orgánico, porque se aprovecha el cien por cien del material para elaborar compost y si lo metemos en el contenedor con restos de otros productos va directamente al vertedero y no se aprovecha», advierte el concejal de Salud Pública.
En separar bien los restos de comida, sin estar contaminados con latas, plásticos, papeles o cartón que viertan su contenido, se fija ahora también el Ayuntamiento para mejorar la tasa de reciclaje. Porque son 30.000 las toneladas que los vallisoletanos generan anualmente con los restos que habitualmente quedan en el plato y que, si se reciclaran bien, podrían derivar en otras tantas toneladas de compost. «Estamos dando pasos para el compostaje comunitario en huertos e individual, por barrios, para el uso del compost resultante en áreas verdes del entorno, huertos urbanos y agricultura periurbana», añade María Sánchez.
Es tan importante la concienciación de separar bien los restos de comida que el Ayuntamiento quiso dificultar a los ciudadanos que introdujeran en el contenedor de residuos orgánicos otros inorgánicos. ¿Cómo? Colocando bocas pequeñas por donde solo caben bolsas con restos de comida. «Y ha disminuido de forma drástica la aparición de otros envases». Hasta ahora estaban situados en Rondilla, Huerta del Rey y La Victoria, con 800 depósitos, es decir, el 34% del parque de contenedores, pero con la renovación prevista de la flota de cara al año que viene en alrededor de mil unidades se irán incrementando de forma notable, pues todos llegan ya con el sistema de boca pequeña. «Es tan sencillo como concienciarnos de que los restos de comida tienen que ir sin nada más, y que los envases se podrán depositar en un contenedor. Con esas dos cosas los resultados mejorarían muchísimo», apostilla el concejal de Salud Pública.
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